Las cuentas pendientes del rey Felipe VI con las víctimas del franquismo

El rey Felipe VI recibe a un grupo de generales de brigada y contralmirantes.

Discursos más o menos duros en el exterior que luego se suavizan en el interior. Víctimas ignoradas dentro de nuestras fronteras a las que solo se presta una mínima atención a miles de kilómetros de distancia. Y una clara y firme ruptura con el pasado que nunca acaba de llegar. La memoria lleva medio siglo siendo una de las grandes asignaturas pendientes de la Jefatura del Estado. "Nunca se ha hecho una apuesta decidida por desvincular la institución de la dictadura", aseveran los colectivos memorialistas. Un vacío que el cincuenta aniversario de la muerte del dictador amenaza con poner nuevamente de relieve.

Felipe VI fue a comienzos de enero el gran ausente durante el acto con el que el Gobierno dio el pistoletazo de salida al año en el que se conmemora la efeméride. El monarca no asistió al Museo Nacional Reina Sofía, casa del Guernica de Pablo Picasso, por motivos de agenda. Tampoco la Casa del Rey consideró necesario emitir un mensaje de apoyo institucional al acto, por ejemplo, a través de sus redes sociales. "Todavía le resulta incómodo criticar a la dictadura a la que debe su existencia", denunciaron desde Sumar, que afearon que no se hubiese podido hacer un hueco en su agenda para asistir al acto.

Esta es una lectura que también hacen los colectivos memorialistas. "Nunca se ha hecho una ruptura clara con el franquismo", sostiene Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Entiende que no se ha hecho porque tampoco ha existido hasta ahora un "marco institucional incómodo" que haya empujado a la Casa del Rey a hacerlo. Y porque algo así podría terminar molestando a una parte de la sociedad que constituye la "mayor base social" de apoyo a la monarquía. "El rey se debe a su público", desliza Silva en conversación telefónica con infoLibre.

"Ambigüedad" y "equidistancia" en los discursos

Tanto él como Arturo Peinado, presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria, mencionan la ausencia de discursos contundentes, sin "titubeos", de condena del franquismo y del golpe de Estado de 1936. Recientemente, con motivo de la Pascua Militar, una primera versión del discurso de Felipe VI incluía una alusión a la dictadura como "una página oscura de nuestra historia común y un tiempo de división felizmente superado". Una referencia que, sin embargo, no llegó a pronunciarse. Acabó eliminada del texto final leído ante la cúpula del Ejército y la Guardia Civil.

Es cierto que el actual monarca se ha referido en repetidas ocasiones a aquella época negra como "dictadura". Ahora bien, manteniendo siempre, recuerdan los colectivos memorialistas, cierta "ambigüedad" y "equidistancia". Ahí está, por ejemplo, el discurso que pronunció en el Congreso de los Diputados en el cuarenta aniversario de las elecciones generales de 1977. Se hablaba de "las dos Españas" o de la Guerra Civil y la dictadura como una "inmensa tragedia", pero sin mencionar el golpe de Estado de 1936, ni el nombre del dictador, ni a los asesinados, torturados o encarcelados por defender la libertad.

Entre esos discursos en los que se habla, en general, de "tiempos de odio y rencor, de desencuentro y conflicto" –como el pronunciado un mes antes en un acto conmemorativo de la agencia de noticias Europa Press–, los colectivos memorialistas recuerdan con desagrado otros con referencias propias del clásico discurso de la derecha. "Son tiempos para profundizar en una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores ni reabra heridas cerradas", escucharon con asombro en su discurso navideño de 2016. La ARMH se quejó entonces al Defensor del Pueblo, el cual respondió que nada podía hacer.

Con algo más de contundencia se pronuncian desde la jefatura del Estado en el exterior. El último ejemplo de ello es el discurso pronunciado el pasado mes de diciembre en una sesión conjunta de la Cámara de Diputados y del Senado de Italia: "Somos dos países con memoria, con una clara conciencia del pasado –en particular del que no puede ni debe repetirse, ni siquiera como caricatura– y vemos con lógica inquietud cómo muchos tratados, instituciones y foros multilaterales sufren una erosión acelerada [...] un peligroso deslizamiento hacia algo incierto…, y nada luminoso".

Reuniones fuera que no se producen dentro

Una doble cara que también se ve con los actos. Mientras que en España el jefe del Estado no ha estado nunca a los pies de una fosa, en el exterior no ha tenido ningún problema en inaugurar un parque en honor a La Nueve –la compañía conformada por soldados republicanos españoles clave en la liberación de París de manos nazis–. "Este jardín es símbolo de la libertad y la tolerancia, dos de las grandes señas de identidad de París", dijo el monarca, que recordó a algunas figuras ilustres que vivieron en la capital gala pero evitando mencionar los motivos que les llevaron hasta allí.

También constan algunos encuentros con el exilio español. Ahí está, por ejemplo, la reunión que el 20 de noviembre de 1978, a pocos días de que se celebrara el referéndum para la ratificación de la Constitución, tuvo en México Juan Carlos I con Dolores Rivas, la viuda del último presidente de la Segunda República, Manuel Azaña. O las palabras en 2002 del entonces príncipe a los niños de la guerra en Moscú: "Procedéis de la emigración causada por nuestra guerra civil, esa dramática ruptura nacional que cambió el curso de vuestras vidas. De entre todos los destinos que truncó o cambió aquel periodo, el vuestro fue uno de los más trágicos".

Pero dentro de nuestras fronteras, recuerdan los colectivos memorialistas, la jefatura del Estado nunca se ha reunido con los represaliados del franquismo. Ni tampoco ha participado en ningún homenaje a los mismos, algo que contrasta con su presencia continua –como no puede ser de otro modo– en actos en recuerdo a las víctimas del terrorismo.

Un perdón pedido en Alemania o Francia

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Ni, por supuesto, ha pedido perdón en nombre del Estado español. Algo que sí ha hecho, por ejemplo, el jefe de Estado alemán, Frank-Walter Steinmeier, por los crímenes del nazismo. O en 1995 el francés, Jacques Chirac, por la deportación y exterminio de judíos en la Segunda Guerra Mundial.

En relación con el cincuenta aniversario de la muerte del dictador, se espera que Felipe VI participe, al menos, en una visita a Auschwitz y Mauthausen, el campo de concentración por el que pasaron más de siete millares de españoles. De nuevo, dos actos en el exterior. Y ya dentro de nuestras fronteras, en un evento en el que se conmemorará el papel de la monarquía durante la Transición. "Un lavado de cara", se encarga de resumir Silva.

Está por ver qué es lo que se organiza de cara al 20N. Y si el rey emérito juega algún papel en todos estos actos, algo que el Gobierno ha dejado en manos de Zarzuela. Porque él es, de hecho, el elefante en la habitación. Primero, porque su imagen está manchada desde hace años. Y segundo, por la vinculación de aquel hombre que juró "lealtad a los principios del Movimiento Nacional" con el franquismo. "La dictadura tuvo dos jefes de Estado: Franco y él", recuerda Peinado.

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