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El futuro político de España

La verdad sobre el 'pacto a la portuguesa': por qué fue posible y cómo ha funcionado

El primer ministro portugués, António Costa, y el presidente español, Pedro Sánchez, atienden a la prensa en la cumbre hispanolusa celebrada en noviembre de 2018 en Valladolid.

El caso portugués, un gobierno en solitario del Partido Socialista apoyado desde fuera por dos fuerzas de izquierdas, regresa al centro de la política española. Esta opción es la nueva apuesta fuerte del PSOE, que a raíz de la investidura fallida de Pedro Sánchez rechaza ahora la posibilidad de un acuerdo de una coalición con Unidas Podemos. Hay que pasar pantalla, señala el PSOE, que da por amortizada la vía del cogobierno. Y mira al país vecino con ojos golosos, presentándolo –junto a Dinamarca– como último asidero para evitar una repetición electoral. A Portugal lo ha puesto expresamente como ejemplo José Luis Ábalos, número dos del PSOE. También Carmen Calvo, número dos del Gobierno. Pedro Sánchez, presidente en funciones, candidato del PSOE y hombre fuerte de la política española, le ha dado plena entidad a la fórmula lusa incrustándola en la carta con la que el miércoles anunció que buscará el apoyo de la sociedad civil para allanar el camino a un acuerdo programático con Unidas Podemos que facilite la investidura y la formación de un gobierno en solitario. De modo que ahí está: Portugal como ejemplo para España, como posible desatascador del modelo, opción a la que Unidas Podemos de momento se opone. ¿Es viable la idea?

Hay puntos de coincidencia claros entre los tableros políticos que alumbraron las elecciones en Portugal en octubre de 2015 y en España en abril de 2019. Mirados desde la distancia, es indudable que los dos cuadros se parecen. Pero, al acercarnos, se ven diferencias. La paleta de colores es similar, la pincelada no. La descripción general coincide, el detalle difiere. infoLibre, con ayuda de tres investigadores portugueses, analiza las claves del caso portugués.

  1. Distinto mapa político

Acercada la lupa, son diversos los factores que hacían más fácil el acuerdo entre las izquierdas en Portugal que en España. En primer lugar, la pura aritmética electoral. Los números acaban pesando más que los deseos y los "relatos". En las elecciones del 4 de octubre de 2015 en Portugal, los resultados dejaron una mayoría absoluta de las izquierdas. La candidatura más votada fue la coalición derechista Portugal al Frente, encabezada por Pedro Passos Coelho, primer ministro entre 2011 y 2015, por lo tanto administrador de la intervención de la economía lusa por parte de la troika. Pero fue un triunfo insuficiente: obtuvo 102 diputados (22 menos que en 2011), quedándose lejos de los 116 necesarios para la mayoría absoluta. Tocaba mirar a la izquierda.

Y en la izquierda había tres candidaturas de peso. La primera, la del histórico Partido Socialista, similar al PSOE. Liderada por António Costa, subió 12 escaños hasta situarse en los 86. Después estaba el Bloque de Izquierda (Bloco, BE por sus siglas en portugués), fundado en 1999 como amalgama de fuerzas socialistas, ecosocialistas, feministas, anticapitalistas y libertarias. Valdría, con los inevitables matices –no hay dos partidos iguales–, la comparación con Podemos. Esta candidatura, liderada por Catarina Martins, obtuvo 19 diputados, logrando una fuerte subida de 11 escaños. Por detrás se situaba la Coalición Democrática Unitaria (CDU), que agrupa al histórico Partido Comunista Portugués y a Los Verdes. La CDU, encabezada por Jeronimo de Sousa, subió un escaño, hasta situarse en 17.

Las urnas eran claras en la división del voto tomando como referencia el eje de abscisas que marca el terreno en función de izquierda-derecha. La derecha sumaba 107 (incluyendo ahí los 5 escaños del PSD); la izquierda, 122 (y uno el partido animalista). La barrera de la mayoría absoluta (116) quedaba ampliamente franqueada. En España no es así.

Al igual que en Portugal, en España la izquierda de ámbito estatal supera a la derecha en escaños: 165 del bloque progresista (123 del PSOE y 42 de Unidas Podemos) por 149 del conservador (66 del PP, 57 de Cs, 24 de Vox y 2 de Navarra Suma). Pero, a diferencia de lo que ocurre en el país vecino, en España las fuerzas progresistas de ámbito estatal no alcanzan la mayoría absoluta, situada en los 176 diputados. La llave en España –descartado un acuerdo hacia el centro que incluyera al menos a PSOE y/o PP– está en manos de fuerzas nacionalistas. Y no sólo eso: las dos principales fuerzas independentistas, ERC (15 escaños) y JxCAT (7) han impulsado en Cataluña un proyecto secesionista unilateral contrario a la Constitución por el que algunos de sus principales líderes están siendo juzgados o están huidos de la justicia.

