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GUERRA HAMÁS-ISRAEL

La matanza del hospital de Gaza: el triunfo de la desinformación al servicio de un conflicto polarizado

Concentración este miércoles frente a la Embajada israelí en Madrid.

Patricia Godino

#FueIsrael. #FueHamas.

Todavía no habían comparecido ante las cámaras de televisión algunos de los médicos supervivientes del bombardeo perpetrado este martes por la tarde al hospital de Gaza, en esa rueda de prensa improvisada en un escenario de cadáveres envueltos en sábanas y de padres arrodillados sosteniendo en sus brazos a criaturas inertes, cuando en la red de Elon Musk la audiencia ya había encaramado a lo más alto del ranking de temas la autoría de esta matanza.

A decir de los temas que eran trending topic apenas unas horas después de la masacre, los usuarios formulaban de forma masiva sus pronunciamientos de manera inequívoca señalando a uno de los dos bandos: el gobierno de Benjamin Netanyahu o las milicias de los terroristas de Hamás.

En la primera opción, el estado de Israel habría cruzado, más si cabe, una de las líneas rojas que aún en su sinrazón tienen las guerras: los hospitales han de mantenerse siempre fuera del foco. Así lo marca el artículo 19 del I Convenio de Ginebra de 1949, que explicita que los establecimientos y unidades sanitarias deberán ser en todo momento respetados y protegidos por los bandos de un conflicto.

En la segunda opción, #FueHamas, la organización terrorista con control político durante la última década en la Franja de Gaza, en un lanzamiento con destino a los territorios ocupados, habría cometido un error de cálculo de un calibre mayúsculo sobre miles de palestinos que habían buscado refugio en ese hospital.

A lo peor, y también es una opción que se pone a estas horas encima del tablero, Hamás habría decidido de manera consciente utilizar a su población como escudo humano, apuntar directamente al hospital y conseguir así tal carnicería que provocara una reacción inmediata en una doble vertiente: por una parte, habría logrado prender la mecha de la rebelión de los países árabes del entorno y, por otra, habría conseguido que para Joe Biden, presidente de los Estados Unidos y amigo del pueblo de Israel, le fuera imposible visitar este miércoles al primer ministro israelí sin comprometer su propio liderazgo, su propia imagen, ante los ojos del mundo.

En el momento en que se están escribiendo estas líneas, no hay verificadores internacionales independientes que puedan decantarse por ninguna opción.

Y sin embargo la dinámica instantánea que ha operado en la red social es el ejemplo paradigmático que define hoy este conflicto de dos modos: por su capacidad y nivel de polarización y por la velocidad en la cual se están generando los flujos informativos por los que, a su vez, reclamamos posicionamientos inmediatos de los actores nacionales e internacionales, cuando no pedimos a nuestro propio vecino o compañero de mesa que nos diga de qué lado está.

“A diferencia del conflicto de Ucrania o de la guerra de Siria, donde había un posicionamiento muy evidente, muy predecible, en este es muy tentador tomar partido. Es decir, en el conflicto sirio, no había un posicionamiento social mayoritario de la comunidad internacional a favor de Bashar al-Ásad o del Estado islámico y, en el caso de Ucrania, la balanza de la opinión no se ha inclinado a favor de Putin; pero aquí asistimos a la eclosión perfecta de la escenificación de lo que significa estar a favor de un bando u otro”, compara Manuel Torres Soriano, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla.

Como experto en terrorismo yihadista, su amplísimo bagaje como académico en organizaciones en el ámbito de la seguridad internacional le llevan a recomendar en estos momentos cautela y la reivindicación de pausa para analizar los datos.

No es una llamada a la equidistancia sino al rigor.

Quizás ha sido Josep Borrell una de las voces que han situado el debate con más acierto en este punto. En su intervención ante el plenario del Parlamento Europeo, el Alto Representante de la diplomacia de la Unión Europea expuso: “Igual que podemos decir que es una tragedia abominable matar a jóvenes que celebraban la vida, ¿no podemos decirlo sobre la muerte de 800 niños en Gaza? ¿En qué lamentar una tragedia me quita fuerza moral para lamentar otra? Al contrario, me la da”.

Con la prohibición expresa del ejército de Israel de negar la entrada a informadores internacionales en la Franja de Gaza, sí, todos esos a los que hasta que no estallan las bombas son olvidados por las direcciones de los medios de comunicación, sobre el terreno sólo quedan los reporteros gazatíes que sobreviven al conflicto y los ciudadanos que, móvil en mano, se convierten en testigos del horror y en los ojos al mundo.

Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés), hasta este martes al menos 17 periodistas figuran entre los más de 4.000 muertos en ambos bandos desde que comenzó la guerra el 7 de octubre. Ante el tsunami informativo global de fuentes inconexas de una parte y otra parte, la pregunta al experto es obvia: ¿Nos enteraremos finalmente quién ha sido el autor de esa matanza indiscriminada en el hospital de Gaza?

Hay una respuesta corta: sí. Pero hay una reflexión más larga y no menos necesaria.

Sí. Es algo tan contundente que al final irán apareciendo las evidencias y la capacidad de ver con algo más de perspectiva y rigor lo que ha ocurrido que sí, sí lo sabremos”, señala Torres Soriano.

