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La situación en el PP

Feijóo en campaña: mentiras, medias verdades y pifias de diez días de gira del nuevo líder del PP

Alberto Núñez Feijóo saluda en Santiago a uno de sus seguidores habituales.

La campaña de primarias de Alberto Núñez Feijóo, reconvertida en gira de presentación ante sus compañeros de partido, a la vista del acuerdo suscrito por todos las barones para dejarle expedito el camino hacia la Presidencia del PP, se cerró el domingo cuando iba por el mitin número catorce. Le han faltado tres, los de País Vasco, Navarra y La Rioja, que celebrará en los próximos días a pesar de que la votación ya tuvo lugar. 

En sus intervenciones, Feijóo ha combinado críticas muy duras contra el Gobierno de Pedro Sánchez y sus políticas con explicaciones acerca del rumbo que piensa dar a su partido a partir de ahora. Por el medio, no faltaron las mentiras, las medidas verdades y las pifias propias de quien se ve obligado a repetir discursos. Estas son algunas de ellas.

El PP nació para redactar la Constitución

“Somos un partido que nació para redactar la Constitución”. En su entusiasmo por identificar al PP con la Carta Magna, Feijóo olvidó que durante la transición, cuando se llamaba Alianza Popular —fue fundado por jerarcas del franquismo, incluidos siete ministros de gobiernos de la dictadura—, se dividió en la votación de la ponencia constitucional en el Congreso. El 31 de octubre de 1978, el dictamen fue aprobado por 325 votos a favor, 14 abstenciones y seis votos en contra, cinco de ellos de su partido. Alianza Popular se partió en tres aquel día: de sus 16 diputados, ocho votaron a favor, cinco en contra y tres se abstuvieron. El líder de entonces, Manuel Fraga, no ocultaba sus reservas: “La referencia a la palabra ‘nacionalidades’ no la entendemos compatible con el principio de unidad de la Nación”, aseguraba. Como tampoco le gustaban algunas competencias de las comunidades autónomas.

A Feijóo le da igual. El suyo, afirmó en varios de sus mitines, es “un partido que se hizo para redactar la Constitución, para ejecutar y extender el Estado de las Autonomías”. 

El Gobierno “se está forrando”

Feijóo está mostrando tanto empeño como su antecesor, Pablo Casado, en defender una rebaja generalizada de impuestos como único instrumento de política económica. Para combatir el alza de los precios de la energía, pero también como política general de su partido. En toda circunstancia. En su afán por desacreditar los impuestos, con los que se financian la políticas públicas, llegó a decir que “el Gobierno se está forrando con el incremento de la luz y el incremento de la gasolina” porque “el 50% del precio de la luz y de los carburantes son impuestos”.

Lo que no dijo es que ese dinero no lo ingresa el Gobierno sino el Estado. Y se utiliza para financiar, entre otras cosas, la sanidad, la educación y las infraestructuras, tres políticas públicas que él todavía gestiona como presidente de la Xunta y que dependen de ese dinero.

Las políticas contra la España vaciada

El todavía presidente de la Xunta aprovechó sus intervenciones para reivindicarse como un político con gran experiencia de gestión al que nadie, y menos el Gobierno, le puede dar lecciones sobre la España rural y cómo combatir la despoblación. “Para mí es un honor presidir la comunidad que aprobó la primera ley de fomento de la natalidad”. “En Galicia en el rural no se pagan impuestos”, aseguró.

Más allá de que en las áreas rurales de Galicia se siguen pagando impuestos, lo cierto es que las políticas de Feijóo durante los últimos trece años han sido incapaces de frenar la involución demográfica de su comunidad. La emigración de los jóvenes hacia otros territorios de España y Europa en busca de oportunidades que no encuentran en su tierra y el retroceso de la población de la práctica totalidad de los ayuntamientos gallegos siguen muy presentes, pese al cambio de tendencia provocado temporalmente por la pandemia. 

Galicia ha perdido más de 100.000 habitantes desde el año 2010, 50.000 jóvenes dejaron la comunidad en la última década y y tiene índices de envejecimiento récord.

El Gobierno que quiere

Feijóo ha repetido en sus mítines que lo que España necesita es “un Gobierno que se construya desde la centralidad, no desde el radicalismo ni desde el populismo”. Un proyecto en el que el presidente puede “nombrar y destituir” a sus ministros. Un Gobierno “unido que hable con una sola voz”. “No creo en la política de ‘o me das lo que te pido o hay elecciones anticipadas”, llegó a decir en una de sus intervenciones.