Aunque ERC se ubica en la izquierda y JxCAT en la derecha, la asimilación de sus estrategias en torno al procés los ha llevado a decisiones que, en la práctica, han dificultado la gobernación progresista en España. Tan cierto es que ambos partidos apoyaron la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez como que su rechazo a los presupuestos de 2019 precipitó el adelanto electoral. Nada de eso pasa –ni puede pasar– en Portugal. Sólo esta diferencia ya hace imposible una extrapolación de la vía portuguesa.

  2. La intervención de la troika

La inexistencia de independentismos no quiere decir que el acuerdo en Portugal fuera coser y cantar. Es más, con los resultados sobre la mesa, el análisis generalizado indicaba que el país estaba abocado a una repetición electoral. Uno de los motivos es la distancia sideral que separa al PCP del PS, al que los comunistas consideran un partido de derechas, tan responsable de la degradación socioeconómica como los conservadores de PDS y CDS. ¿Qué pasó, entonces, para que la izquierda se uniera, a pesar del historial de agravios entre socialistas y comunistas? En primer lugar, Portugal venía de cuatro años de derecha.

Estaba en juego el cambio en una sociedad polarizada. Las elecciones habían tenido un cariz plebiscitario implícito sobre la idoneidad o no de continuar con las recetas neoliberales tras el fin –en 2014– del "rescate", que había devaluado drásticamente el valor del trabajo en el mercado laboral. “El devenir de la crisis allí [en Portugal[ ha sido mucho más agresivo, con la intervención de la troika, y ni la estructura de competición ni la polarización de su política sobre la materia es directamente comparable [con España]. Tampoco el desconcierto de la derecha buscando un liderazgo más eficaz. Ni el eje territorial, que por supuesto es importante en España”, señalaba ya en 2017 Pablo Simón en Politikon.

  3. Aspiraciones a la izquierda del socialismo

Pero, al margen de estas causa estructurales, había una más prosaica: la composición de la izquierda. Poco más de un mes después de las elecciones, la izquierda votó en bloque contra el programa de gobierno presentado en la Asamblea por Passos Coelho. Fue el preludio de los acuerdos del 10 de noviembre de 2015. El reparto de cartas en el ámbito de izquierdas ya había allanado el camino, señala el sociólogo y politólogo Pedro Magalhães. “Además de la evidente importancia del nacionalismo/centralismo en España, que hace que las negociaciones sean más complejas y las alianzas más improbables que en Portugal –donde la dimensión de política económica ha sido la única relevante en los últimos años–, existe una importante diferencia en la configuración de la izquierda”, explica Magalhães. La diferencia estriba en que en Portugal la hegemonía electoral de los socialistas “nunca ha sido cuestionada”. En el país vecino no ha habido, como en España, un intento verosímil de sorpasso, como el de Unidos Podemos en 2016.

Ni el Bloco de Esquerda ni el PCP han aspirado nunca a ser el partido de izquierda más votado, lo que hace más fácil para todos descubrir su papel en el campo de las posibilidades”, expone el investigador. Y añade: “En España el sistema de partidos ha cambiado mucho más. La hegemonía del PSOE fue cuestionada en 2016 y, a pesar de los cambios de 2019, Unidas Podemos tendría muchas más dificultades para limitarse al importante pero secundario papel del Bloco o el PCP en la solución gubernamental de 2015. Esto hace mucho más difícil imitar el 'camino portugués"'. En España la negociación se ha desarrollado bajo la presión de la competencia electoral. Aunque Unidas Podemos no es hoy el Podemos de 2015-2016, Magalhães cree que sigue aferrado a mayores ambiciones que las fuerzas a la izquierda del PS. “Una izquierda del PS portugués unida y más fuerte desde el punto de vista electoral habría hecho mucho menos probable el acuerdo”, concluye.