Ya mucha gente ha tomado posición respecto a ese tema, y lo que al final digan las evidencias o los datos va a afectar poco

Manuel Torres Soriano — Catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide

Hay un pero, claro. “Lo que sucede es que no creo que sea ni inmediato ni que sea algo capaz de condicionar el debate. Ya mucha gente ha tomado posición respecto a ese tema, y lo que al final digan las evidencias o los datos va a afectar poco. Ya hay un sector de la sociedad que ha asumido quiénes son los culpables en un sentido y en otro que, al final, esa predisposición va a seguir anteponiéndose a lo que suceda en los próximos días, semanas y meses al respecto de las nuevas atrocidades que veamos”

El problema es que la misma rapidez y rotundidad con la que la audiencia anónima del universo de las redes está decantándose por una u otra versión es la que le exigimos a los actores internacionales y a los dirigentes nacionales.

Lo reflexiona así el profesor Torres Soriano: “Queremos pensar que la diplomacia española se vale de otras fuentes pero, en un conflicto donde han saltado por los aires tantas líneas, mucho me temo que al final están sometidos a las mismas limitaciones que todos. Vemos cómo muchos gobiernos están incurriendo en responder a la misma velocidad que el último tuitero”.

¿Qué vacuna hay para protegerse de la escalada propagandística que activó el Gobierno de Israel tan pronto se tuvo constancia de la masacre en el hospital? ¿Cómo evitar que el respaldo al pueblo palestino, masacrado a cielo abierto ante los ojos del mundo, nos empuje a sostener tesis acerca de geolocalizaciones, potencia de cohetes o capacitación de la milicia terrorista de la que, por nuestra falta de competencia en estos ámbitos, desconocemos absolutamente todo?

Como periodistas, ¿de quién fiarse en la conversación abierta en redes?

Van aquí algunas claves de Myriam Redondo, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y experta en los procesos de información y desinformación online con especial atención en el marco del periodismo internacional.

Reflexiona, no tienes que opinar, no hay que tuitear de lo que no es tu materia de conocimiento. Pero si decides hacerlo, busca tus medios de referencia habituales y, sobre todo, entra en la información, pulsa en el enlace, lee y busca sus fuentes

Myriam Redondo — Profesora de la Universidad Complutense de Madrid

“Lo normal es que en casos como estos no tienes que ir al mar abierto de lo que empieza a circular, donde todo es ruido, sino que acudes a las listas y buscas que están diciendo todos esos expertos que has seleccionado, porque con anterioridad te han ofrecido información de calidad”. De hecho las listas, opina, son una manera de “vencer al algoritmo” porque de lo contrario la plataforma siempre elige qué fuentes te muestra.

Si no es el caso, si nunca has elaborado listas, “a lo mejor es que no eres experto en ese asunto. Reflexiona, no tienes que opinar, no hay que tuitear de lo que no es tu materia de conocimiento. Pero si decides hacerlo, busca tus medios de referencia habituales y, sobre todo, entra en la información, pulsa en el enlace, lee y busca sus fuentes. Si el dato lo ha ofrecido una fuente militar de Hamás o una fuente del ejército israelí, hay que ponerse en guardia, porque estamos en guerra”.

La propaganda es una herramienta de la guerra con más poder de desestabilización, a este lado del mundo, que los cohetes que sobrevuelan la Franja.

De tan sencillo, parece obvio y sin embargo el episodio del hospital es el epítome de la confusión, del tuit escrito, del borrado, de la acusación, de la afirmación rotunda cuando lo único seguro es que esto ya ha cobrado una dimensión inabarcable.

Una dimensión en la que la nueva forma de operar de la red de Elon Musk –al respecto de la verificación con el blue check– ha contribuido sobremanera al desastre.

“Antes esas cuentas azules estaban sometidas a otro tipo de proceso de aprobación para obtener el blue check y aunque no era del todo transparente sí era una guía; ahora dependen del pago; si pagas, obtienes una de esas marcas y, además, el algoritmo de la red social te beneficia, por lo que cuando hay mucha información vertida de repente en Twitter lo que sobresale son esas nuevas cuentas que han pagado para parecer como respetables, cuando probablemente no lo sean, porque las que lo son han optado por no pagar”.

Esta es la parte negativa de Twitter, pero "lo positivo", apunta Redondo, sigue superando a lo peor que ha traído consigo ese fanático con ínfulas de todopoderoso que es Musk.

“En Twitter y en Internet se sigue teniendo enseguida la reacción de los líderes mundiales o sus anuncios de lo que van a hacer. Hace dos décadas, los analistas navegaban entre tinieblas para saber cuál sería la reacción de dirigentes o partidos, ahora lo sabemos”, destaca.

Asimismo, al margen de las voces políticas, están los expertos. “Hay hilos de expertos en OSINT [Inteligencia de Fuentes Abiertas, por sus siglas en inglés] que hacen un trabajo de descubrimiento de pruebas, de vídeos ciudadanos que pueden aportar mucho. El campo de la verificación digital es un ámbito donde los expertos aportan sus fuentes y donde se van nutriendo de nuevo material ciudadano que va enriqueciendo el debate”, describe la profesora Redondo.

Con todo, como valora el profesor Torres Soriano, “Twitter, recordemos, es una red sobrerepresentada de periodistas y entes gubernamentales, pero el grueso de la población no está ahí”. Telegram, Instagram, TikTok y la mensajería instantánea son canales que están por debajo de ese radar que percibimos en Twitter y aún con menos contexto que el que provee ese escenario que es la X blanca sobre fondo negro.

Quizás toca volver a lo de antes, aunque parezca menos común, menos significativo, menos prescriptivo.

“Abogaría por tomar distancia, asumir las limitaciones y diversificar las fuentes y las voces”, opina el catedrático de la UPO.

Dar un paso atrás, como periodista, como ciudadano, no es desentenderse, acaso sea la forma más noble de dejar que quienes deben arbitrar este conflicto enquistado desde hace más de 75 años encuentren una solución al desastre. Iin sha' allah (si Dios quiere).

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