Manuela Carmena (Madrid, 1944) elige hacer la entrevista en la cocina de su casa. Sale a recibir al visitante al pequeño jardín de la entrada y lo primero que hace es ofrecer café y bizcocho. Hecho por ella, claro. Está de promoción de su libro "La política joven" (Península), en el que describe la perpejlidad que le provocó el mundillo de la "política profesional". Cuenta que intentó poner de acuerdo a todos los partidos del ayuntamiento organizando desayunos informales a los que llevaba sus famosas magdalenas. No lo consiguió, claro, y eso le frustró. Tampoco guarda buen recuerdo de la prensa ni de los partidos políticos.

Intuyo por lo que cuenta en el libro que no echaba muchísimo de menos reencontrarse con periodistas.

No lo echaba de menos nada. Pero hay cosas que hay que hacer y ya está. 

¿El libro lo hizo porque le apetecía o porque se lo pidieron?

Me lo habían pedido y lo fui retrasando. Y hace poco me lo recordaron y dije: bueno, pues lo hago ahora. 

Leyéndolo queda la sensación de que no lo pasó muy bien en política. Todo le sorprendió para mal. Los plenos, los partidos, los periodistas…

Bueno, yo lo pasé bien. A mi me apasiona la gestión y eso es muy gratificante. Lo malo es que para hacer una gestión en política tienes cantidad de bombas racimo esparcidas. Una cosa tan natural como es la gestión pública se hace algo muy difícil y muy sacrificado porque la política se ha convertido en una batalla. Y no hay necesidad.

Pero vamos a ver. Usted venía de estar politizada durante muchos años, no venía de un mundo paralelo. Había tenido mucho contacto con el Partido Comunista en la transición, por ejemplo. ¿Tanto le sorprendió lo que se encontró? 

Sí, la verdad es que sí. No me esperaba eso. La política de compromiso moral no tiene nada que ver con la política profesional, que está basada en una guerra sin cuartel para conseguir seguir estando en el poder o incluso para permanecer en la oposición, porque la única manera de seguir cobrando un sueldo es seguir estando ahí. Las exigencias de una política profesional han desnaturalizado la política que yo conocía. 

Describe que los primeros días como alcaldesa fueron duros, que sentía que se había equivocado y que llegó a pensar que vaya donde se había metido. ¿Se arrepintió?

No. Me dio muchísimas satisfacciones participar en la gestión de la ciudad, me enriqueció muchísimo. Estoy muy contenta y orgullosa de haberlo hecho, pero eso no quita para que yo diga todo lo que dificulta que se pueda hacer una buena gestión política. 

¿De qué está más orgullosa de su mandato?

Es difícil porque de muchas cosas que hicimos ya ni me acuerdo. Hicimos muchísimas. Y en algunas nos equivocamos, claro. Pero hicimos muchísimas buenas. Quizás de lo que estoy más orgullosa es de la manera de hacer las cosas. Una manera sencilla pero imaginativa. Y también de constituir un equipo que me encontré hecho pero que conseguí que funcionara.

¿Y la asignatura pendiente?

Hay muchas cosas que se quedaron a medias. Por ejemplo, un campus asociativo vinculado a la participación ciudadana o una biblioteca de gastronomía. Eran proyectos muy bonitos pero no sé, hay muchas cosas preciosísimas que se quedaron a medias. Sí que creo que hicimos mal en ceder a actitudes, por ejemplo del PSOE, respecto a la vivienda. 

Se terminó muy poca vivienda pública.

Nosotros intentamos hacer como fuera muchas viviendas para la gente que lo necesitara. Programamos miles de viviendas públicas, solo acabamos 64 pero las que están terminándose ahora son de aquella época. Y no pudimos hacer por el PSOE y por oposición de mi propio equipo unas viviendas prefabricadas que estaban muy bien. Podíamos haber hecho muchas. Pero no tuvimos el apoyo para eso…

Porque igual no eran viviendas dignas, ¿no?

Claro, ellos decían que no eran viviendas dignas. Y nosotros decíamos que era imprescindible hacer esas viviendas. Eran como unos contenedores, pero no eran cutres. Era una cosa muy innovadora y muy bonita. Dejamos muchas cosas sin hacer. Todavía me pregunto cómo es posible que nos cundiera tan poco en 4 años respecto a la vivienda. Pero bueno, también hicimos once escuelas infantiles en cuatro años. No parecen muchas, pero en dos años de este ayuntamiento no se ha hecho ninguna. Si alguien viera lo que tuvimos que hacer con las constructoras para que las acabaran a tiempo...Era agotador. Me tenía que reunir con ellas. ¿Por qué va todo tan despacio? Pues mira, no lo sé. 

Imagino que para usted fue un poco frustrante comprobar que entre el "mundo Carmena" y el mundo real de la política había un abismo.

Soy juez, estoy muy acostumbrada al mundo real, pero me parecía traumático no tener capacidad para agilizar las cosas. Y no la tuve. 