El nuevo líder del PP se estaba refiriendo al Gobierno de España pero sus palabras describen muy bien el nuevo Ejecutivo de Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León, que él mismo avaló. Allí el PP se vio obligado a dar entrada a la ultraderecha populista en la Junta para evitar elecciones anticipadas y su presidente no tendrá más remedio que nombrar consejeros a quienes decida Vox. Tampoco parece que ese Gobierno vaya a tener una sola voz: los líderes ultras ya están dejando claro que van a tratar de derogar normas contra la violencia machista y en defensa de la memoria democrática, así como a intentar otorgar a los padres la posibilidad de controlar la enseñanza de sus hijos siguiendo criterios ideológicos.

Cómo ganar

El nuevo líder del PP reivindica el principio de que gobierne el partido más votado aunque no tenga mayoría parlamentaria. Se queja de que su partido deba “estar en la oposición aun ganando” porque otras formaciones llegan a acuerdos y consolidan mayorías suficientes para gobernar. “Creo en las mayorías que salen de las urnas, creo en las listas más votadas. Creo que el Pacto del Tinell destruyó el principio intocable de que en España gobernaba el que ganaba“ y “empezó a destruir el legado de la transición”. 

Pone incluso como ejemplo a Felipe González porque en 1996 “sumaba con PNV y CiU pero entendió perfectamente que debía dar paso a Aznar, que había ganado las elecciones. Así se construye la democracia”. “Creo en esa España y en esa limpieza democrática”, subrayó dando a entender que la formación de mayorías parlamentarias entre varios partidos le parece, por oposición, algo sucio.

En realidad el Pacto del Tinell que dio lugar a un gobierno tripartito en Cataluña en 2003 ante la incapacidad de Convergència i Unió, la formación más votada, de formar una mayoría en el Parlament, no es el primer ejemplo de acuerdos políticos que privan del ejecutivo a la lista que queda en primer lugar. Ese no sólo es el modelo que se deriva de la Constitución (España no es un régimen presidencialista) sino que es exactamente lo que ha hecho el PP cuando ha tenido oportunidad: ocurrió en Murcia, Madrid (también en el ayuntamiento), Andalucía y Castilla y León, donde la lista más votada en 2018 y 2019 fue la del PSOE.

Feijóo también se presenta como alguien con “experiencia en ganar al socialismo, le hemos ganado siempre en Galicia”, asegura. No es cierto. En 2019 el PSOE ganó por primera vez las elecciones generales en la comunidad gallega.

El ascensor social

“Los que más tienen” lo son porque “han trabajado más”, sostiene Feijóo. Los datos de Eurostat sobre riesgo de pobreza según el nivel educativo de los padres dicen lo contrario, desmienten el ideal meritocrático y constatan la avería del ascensor social. En el periodo 2011-2019, la tasa de pobreza subió para los hijos de padres con estudios básicos y medios, mientras bajaba para los hijos de padres con estudios superiores. La brecha pasa de 8,5 a 11 puntos y España es el país de los 35 estudiados con mayor riesgo de pobreza entre los hijos de padres con estudios medios. Los estudios que se basan en la renta llegan a la misma conclusión.

La nación más antigua

Se ha convertido en una frase hecha que repiten los dirigentes del PP. Pablo Casado la decía a menudo, en referencia a Europa, y a Feijóo le encanta: “Cómo no voy a creer en España, si es la nación más antigua del mundo”. Una afirmación que a veces matiza diciendo que se trata de un título que comparte con Francia. Pero no lo es, en opinión de la mayoría de los historiadores. Si por nación se entiende un Estado, los reinos de Francia e Inglaterra se remontan a los siglos X o XI, algo que en España no puede argumentarse, como mínimo, hasta el siglo XV, que es la fecha a la que se refiere Feijóo, aunque en ese momento todavía existían varios reinos en la península. Aunque si se habla de Estado nación, en el caso español no puede identificarse hasta 1812. La afirmación del presidente de la Xunta se complica aún más si se extiende, como hace él, a todo el planeta. Como civilización, China existe desde el siglo V.

El buen gestor

Una de las cosas en las que más ha insistido Feijóo durante su gira por toda España es en su valía como gestor, ya desde la época en la que, durante el primer mandato de José María Aznar, se ocupaba de la sanidad pública, entonces todavía sin traspasar a la mayoría de las Comunidades Autónomas. En sus mítines ha repetido una y otra vez lo importante que es gastar bien el dinero público y no dejar nada a deber: “Cuando un político inaugura un hospital, la pregunta que hay que hacer es: ‘¿Este hospital lo deja usted a deber o está pagado?’ Porque si lo deja usted a deber, haga el favor de marcharse rápidamente y empezar a pagarlo”.