  4. Mayor dominio del PS

Algunos números. El PSOE obtuvo en España 7,48 millones de votos, lo cual supuso un 28,68%, 14,36 puntos más que Unidas Podemos, que sacó un 14,32%. El voto de Unidas Podemos ascendió a los 3,73 millones, casi un 50% del voto socialista. Las cifras son otras en Portugal. El PS obtuvo 1,74 millones de votos, el 32,31%, 22,12 puntos más que el Bloco, que cosechó 550.892 papeletas (10,19%). El voto del Bloco es sólo un 28,7% del obtenido por el PS. La balanza está mucho más inclinada a favor del PS, lo cual rebaja la tensión electoral. Esta descompensación se podría paliar sumando los apoyos de la CDU, que se hizo con 445.980 papeletas (8,25%). Pero esto es un planteamiento equívoco. “El Bloco de Esquerda y el PCP tienen una relación muy mala. Disputan el mismo espacio ideológico y tienen muchas políticas económicas idénticas. En otras palabras, no 'suman' el 18% frente al 32% del PS. El PS tiene el predominio de la relación, habla por separado con BE y PCP e impone la solución. Es bueno para el PS que las partes BE y PCP estén separadas, porque aumenta su poder de negociación”, explica la politóloga Marina Costa Lobo.

Es lo que el PSOE trata de aprovechar ahora para que se abra paso su intento de gobernar en solitario con el apoyo externo de Unidas Podemos: la creciente división en el seno de su aliado potencial, donde no existe ni de lejos una unanimidad en torno al papel a desempeñar en la legislatura que acaba de comenzar. Izquierda Unida, Adelante Andalucía –la coalición de Podemos e IU en la comunidad del sur– y Anticapitalistas, la corriente interna menos inclinada al pactismo con el PSOE, defienden ya abiertamente que la dirección que lidera Pablo Iglesias abandone la pretensión de gobernar junto al PSOE y cierre un acuerdo programático.

  5. El liderazgo del socialismo

El sociólogo Fernando Bessa anota otra clave que afecta muy personalmente a António Costa. "Para sobrevivir políticamente, Costa necesitaba este acuerdo. Sin este acuerdo, Costa no sería primer ministro, ni líder del PS. Tenía que encontrar una solución, y la única posible era un gobierno apoyado por las izquierdas", señala Bessa.

El sociólogo subraya que, a diferencia de España en 2019, el PS no fue mayoritario en 2015. Y que, además, no era viable la opción de una coalición entre conservadores y socialdemócratas, que hubiera anulado a Costa como alternativa. Además, afirma que una repetición electoral hubiera favorecido a priori a la derecha. Sánchez cree tener ante ante sí un escenario distinto, tanto en su liderazgo como en sus posibilidades electorales.

  6. Gobernar sí o no

Algo que el PSOE suele obviar cuando hace referencia a la vía portuguesa es que en el país vecino ni el Bloco de Esquerda ni el PCP han querido entrar en el gobierno. Ambas fuerzas crecieron en las elecciones de 2019. El Bloco, de hecho, lo hizo con fuerza, pasando de 11 a 19 parlamentarios. Se benefició de un discurso impugnatorio que situaba en un plano similar a los partidos de derechas y al PS. En cambio, Sánchez representó en España durante las primarias de 2017 en su partido la opción más izquierdista del PSOE. El candidato socialista cerraba sus actos cantando La Internacional puño en alto, prometía plantar cara a la austeridad, acabar con los privilegios de la Iglesia, derogar la reforma laboral e impulsar un Estado “plurinacional”.

El poder lo ha moderado, pero el PSOE de Sánchez, que sacó de La Moncloa al PP, está lejos de tener la imagen del PS de 2015, aún bajo el estigma de la etapa como primer ministro de José Sócrates (2005-2011), devorado por la crisis e investigado por supuesta corrupción desde 2014.

El PS de 2015 manchaba. “El Bloco y el PCP no tenían la voluntad de entrar en el gobierno por miedo a las consecuencias electorales”, afirma Marina Costa Lobo. Mientras el Bloco no quería poner freno a su fuerte tendencia al alza pactando con una de las patas de bipartidismo, el rechazo a gobernar del PCP obedecía a lógicas ideológicas innegociables. Es más, sectores significativos del PCP aún reniegan del acuerdo programático. Por todo ello las fotografías de los acuerdos del 10 de noviembre de 2015 ilustran una ceremonia sin ceremonia. No hay boato. Los líderes firman los papeles con una nula puesta en escena. Es un pacto sin fe. "Da para ser amigos, no para boda", ha afirmado Costa como balance de la relación. Aquel acuerdo programático era la máxima cesión a la que estaban dispuestos los pequeños. Gobernar no estaba sobre la mesa. En cambio, la dirección de Unidas Podemos sí quiere gobernar. Es más, su líder, Pablo Iglesias, situó esta pretensión en el eje de su campaña. Es una pauta en Podemos: cuando más poder tuvo –autonómico y estatal–, menos interés mostró en gobernar. Ahora que retrocede, quiere consejerías y ministerios.