Soy juez, estoy muy acostumbrada al mundo real, pero me parecía traumático no tener capacidad para agilizar las cosas. Y no la tuve

Hay mucha gente que le criticó haberse olvidado de los barrios del sur, que la gente con necesidades no había apreciado del todo el efecto Carmena. 

No tengo esa percepción. Eso es lo que dice la oposición para desgastarte. Nuestras viviendas públicas estaban enfocadas para esos barrios.Yo iba una vez al mes a los distritos a que los vecinos me dijeran las cosas que se hacían mal para intentar resolverlo. Nosotros impulsamos el área de empleo, aunque no a todas las cosas se llegaba. Pero eso del sur es como decir que Madrid estaba sucio, está mucho más sucio ahora. Lo que pasa es que la política se ha convertido en la guerra y los periodistas en corresponsales de guerra. 

¿Ya tiene la explicación sobre por qué no consiguió un segundo mandato?

Creo que tiene mucha influencia la aparición de Vox. Si no es por Vox nosotros hubiéramos gobernado porque ganamos por mucha diferencia. Reconozco que la campaña de VOX me dejó sin palabras porque era toda una estructura de mentiras, aunque también lo hacía el PP. Pero Vox decía que Madrid se había convertido en un sitio miserable lleno de okupas y drogadictos. Cuando alguien te dice algo que no es real tú vas e intentas demostrarle que no es así, pero es que daba igual.

Habla usted en el libro de las famosas magdalenas como herramienta política para unir a todos los partidos.

Sí.

¿No cree que la política es un campo de conflicto ideológico y de intereses? Es decir, hay personas y partidos que están en política para defender cosas opuestas. Si, como decía antes, un rival político miente o amenaza derechos fundamentales de colectivos vulnerables, usted tendrá que confrontar ese mensaje y esa manera de hacer política, no le va a regalar una magdalena. 

No, lo que hay que hacer es poner encima de la mesa los datos y luego desarrollar todas las posibilidades de convicción. Cuando me decían que Madrid era un nido de inseguridad o de corrupción, yo les enseñaba los datos que demostraban que era una de las ciudades más seguras. Ellos luego me pueden decir que no les parece bien que no hayamos expulsado a los okupas de la Ingobernable. De acuerdo, tenemos distintas visiones. Ellos quieren mandar a la Policía y nosotros convencerles. Pero de eso se puede hablar, se pueden discutir los métodos pero no los datos. Hay cosas que me pueden parecer bien aunque las proponga Vox. No tenemos que hacer eliminaciones teniendo en cuenta quién propone, lo importante es qué se propone. 

Aunque lo proponga la extrema derecha.

Aunque lo proponga la extrema derecha. Es decir, depende de lo que digan. 

¿Es verdad que no quiso presentarse a las elecciones de la Comunidad de Madrid esta última vez?

A mí no me ofreció nadie eso. 

Estaba convencido de que sí, de que la habían tanteado. 

Nadie, en absoluto. Pero vamos, no lo hubiera aceptado. 

¿Nunca nadie le ha ofrecido volver a la política tras su salida del ayuntamiento?

Nunca. Y no me extraña. 

¿En 2015 tuvo claro dar el paso?

Cuando me llamaron dije rotundamente que no. Me llamó primero Javier Barbero, un fraile maravilloso con el que coincidí en mi etapa de jueza cuando los años duros del sida. Él se llevaba a las personas que ya estaban muy mal para atenderlas cuando no las atendía nadie. Y le dije que no. Luego vino Rita Maestre y también le dije que no. Yo no tenía ningún interés en entrar en política. 

¿Y qué la convenció?

Fui viendo que muchas de mi quinta, como Esperanza Aguirre o Rita Barberá, se presentaban. Y que todas eran absolutamente conservadoras y condescendientes con la corrupción. Entonces me dije a mí misma: chica, pues te ha tocado. 

¿Dónde ha encontrado más trabas para hacer política, en la oposición o en sus propios compañeros de viaje?

En la oposición, sin duda. En líneas generales yo con mis compañeros me entendí muy bien. 

Hombre…

Yo creo que hicimos muy buen equipo y les estoy muy agradecida porque todos aceptaron una cierta tutela de alguien que era mayor y con más experiencia. El problema fundamental eran la oposición y la cantidad de medios que decidieron atacar a la alcaldesa de Madrid.

Ya, pero uno de los problemas de su segunda candidatura fue que usted quiso hacer una limpia en ese equipo. No quería repetir con ellos y ahí empezaron algunas de las tensiones que llevaron a la fractura.

Bueno, yo me encontré con un grupo de personas que forzosamente tenían que ser mi equipo y pensé que no todas tenían las condiciones óptimas para ser miembros del equipo que yo quería. Entonces, busqué a gente más profesional aunque no estuvieran politizadas. Me busqué para educación a una maestra, para salud a un médico...Profesionales que yo pensé que necesitaba para mi equipo. Pero por buscar perfiles adecuados para gobernar, no por ninguna limpia. 

