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Más de dos millares de niños con problemas de desarrollo esperan atención en la red pública madrileña

Una niña en el centro de atención temprana Apama.

A Mónica Casado se le sigue poniendo la piel de gallina cuando habla de la atención temprana. La conoce al dedillo. Al fin y al cabo, lleva ya tres años de aprendizaje diario. Su hija Claudia nació con un "retraso madurativo". Y, desde entonces, la batalla ha sido continua. Cuando la pequeña apenas contaba con medio año, sus progenitores solicitaron la pertinente evaluación del centro encargado de determinar si necesitaba o no terapia. Es el paso previo al acceso al servicio de atención temprana. Y la demora suele ser considerable. "Tuvimos que esperar cinco o seis meses hasta que se la evaluó y se emitió el correspondiente informe", cuenta su madre. Sin embargo, el proceso fue mucho más largo. Porque una vez superado el primer paso, la pequeña tuvo que esperar seis meses más para que se le asignara una plaza de la red pública. Al final, entre una cosa y otra, un año para acceder en la Comunidad de Madrid a un servicio que resulta clave para aquellos niños con alteraciones en el desarrollo o riesgo de padecerlas.

No es un caso aislado, ni mucho menos. Es más, familias como la de Claudia, que están o se han encontrado en una situación similar, aseguran que lo primero que se les recomienda cuando arrancan con la odisea es que tengan "paciencia". A cierre de marzo, según datos de la Consejería de Políticas Sociales, había en la región 2.068 demandantes de tratamientos de atención temprana en lista de espera. Son 362 más que hace un año. O 468 más que a cierre del pasado. El grueso, seis de cada diez, se dieron de alta en la lista de espera en 2021. Sin embargo, un 7% todavía se arrastra del año negro de la pandemia. Son 145 niñas y niños que llevan meses pendientes de poder acceder a la amplia variedad de tratamientos que necesitan.

Desde la Consejería de Políticas Sociales admiten el incremento de la lista de espera. Una subida que achacan, en parte, a la pandemia de coronavirus. "La fase de valoración se ha visto resentida por la crisis sanitaria, pero estamos reforzando los equipos", explican a este diario. En la cartera que dirige Concepción Dancausa son conscientes de la "importancia" que tiene este servicio. Y aseguran que se encuentran trabajando para solventar el cuello de botella. "Se van a concertar más plazas", explican. En concreto, serán 1.500 nuevas, de las cuales 800 estarán disponibles en los próximos meses. Se sumarán a las más de 3.700 con las que cuenta actualmente la red pública, que se encuentran distribuidas en 42 centros repartidos por toda la región.

En el Gobierno madrileño, no obstante, destacan que se han reducido los tiempos de demora. Sin embargo, todavía siguen siendo elevados. Si a comienzos de 2022 había que esperar de media casi 186 días para la citación en el Centro Regional de Coordinación y Valoración Infantil (Crecovi), ahora son 165. Cinco meses y medio. Y medio año de espera hasta que se emite la resolución que determina si necesita tratamiento, de qué tipo y durante cuánto. Es decir, hasta que se le abren las puertas para solicitar una plaza pública, entrando en otra nueva lista de espera. Una demora que contrasta con la de otras regiones. "En Cantabria, la intervención se inicia de media a los catorce días. En Madrid, lo normal es que el proceso dure más de un año", señala Óscar Hernández, portavoz de la Plataforma Atención Temprana (Patdi).

Niños que se quedan fuera y familias que recurren a la privada

Los tiempos, incluso, terminan por dejar a muchos niños fuera de este servicio en el que se les aplican tratamientos de estimulación, fisioterapia, psicomotricidad, logopedia o psicoterapia. Lo sabe Ruth López. Cuando su hijo Mikel contaba con dos años y medio, decidieron llevarlo al pediatra y al neurólogo porque se percataron de que algo no iba bien. Los especialistas se dieron cuenta de que el pequeño necesitaba atención especializada. Fue entonces cuando comenzó el eterno periplo de la familia. Más de medio año después de solicitar la valoración del Crecovi, los profesionales del centro resolvieron que Mikel requería logopedia y estimulación. Luego, esperaron más de dos años a que se le asignara plaza en la red pública. Sin embargo, en ese tiempo el niño cumplió los seis, el límite para poder acceder al servicio de atención temprana. "Nunca la pudo recibir", cuenta su madre al otro lado del teléfono.