También la mayor radicalidad de las fuerzas portuguesas a la izquierda del PSOE dificulta su integración en el gobierno; lo cual, en una carambola, abrió la puerta al acuerdo programático. Lo explica Marina Costa Lobo: “Tanto el Bloco como el PCP siempre han sido euroescépticos desde el punto de vista económico. El PCP, también desde el punto de vista político. El Bloco y Podemos son similares desde un punto de vista ideológico. Sin embargo, creo que el Bloco tiene más experiencia parlamentaria. El BE surgió en 1999, y al principio pensó que dominaría a la extrema izquierda, reduciría al PCP a la nada, influiría decisivamente en el PS...”. El tiempo –añade la investigadora– ha ido atemperando a sus dirigentes y cuadros, que tomaron nota de su retroceso electoral en 2011 tras dejar a Sócrates solo. “Pagaron el precio electoral. Han madurado desde entonces”, afirma Costa Lobo.

  7. Ruptura Vs Continuidad

El interés de Sánchez por el caso portugués no es nuevo. En enero de 2016, con los resultados electorales españoles de diciembre todavía frescos, el candidato socialista visitó a António Costa en Lisboa en un gesto inequívoco. A Sánchez le agradaba la fórmula lusa. El líder español acabaría presentándose como candidato tras un pacto con Cs, inaugurando una vía de acuerdo hacia el centro que no ha cerrado nunca. Pero entonces, enero de 2016, Sánchez ya miraba hacia Portugal como plan A.

Era un momento en el que, desde la óptica de la izquierda, el país vecino había tocado fondo socioeconómicamente, devastado por las políticas de austeridad. He aquí otra diferencia con la España de hoy. Sánchez es presidente desde junio de 2018, presume de crecimiento económico y ha subido el salario mínimo con el apoyo de Unidas Podemos, entre otras medidas. Es decir, en España no habría una ruptura en caso de acuerdo, sino una continuidad.

  8. Acuerdo laboral

A la hora de explicar por qué surgió el histórico entendimiento entre fuerzas de izquierdas en Portugal, es imprescindible analizar el contexto de aquel noviembre de 2015. Con el mercado laboral deshilachado por las reformas impuestas, PS, Bloco y PSP tenían un amplio margen de entendimiento para su reversión. Porque este es el punto central del acuerdo: el trabajo. Más concretamente, recuperar salarios y derechos laborales.

Las tres fuerzas de izquierdas era caricaturizadas por su incapacidad para el entendimiento. Hasta tal punto es así que, tras firmarse el acuerdo, hizo fortuna el apelativo de "acuerdo gerigonça” o “gobierno gerigonça”, aludiendo “gerigonça” en portugués a algo extraño, contrahecho, lioso. Un galimatías. Pese a ello, las tres fuerzas –cuatro, en realidad, porque la CDU está formada por el PCP y Os Verdes– coincidieron en la necesidad de revertir políticas de austeridad. ¿Es extrapolable esta fórmula a España, donde en absoluto está claro que PSOE y Unidas Podemos quieran aplicar las mismas políticas laborales? Es razonable dudarlo. Iglesias suele poner las dudas y cambios de criterio de Sánchez sobre la reforma laboral como ejemplo de su tibieza. La pretensión de Unidas Podemos de ocupar el Ministerio de Trabajo, rechazada por el PSOE, precipitó el fracaso definitivo de la negociación de investidura.

Los acuerdos de la izquierda en Portugal, firmados por el PS con el Bloco, el PCP y Os Verdes, parten del diagnóstico de que las urnas habían dictado la “derrota de la estrategia de empobrecimiento” de la derecha, lo cual obligaba a una nueva “mayoría estable, duradera y creíble”. Los partidos se reconocen unos a otros “naturalezas distintas” y se garantizan “respeto” absoluto a la independencia de criterio de cada uno, pero se sujetan a un programa negro sobre blanco que incluye: “descongelación” de las pensiones, subida del salario mínimo (a 600 euros), recuperación de días festivos retirados, medidas contra la precariedad y por la defensa de la sanidad y educación públicas, restitución de derechos y prestaciones laborales, reducción del IVA, garantías contra desahucios, gratuidad progresiva de manuales escolares, ni una sola privatización más... Los acuerdos incluyen la creación de diversas mesas de trabajo sobre los temas, que en texto suscrito por el PS y Os Verdes se ampliaron a materias de impacto medioambiental como energía, agua y fiscalidad ecológica.

