El libro que destrozó el mito de Queipo cuando aún ni se hablaba de memoria histórica

Francisco Franco, Gonzalo Queipo de Llano y el cardenal Eustaquio Ilundáin y Esteban.

Patricia Godino

“Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes qué significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”.

Sirva este fragmento de uno de los muchos discursos de Gonzalo Queipo de Llano ante el micrófono de Radio Sevilla, su medio preferido para infundir el terror, en el que alentaba abiertamente, sin matices, a perpetrar violaciones contra quienes consideraba el enemigo político, como muestra de su personalidad psicópata y de la atrocidad con que aplicó la represión quien fue el responsable del asesinato de al menos 45.000 andaluces y el inductor de uno de uno de los exilios más masivos y silenciados de la historia, la Desbandá de Málaga.

Por eso cobra un valor mayúsculo que apenas tres años después de la muerte de Franco, entre la ley de Amnistía de 1977 y un mes antes de la ratificación de la Constitución Española, en tiempos de Fuerza Nueva en el ecosistema de partidos y tres años antes del golpe de Tejero, un libro retratara con rigor su perfil despiadado y, apoyado en testimonios de víctimas y familiares, reconstruyera escenas que, leídas hoy, sobrecogen, como el relato de la hija de Blas Infante, entonces una niñita rubia, que presenció cómo se llevaron a su padre aquel 2 de agosto de 1936.

Se trata de El último virrey. Queipo de Llano, del periodista Manuel Barrios (San Fernando, 1924-Sevilla, 2012), título que se editó originalmente en 1978. El sello El Paseo Editorial, con una noble vocación por la arqueología de obras mayúsculas orilladas por la historia, ha rescatado ahora estas páginas que explican mucho de los mitos y leyendas sobre los que se construyó el éxito del nacionalcatolicismo durante 40 años y aún hoy el de sus herederos.

Como explica David González Romero, director de la editorial, la exhumación de Queipo de la Basílica de la Macarena, junto a los restos de su mujer, Genoveva Martí, y del militar franquista Francisco Bohórquez, que como auditor de guerra firmó las sentencias de ejecución dictadas en bando de guerra, motivó recuperar este libro que, si no fuera por su origen periodístico poco apreciado por el academicismo más ortodoxo, sería una lectura canónica para entender la memoria histórica cuando no se hablaba ni escribía de memoria histórica. Y de esta forma Barrios, periodista, ensayista y flamencólogo, sería considerado por todos sin excepción un pionero en la materia. No en vano, hace 45 años, el periodista sevillano ya tuvo la valentía de acercarse a una figura clave en la preparación del golpe contra el Gobierno de la II República, del que este martes, 18 de julio, se cumplen 87 años.

"Testimonios espeluznantes"

En palabras de González Romero, “Barrios es de los primeros en quebrar en España ese incómodo silencio tras la dictadura". "Consiguió testimonios espeluznantes de protagonistas y gentes que vivieron ese tiempo. Hay en el libro algo de documental, una intención de verismo y un pulso de periodista de investigación que es toda una lección. Por eso el libro para hablar de Queipo, del golpe en Sevilla, de la represión, del clima asfixiante de la ciudad en ese tiempo, de la camarilla y cómplices del virrey, como Cuesta Monereo, de la constitución y funcionamiento de su virreinato, sigue siendo una referencia ineludible” con el que reconstruir un tiempo siniestro en el que en Sevilla, cabe recordar, no hubo contienda como en otras plazas sino la más brutal represión pueblo a pueblo, casa por casa, explica el editor.

Para borrar cualquier duda sobre el valor de esta obra, esta edición cuenta además con el magnífico prólogo que le ha puesto el historiador Francisco Espinosa, una autoridad en la materia, que señala los aciertos en muchas de las líneas de investigación del libro. “Puso nombre y cara a los golpistas sevillanos, lo cual facilitó la tarea de trabajos posteriores que trataron de desbrozar la leyenda y el cúmulo de mentiras y falsedades inventadas por los golpistas para justificar sus acciones. La dictadura consolidó todo esto, que llegó casi intacto a la Transición y que aún perdura”, valora Espinosa sobre este libro. 

Queipo y Paca la culona

Barrios trabajó con el oficio de quien está acostumbrado a recabar testimonios y voces, a contrastar fuentes en cuyo proceso “se dio cuenta de que la Sevilla de Queipo la articuló una camarilla que aparece con nombres y apellidos –divulgados sólo tras el libro de Barrios-, que el levantamiento fue algo perfectamente organizado y apoyado y no una jugarreta de listillos militones y un puñadito de soldados, que tuvo sus traidores y sus líderes, que la represión fue atroz y despiadada y realizada en un clima terrorífico que Barrios narra con documentación hasta poner los vellos de punta”, recalca el editor sobre una obra que en esta edición ha contado también con el epílogo de Manuel Barrios Casares, hijo del periodista, en un texto que visita las virtudes del oficio de su padre. “Lo suyo era el humor, el ingenio y la palabra arriesgada hasta la temeridad, incluso en el momento más inoportuno”, escribe sobre un ensayo que retrata, además, la mala relación de Queipo con Franco –era conocido que se refería en público al dictador como Paca, la culona–, quien evitó todo lo que pudo pisar Sevilla durante la guerra y que en cuanto pudo se quitó de encima al militar franquista que antes fue defensor la Primera República desterrándolo a un puesto menor de la Embajada de Roma. 