Ante esta situación, las familias solo tienen dos opciones: o se arman de paciencia o buscan, si la economía familiar lo permite, por lo privado. Es lo que hizo López. O Casado durante el año que estuvo esperando centro para su hija. "Nos quitamos de muchas cosas para darle lo que necesitaba", cuenta la primera. Ambas reconocen que los desembolsos que eso supone son importantes. Con Claudia empezaron con una sesión semanal de fisio y otra de piscina con un especialista. En total, 145 euros a la semana, 580 euros al mes. En el caso de Mikel, entre logopedia y estimulación su madre calcula unos 500 euros mensuales. "Depende mucho de la situación de cada niño, pero podemos hablar de cerca de 600 euros mensuales que puede costar tratarles por la privada", remarca Hernández.

López y Casado son conscientes de que en estos casos el tiempo corre en contra. Por eso se le llama temprana, porque es necesario que los más pequeños sean tratados cuanto antes. "Los primeros años de vida son importantísimos", recuerda el portavoz de la Patdi. Y lo son, justamente, porque es cuando más provecho se le puede sacar a la neuroplasticidad, que va a menos con el paso del tiempo. "Es el momento perfecto para conseguir que sean capaces de aprender cosas que naturalmente no han adquirido", dice Hernández. Es más, la falta de acceso a estos tratamientos puede, incluso, afectar a la salud de los más pequeños. "Si tiene un problema de deglución y no se le trata con un logopeda, esto puede poner en peligro su vida. O si tiene un problema de psicomotricidad gruesa y no se le trata, puede condicionar que llegue a caminar", resalta.

"Un problema estructural"

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Al portavoz de la plataforma no le vale ya la "excusa" del coronavirus. En su momento, cuando todo el país se paró en seco, claro que afectó, sobre todo al procedimiento de valoración. Pero ahora ya "no cuela". "Lo que hay en la Comunidad de Madrid es un problema estructural", sostiene. Desde su punto de vista, el problema radica en la excesiva burocratización del proceso y en la "infradotación de la red pública". El hecho de que haya solo un centro que pueda hacer la valoración, considera, crea ese primer e importante cuello de botella a la hora de acceder al sistema. Y luego está el bajo número, en su opinión, de plazas disponibles en los centros. "En Madrid la cobertura es muy baja", resume el portavoz de la Plataforma de Atención Temprana y Derechos de la Infancia (Patdi).

La literatura médica estima que alrededor de un 10% de los niños y niñas de entre 0 y 6 años necesitan algún tipo de tratamiento de estas características. Según los últimos cálculos de la Federación Española de Asociaciones de Profesionales de Atención Temprana (GAT), en España solo se atiende al 4%. Y la diferencia es significativa entre regiones. Así, mientras estiman que Cataluña o Cantabria atienden al 10% y 7% de la población infantil en esas etapas, en Madrid, Galicia, Comunitat Valenciana o Canarias no alcanzaban el 2% antes de la pandemia. Y luego están las diferencias en las edades de acceso. Según datos de la Patdi, mientras en suelo madrileño la mitad de las derivaciones a atención temprana se producen cuando los niños tienen más de tres años, en territorio cántabro el 50% son en los primeros seis meses de vida.

A ojos de Hernández, sólo hay una solución a este problema: darle una vuelta al modelo. "Es necesario incorporar la atención temprana dentro de la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud", dice. Y, si es posible, en la Primaria. Es lo que se hace, por ejemplo, en Cantabria, que se ha convertido en una de las comunidades modelo en este asunto. Allí, cuando un pediatra detecta una de estas necesidades se deriva directamente al niño a una de las unidades especializadas. Directamente. Sin listas de espera.

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