  9. Incentivos para todos

El tiempo dirá si PSOE y Unidas Podemos son capaces de suscribir un acuerdo programático de esta entidad. Lo irrepetible son las condiciones en que se alumbró el acuerdo portugués, que permitió a todas las fuerzas políticas en liza cumplir aspiraciones estratégicas. Lo explica Magalhães: “El acuerdo era bastante detallado, y cada parte se unió por diferentes razones. El PS es un partido más orientado a la distribución de los lugares de poder que a la ideología, por lo que no le costó hacer compromisos a cambio de la posibilidad de llegar al poder. El PCP necesitaba asegurarse de que no hubiera privatizaciones en las empresas en las que tiene poder sindical, que es la base de su implantación social. Un gobierno de derecha o un gobierno del PS aliado a la derecha podría ser desastroso desde este punto de vista".

El Bloco, cuya base social es más volátil, necesitaba conseguir puntos con un conjunto de medidas sociales concretas que le demostraran al electorado de izquierdas que votar por el Bloco es un voto útil. Tanto el Bloco como la CDU necesitaban pactar además para "no poder su potencial de impugnación”, añade Magalhães.

  10. Un equilibrio frágil

El análisis superficial ha conducido a la impresión de que Portugal es una especie de balsa de aceite, ejemplo simultáneo de estabilidad política y remontada económica. No son afirmaciones que salgan del vacío. En efecto, Costa presume de que Portugal está por primera vez en un ciclo de “convergencia real” con Europa. Los recelos de la Comisión Europea y el FMI han desaparecido. El salario mínimo ha subido. El paro, que en 2013, alcanzó el 16,2 está hoy en el 6,7%. La contención del déficit en 2018 lo dejó el 0,5%, récord histórico. La confianza del consumidor no ha parado de crecer. Con estas buenas tendencias bajo el brazo, ministro de Finanzas, Mario Centeno, fue catapultado en diciembre de 2017 a la presidencia del Eurogrupo. Ahora bien, no todo es color de rosa, ni económica ni políticamente.

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Portugal, igual que España, se ha beneficiado del viento de cola de los tipos bajos y el petróleo barato. A pesar de los esfuerzos de diversificación y del lento despegue de sectores más permeables a la innovación, existe una dependencia del binomio turismo-construcción que abre interrogantes sobre la solidez de los pilares del crecimiento. En 2018 Portugal creció menos de lo previsto y menos que en 2017, 2,7% frente a 2,1%. Los sectores a la izquierda del PS piden mayor profundidad en las reformas. El Bloco y el PCP temen que el reforzamiento electoral del PS lo lleve a la tentación de un cambio de aliados tras las elecciones del próximo 6 de octubre.

Todos miran de reojo las encuestas, que auguran que sólo el PS rentabilizará electoralmente el pacto, el Bloco quedaría igual y la CDU bajaría. Los partidos cuentan con una muestra directa en las urnas. El PS ya arrasó en las elecciones locales de 2017, a costa de sus adversarios tanto de derecha como de izquierda. En las europeas de 2019 los socialistas alcanzaron el 35,88%, frente al 10,56% del Bloco (que sube desde el 4,93% de 2014) y el 7,41% de la CDU (que cae desde el 13,71%). “Existe un acalorado debate en el PCP sobre si esta solución no está perjudicando”, señala Magalhães. Coincide Costa Lobo: El que más tiene que perder es el PCP, que construyó toda su identidad oponiéndose al PS. La decisión de un partido ortodoxo como el PCP de apoyar a un gobierno del PS dentro del euro y de la UE es mucho más significativa que la de un partido como el Bloco”. En este contexto de tensión interna y ambiente preelectoral, el secretario general del PCP, Jerónimo de Soussa, acusa ya abiertamente al PS de ir “mano a mano” con el PSD (liberal-conservadores) y el CDS (democristianos).

La proximidad de las elecciones legislativas de octubre está tensando la situación. Durante la primera fase de la legislatura, el desarrollo del acuerdo iba restando importancia a las diferencias político-ideológicas, que las había. No en vano, el PCP es partidario de salir del euro y de nacionalizar las empresas estratégicas. Pero, poco a poco, los conflictos, tensiones y contradicciones han ido sucediéndose, aunque sin una crisis grave todavía. Costa ha hecho cuatro modificaciones de su gabinete. El Bloco y el PSP frecuentemente inciden en que el PS se queda corto en sus medidas sobre mercado laboral o vivienda, entre otras áreas. La tensión se disparó en mayo, cuando el primer ministro amenazó con dimitir si la Asamblea lo obligaba a rectificar y tener que contabilizar casi diez años de ascensos congelados a los profesores, algo que habría comprometido la estricta dieta de control de gasto que se ha impuesto el Gobierno. Finalmente Costa se salió con la suya... aliándose con las fuerzas conservadoras en la Asamblea.

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