¿Es posible hacer política sin partidos?

Claro. Ahí tenemos el feminismo, que siempre ha hecho política sin partido. 

Pero el feminismo se presenta a las elecciones con partidos. 

Los partidos buscan estructuras absolutamente totalitarias. Son como las religiones o como los equipos de fútbol. Bueno, como las religiones, porque con los equipos puedes ser de dos. 

En el ayuntamiento me encontré con un grupo de personas que forzosamente tenían que ser mi equipo y pensé que no todas tenían las condiciones óptimas. Entonces, busqué a gente más profesional aunque no estuvieran politizadas

Bueno, no. Los que somos de un equipo somos de ese equipo. Los que tienen dos equipos es porque uno de ellos es por paripé. No encontrará usted a nadie que sea del Betis y de otro más. 

Bueno, vale. Pues las religiones. No hay nadie que sea cristiano y musulmán. Y no hay nadie que sea del PP y del PSOE. Y no lo entiendo. 

Claro. Porque son cosas excluyentes. ¿Usted no lo ve así?

Yo lo veo absurdo. Porque los partidos lo que deberían hacer es ofrecer alternativas de carácter social y político en las que puede haber coincidencias. Yo creo que los partidos tienen que cambiar y evolucionar. 

Habla de poner de acuerdo al PP y al PSOE pero ni siquiera usted, con esa actitud pacifista, fue capaz de poner de acuerdo a los partidos de la izquierda madrileña. 

Ahí me equivoqué. No pensaba que iba a haber una actitud tan beligerante de los partidos. Mi planteamiento era que aquí cabían personas que fueran de un partido o no, pero que lo que no cabía era que los partidos decidieran a las personas que me iban a acompañar. Esa era la clave del asunto. 

¿No cree que los partidos también son representantes de la sociedad y de distintas sensibilidades a tener en cuenta para hacer política?

Sin duda. Y por eso estaban. A mi me parecía muy bien que hubiera personas de los partidos políticos, pero la singularidad de la elección era que tuviera que ser alguien que respondiera al conjunto del equipo. Me daba igual que estuviera en un partido o en otro. Pero los partidos decían: nosotros tenemos que elegir a las personas que queremos. Y yo decía que eso no podía ser porque no tenía sentido. Es como si al presidente del Gobierno se le imponen los ministros en el momento de las elecciones. 

Ya, pero la ley es diferente para los ayuntamientos. 

A mí me daban igual los partidos, yo lo que quería era a gente con el perfil que yo necesitaba. Un médico, una enfermera…

El caso es que todo estalló y acabó mal para la izquierda en Madrid. Otra vez. 

Pues quizás no lo hice bien, no fui capaz de trasladarles que no era nada contra ellos.

Estamos en su cocina. ¿Aquí fue esa cena secreta con Íñigo Errejón en la que usted hizo bizcocho y se partió un pie?

No, me partí el pie en ese escalón de ahí, pero la cena era aquí al lado, en la casa de mi hija.  

No pensé que mi plataforma supondría que Íñigo saliese de Podemos

¿No fue consciente esa noche de que se estaba metiendo en plena guerra de un partido que se estaba partiendo en dos?

En aquella noche no fui consciente de nada porque me partí el pie. Más adelante, cuando se planteó la posibilidad de que Íñigo entrara en la plataforma, no pensé que eso implicaba que él se separase de Podemos.

¿De verdad?

Por supuesto. Izquierda Unida estaba en la plataforma y no había ningún problema. No fui capaz de entender eso en esos términos. 

¿No fue consciente de que usted desde esa noche había tomado partido por uno de los dos bandos de una guerra?

Lo vi posteriormente, inicialmente no. Mi idea era una plataforma, nunca pensé que Podemos se lo fuera a tomar así. No se trataba de crear un nuevo partido sino de hacer una plataforma. Sentí que me había equivocado por ingenuidad. No me di cuenta de que lo que había era un enfrentamiento de partidos. 

¿Mantiene el contacto con Errejón?

Sí, sí. Tenemos buena relación. 

¿Y con Iglesias? 

Pues también. Le veo poco pero no tengo ningún problema con él. 

Él de vez en cuando hace alguna mención del estilo: “Que Yolanda no haga lo que hizo Carmena porque aquello salió mal”

No le he oído decir eso. 

¿A Yolanda Díaz la conoce?

No, no la conozco.

¿Nunca han hablado?

No, nunca. 

¿Le ilusiona como figura política?

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Sí, me interesa mucho que haya un grupo de mujeres dispuestas a acabar con una política muy masculina basada en el poder y no en la influencia. A mí me parece que el gran legado del feminismo es que se consigue más con la influencia que con el poder. 

Y que se alíe con Mónica García, ¿qué le parece?

Me gusta, me gusta mucho Mónica y pienso que se identifica muy bien con esta forma de hacer política. La visión que tienen ambas de la política me atrae. 

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28 de noviembre de 2021 - 18:21 h
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