Mucho antes de que Ian Gibson y otros estudiosos accedieran a esta grabaciones para sus investigaciones sobre nuestro pasado reciente, Barrios, con acceso a los archivos, fue el primero en sacar del cajón esas famosas charlas radiofónicas que tronaban desde Radio Sevilla y que han inspirado a lo largo del tiempo miradas desde otras disciplinas como Queipo. El sueño de un general, una obra de teatro dirigida por Pedro Álvarez-Ossorio, estrenada en diciembre de 2010 en el Teatro Central de Sevilla, y que partió de un recuerdo personal del actor Antonio Dechent.

“Antonio me contó la de veces que su madre le había relatado cómo se escondía debajo de la cama y cómo abrazaba con fuerza a su hermano recién nacido cada vez que escuchaba desde la radio esa voz”, que no era otra que la de Queipo, temido y venerado a partes iguales en la capital hispalense, explica Álvarez-Ossorio, que consultó este libro así como los escritos por Maruja, la hija del militar, para su obra de teatro. Esta pieza teatral, que tuvo una vida limitada en su gira por España, “seguramente porque coincidió con Rajoy en el Gobierno”, podría ser hoy objeto de censura en aquellos espacios públicos en los que la ultraderecha está haciendo valer el poder institucional obtenido gracias a los acuerdos con el PP tras el 28M.

Un "traidor por excelencia"

Hay más voces autorizadas que reclaman el pionerismo de este libro. Con los ojos de hoy, El último virrey se entiende como la obra “de un periodista sin miedo que destruye el mito de Queipo, un traidor por excelencia y un tipo siniestro que, si España hubiera entrado en la II Guerra Mundial, hubiera sido juzgado por crímenes de lesa humanidad”, en opinión del historiador Javier Giráldez, director general de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía cuando el Parlamento autonómico dio luz verde, en marzo de 2017 y sin ningún voto en contra, a la Ley de Memoria Histórica.

Entonces, un Partido Popular con Juanma Moreno como líder de la oposición se abstuvo en la votación final de una norma nacida, defendió entonces el Consejo de Gobierno de la última legislatura socialista, “desde el consenso y el diálogo con la vocación de reconocer y reparar a las víctimas”. Aquel nivel de consenso sería hoy impensable con Vox presente en las instituciones, entre otras razones, porque el PP, su socio en 144 plazas y en tres gobiernos autonómicos (Comunidad Valenciana, Extremadura y, desde hace un año, en Castilla y León), reniega hoy de aquellos acuerdos.

De hecho, si el resultado de las urnas le posibilita llegar a la Moncloa, una de las primeras medidas que tomará Alberto Núñez Feijóo, así lo ha anunciado, será derogar la Ley de Memoria Democrática aprobada el pasado octubre, en virtud de la cual Queipo de Llano fue exhumado el pasado noviembre donde estaba enterrado con honores, como lo fue Franco del Valle de los Caídos, Cuelgamuros, y el pasado abril de Primero de Rivera.

Más de 70 años en la basílica

Otro aspecto de la memoria histórica

Más de 70 años llevaban los restos del general franquista bajo una lápida ubicada en una capilla a la izquierda del altar principal de uno de los templos más señeros para la devoción sevillana y no fue hasta hace que el Gobierno le remitió una carta que la Hermandad y los familiares del militar convinieron dar cumplimiento a una norma que fue rechazada de plano por todos los grupos de la derecha y que, además de la eliminación de los vestigios de enaltecimiento de los responsables de la represión franquista, incluye medidas como el mapa de fosas, un protocolo de exhumaciones y un régimen de autorizaciones como recomiendan desde hace décadas distintos organismos internacionales en materia de derechos humanos.

No extraña por tanto que el temor de las asociaciones memorialistas es que la llegada de un Gobierno de PP y Vox al Ejecutivo central “signifique la puntilla a las políticas de memoria” que no sin esfuerzo se han venido desarrollando desde 2007 con la primera ley de Memoria impulsada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Aquel texto posibilitó abrir camino a las políticas de memoria que venían ahormándose desde que en el año 2000 nació el movimiento de víctimas a partir de la búsqueda de los restos en Priarana, en el Bierzo, en lo que hoy ya se conoce como la primera fosa de la Guerra Civil abierta con métodos científicos y germen de la Asociación para la Recuperación de Memoria Histórica, la primera de cuantas se han conformado a lo largo de este tiempo.

Así lo apunta Juan Miguel Baquero, periodista especializado en Memoria Histórica y Derechos Humanos y autor de una notable obra entre la que destaca El país de la desmemoria (Roca Editorial, 2019), que vislumbra una paralización de las ayudas públicas a las labores de exhumación en los centenares de fosas comunes que hay por toda España. El prólogo a este temor se ha escenificado con las primeras medidas tomadas por los nuevos alcaldes conservadores que han llegado al poder municipal tras el 28M. En Sevilla, la tierra que apuntaló durante décadas el mito de Queipo, una de las primeras decisiones del popular José Luis Sanz, a su llegada al Ayuntamiento de la capital andaluza, ha sido liquidar la Oficina de la Memoria Histórica, desde donde se coordinaban los trabajos de exhumación y la atención a familiares de las víctimas de la represión franquista. “Existe un poco de despilfarro”, ha dicho delante de un micrófono de radio.

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