La situación en el PP

El congreso para encumbrar a Feijóo moviliza a un 40% menos de afiliados que el que decidió la sucesión de Rajoy

Alberto Núñez Feijóo saluda a sus seguidores en un acto en Santiago.

Pasar página lo antes posible, como si en el PP no hubiese tenido lugar una revuelta interna sin precedentes en la política española que ha puesto de patitas en la calle a quien hasta hace un mes era supuestamente su líder indiscutible, se ha convertido en la principal prioridad del primer partido de la oposición. 

La operación relevo, que el entorno de Pablo Casado considera el resultado de una conspiración planificada y premeditada, culminará formalmente en Sevilla dentro de dos semanas en el segundo congreso extraordinario consecutivo que el PP se ve obligado a organizar desde que fue desalojado del poder en 2018. 

Pero el entusiasmo con el que el gobierno provisional del partido y los barones autonómicos intentan presentar la consagración de Alberto Nuñez Feijóo como nuevo líder apenas puede disimular las heridas que deja la extraordinaria situación que atraviesa el PP.

La última pista de que no todo va bien la dio este viernes el comité organizador del congreso al revelar que apenas 41.681 afiliados se han inscrito para participar en las primarias del Partido Popular celebrará el próximo lunes. Una votación que el responsable de la mecánica del congreso, el eurodiputado Esteban González Pons, preferiría no celebrar, porque sólo hay un candidato y existe un riesgo real de que la participación en la votación interna no sea todo lo abultada que les gustaría.

Pons, al que muchos consideran el principal candidato a ocupar la Secretaría General del PP, el puesto que hasta ahora ocupaba Teodoro García Egea en Génova 13 y que, a todos los efectos, convierte a su titular en el número dos del partido, asegura que los estatutos le otorgaban margen suficiente para saltarse la votación de los militantes y adulterar así el proceso de primarias. La presión de Feijóo —en una insólita intervención que pone al descubierto la supuesta independencia de criterio de la organización— es lo que ha motivado la decisión de mantener la votación del próximo lunes.

Lo cierto es que la ausencia de competidores —la organización anuló la candidatura de la única aspirante que pretendía presentarse a las elecciones internas para elegir al nuevo presidente del PP— y lo abultado de los avales recogidos por Feijóo —más de 55.000— contaminaron desde el primer momento todo el proceso. 

Como también lo adulteró el hecho de que los barones, en la ya célebre reunión de la madrugada del 24 de febrero en la sede de Génova —exactamente 41 años después de la intentona golpista del 23F—, forzasen a Casado a renunciar por escrito a presentarse a la reelección en el congreso, lo que en la práctica hubiese dejado en manos de los afiliados la decisión de legalizar o no el golpe interno impulsado por Feijóo.

El presidente de la Xunta quería desde el primer momento el camino despejado. De ahí que la organización, en un gesto que también acaba en la práctica con el modelo de primarias del PP y disipa cualquier fantasía de imparcialidad, se volcase en la recogida de avales a la candidatura de Feijóo en las 17 comunidades autónomas. 

Intenso esfuerzo

El esfuerzo fue tan intenso que, paradójicamente, hay más militantes del PP que han apoyado la candidatura del aspirante gallego —exactamente 55.580— que afiliados dispuestos a participar en la votación —41.681—. Una cifra que, en cualquier caso, revela una rebaja sustancial de la movilización interna: representa casi un 40% menos que la de las primarias del año 2018. En aquel entonces, con varios candidatos en liza —entre ellos Soraya Sáenz de Santamaría, que fue la más votada por los militantes, y Pablo Casado, que fue el elegido por los compromisarios en el congreso—, se inscribieron para votar 66.384 afiliados.

Es cierto que la motivación era entonces mayor, porque había varios aspirantes y ahora todo el mundo sabe quién va a ser elegido. Pero también lo es que la cifra resulta sustancialmente inferior a la de hace casi cuatro años a pesar de que todos los barones pusieron sus respectivas maquinarias internas al servicio del nuevo líder para mostrar un partido movilizado y comprometido en torno al elegido para sustituir de Casado.

Los organizadores del congreso y el gobierno provisional del partido ni siquiera se han molestado en disimular que todo es un mero trámite y que Feijóo salió ya elegido presidente del PP, por decisión de sus pares autonómicos, de aquella reunión con Casado en la calle Génova. Durante los últimos diez días ha sido el propio partido el que ha convocado a los militantes a los mítines que el todavía presidente de la Xunta ha ofrecido por casi toda España y que culminará este fin de semana en Castilla y León y Extremadura. Con episodios tan reveladores, por insólitos, como la singular decisión de retrasar los actos de tres comunidades —País Vasco, Navarra y La Rioja— hasta después de la votación.

No es este el único elemento de distorsión del congreso. Uno de los más llamativos es que la defensa de la gestión del equipo de Casado la llevará a cabo una de las personas que pasó de defenderle a acusarle. La elegida es la actual coordinadora general, Cuca Gamarra, que en su día se unió a los dirigentes que pedían la dimisión del presidente del partido después de que Isabel Díaz Ayuso pusiese en marcha una ofensiva contra él por haberse atrevido a cuestionar la legalidad de un contrato público del que se había beneficiado su hermano.

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En realidad, hasta el propio Feijóo confesó, al inicio de todo el proceso, su escasa fe un procedimiento que se propone cambiar. No será ahora, porque el formato elegido para celebrar el congreso extraordinario no incluye la modificación de los estatutos. Habrá que esperar a un congreso ordinario para cambiar el sistema actual —primero votan los militantes y después los compromisarios pueden cambiar esa decisión— que no gusta ni al nuevo PP ni a Feijóo. “Las primarias asamblearias necesitan ajustes. Hay que darle una vuelta al sistema de que cualquiera vote a cualquiera que se presente con 100 avales, y entonces nos presentamos todos, y hacemos 20 campañas electorales, y después volvemos a votar, y no tiene por qué coincidir el que sale con más votos al principio del que sale con más votos al final”, declaró el 6 de marzo al diario El Mundo.

Lo que él quiere es, sencillamente suprimirlas, pero conservando el nombre. “Creo en las primarias a través de compromisarios, no en las primarias asamblearias. Los militantes eligen a los compromisarios, y estos tienen la responsabilidad de elegir entre los candidatos”, explicó en la misma entrevista.

En esto también sigue al expresidente Mariano Rajoy. En su último libro, Política para adultos (Plaza & Janés), dedica un capítulo entero a explicar por qué no le gusta este modelo que, sin embargo, incorporó el PP en 2017, cuando él todavía era su máximo líder.

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