El ejemplo que utiliza no puede ser más paradójico. El Gobierno gallego que él preside todavía debe 500 millones de euros por la construcción del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, la ciudad más populosa de Galicia. Cada año la Xunta paga una suma millonaria —los presupuestos de 2022 incluyen para este fin casi 40 millones de euros—, una partida a la que hay que sumar en torno a 33 millones destinados a pagar a la concesionaria privada del centro hospitalario los servicios no sanitarios que presta.

Cifras que bailan

España ya era “el país con más déficit y más deuda de la Unión Europea antes de la guerra”, ha repetido incansable durante sus mítines por las comunidades autónomas españolas. No es verdad. El país con más déficit de la UE era entonces Malta y al menos otros tres Estados miembros tenían una deuda más abultada: Grecia, Italia y Portugal.

La ‘armonía’ lingüística

Durante el mitin que protagonizó en Barcelona, Feijóo se puso a sí mismo como modelo a seguir para una convivencia armónica entre lenguas oficiales, a diferencia de lo que, según él, sucede en Cataluña. Para subrayar sus propias virtudes llegó a presumir de que, gracias a su modelo educativo, Galicia es la comunidad que más utiliza su lengua propia. 

Lo que no explicó al público asistente es que ya lo era mucho antes de que él se hiciese con la jefatura del Gobierno gallego y que desde que es presidente el uso de la lengua gallega no ha dejado de retroceder

El recibo de la luz

Feijóo también ha tratado de ridiculizar la apuesta del Gobierno de España —que es también la de Europa— por completar una transición energética hacia una menor dependencia de energías contaminantes que además en su mayor parte obligan a consumir materias primas que hay que importar de otros países. “La transición energética se ha convertido en uno de los fracasos más absolutos de este gobierno”. Y llegó a decir que la causa del elevado precio del recibo de la luz está en la decisión del Ejecutivo de cerrar las centrales térmicas. En realidad es el gas el que está provocando el alza de la factura por culpa del mecanismo de fijación de precios del mercado energético.

Pifias y rectificaciones

Durante su recorrido por España, el presidente de la Xunta ha coleccionado algunos errores y meteduras de pata que no ha tenido más remedio que tratar de rectificar. Al menos en parte. 

Empezó con buen pie en València: era su primer mitin y se sintió obligado a decir que para él era “un honor empezar en la Costa Dorada” un “itinerario que no va a ser fácil”. En realidad, la Costa Dorada está en Tarragona. 

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En Santiago puso en duda que asesinar a los hijos de una mujer pueda ser considerado “violencia machista” y defendió que sea calificado como “violencia intrafamiliar”, la expresión con la que la ultraderecha trata de negar la existencia de una violencia dirigida específicamente contra las mujeres por el hecho de serlo. El presidente de la Xunta trató después de matizar sus declaraciones cuando le hicieron ver que sus palabras contradicen no sólo la legislación española y los pactos que el PP ha suscrito contra la violencia de género sino incluso la ley que él mismo impulsó en 2021 en Galicia para reconocer la violencia vicaria como violencia machista. “Cuando un padre mata a un hijo que está pegando a su madre o una madre comete un parricidio”, eso es violencia intrafamiliar, intentó enmendarse a sí mismo. “Que nadie dude de que lucharemos contra todas las violencias y que no daremos ni un paso atrás en la lucha contra la violencia machista”.

En Madrid, en presencia de Isabel Díaz Ayuso, proclamó su amor por la capital. “Madrid ama la libertad, por eso quiero volver a vivir en Madrid. Ya me siento como en casa”, alegó contradiciendo su apego a Galicia, a la que en el pasado ha definido como esposa y como madre. Apenas dos días después, de nuevo en Santiago, se olvidó de la capital y afirmó que seguirá siendo militante del PP de Galicia. “Galicia es nuestra casa, el principio, el comienzo y el fin“, remarcó entre lágrimas.

La última pifia la cometió hace apenas unos días. En un acto en A Coruña descalificó al Gobierno de Pedro Sánchez llamándolo “autista”. Autismo España le respondió inmediatamente: “Desafortunadas palabras de Feijóo, utilizando ‘autista’ de manera peyorativa. Las personas con autismo luchan cada día por el respeto a su dignidad como ciudadanos de pleno derecho, y los representantes públicos tienen especial responsabilidad en su tratamiento adecuado”. El presidente gallego no tuvo más remedio que llamar al director de la entidad para disculparse. 

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