De la pandemia a la guerra: el caos impulsa el proyecto europeo

Restos de una escuela tras ser bombardeada en Zhytomyr, Ucrania.

“Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para esas crisis”. La cita del diplomático francés Jean Monnet, uno de los fundadores de lo que hoy es la Unión Europea, vuelve a mostrar toda su vigencia con una economía a medio gas y una guerra sangrienta a las puertas de la frontera este. Después de años de parálisis y de atonía, durante los cuales las voces pesimistas se impusieron al mismo ritmo que las políticas de la austeridad, una triple sucesión de crisis inesperadas (el Brexit, la pandemia y la guerra de Putin) ha sacudido la Unión. El espíritu europeo de comunión ha resucitado con un vigor inesperado al calor de la solidaridad tras la pandemia y de la necesidad de unir fuerzas frente a una amenaza exterior como no había existido en los últimos 30 años.

 “En el fondo, la Unión Europea es hija de la tragedia. Es hija de la II Guerra Mundial”. Quien lo dice es Ignacio Molina, una autoridad en la materia, investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid. Él es de lo que cree que Europa ha sido capaz de reaccionar a pruebas muy duras en muy poco tiempo: la salida del Reino Unido, la lucha contra la pandemia y sus consecuencias económicas y ahora un escenario de guerra que amenaza como pocas veces su seguridad. Mucho mejor, recuerda, que cuando le tocó atajar la Gran Recesión, hacer frente a la crisis de los refugiados o superar el fracaso de la constitución europea.

No obstante, advierte, “que el juicio sea positivo” y que haya “ganas de avanzar, de invertir en capital político, de no dejar de estar a la altura de los desafíos, no significa que tengamos que ser optimistas”. La Unión ha salido de la pandemia muy endeudada y sin haber tenido tiempo para resolverlo está teniendo que afrontar la emergencia de la guerra de Putin y sus consecuencias económicas. La situación, señala, no apunta a “años de prosperidad” sino a “años muy complicados”.

Aun así, admite, “es verdad que hay algunas cosas que pueden ser perdurables y que en el medio plazo sí que sean positivas”. En primer lugar, el hecho de que los fondos Next Generation hayan creado “el precedente de una deuda pública europea”. Sin ellos, asegura, no sería posible el debate abierto en los últimos días para la puesta en marcha de “bonos de guerra” con los que financiar, de manera compartida, el gasto militar que la Unión está obligada a hacer si quiere afrontar su seguridad en el nuevo escenario. 

La pandemia y la guerra son “dos dramas” que “han traído una mutualización de la deuda europea que no esperábamos. Se han juntado dos elementos a priori muy negativos para crear una cosa positiva”. Del mismo modo, la necesidad de dejar de estar en manos de Rusia en materia de suministro de gas puede “acelerar la agenda verde, la descarbonización y el final de la dependencia energética”.

Molina pide no echar “las campanas al vuelo” pero reconoce avances en la creación de una deuda europea, la apuesta por la defensa y la búsqueda de una autonomía estratégica tecnológica e industrial frente a China y también con respecto a Estados Unidos. Como también en la superación de las dificultades que históricamente han enfrentado al norte con el sur y al este con el oeste.

“Los libros de historia hablarán de un antes y un después del 24 de febrero de 2022”, el día en el que Vladímir Putin puso en marcha la invasión de Ucrania, asegura Camino Mortera-Martínez, investigadora del Centro para la Reforma Europea, un centro de reflexión sobre el continente con sede en Londres, Bruselas y Berlín. En su opinión, los cambios que se están produciendo en la Unión son “absolutamente trascendentes” y “van a dejar cambios que van a ser para bien, aunque quizá no a corto plazo”.

Escenarios negativos

No obstante, admite con cierto pesimismo, como analista le resulta “muy complejo hacer predicciones sobre qué va a pasar después, porque en todos los escenarios que estamos manejando no hay uno en el que esto acabe bien para la Unión Europea”. La única hipótesis en la que sí acabaría bien, explica, es aquella en la que la situación en el continente regresase “a un cierto estatus quo previo”, pero para eso haría falta “un cambio de régimen en Moscú que ahora mismo es bastante poco factible”. 

“En todos los escenarios que estamos manejando no hay uno en el que esto acabe bien para la Unión Europea

Camino Mortera-Martínez — Investigadora del Centro para la Reforma Europea

El resto de escenarios, la ocupación de Ucrania por la fuerza o el establecimiento de un nuevo telón de acero “van a cambiar” tanto la dinámica de la Unión como de la cooperación transatlántica. “Me resulta muy complejo hacer ninguna predicción: no vamos a partir del mundo que conocíamos, sino de uno totalmente distinto”, observa. “No vamos a volver a lo que estábamos antes”.

En el avance provocado por la pandemia y la guerra coinciden también los portavoces políticos con los que ha hablado infoLibre. Héctor Gómez, portavoz del grupo parlamentario socialista en el Congreso, destaca que esta vez, a diferencia de crisis anteriores, “Europa está siendo extremadamente solidaria”, tanto en lo que se refiere a la gestión de las vacunas como a los fondos de reconstrucción. 

“El nuevo escenario de la crisis bélica es un desafío a la unidad del proyecto europeo y por lo tanto, Europa debe dar una respuesta muy potente”, No sólo en relación con el impacto económico sino de cara a la fortaleza misma de la Unión y sus alianzas internacionales. “La deriva expansionista de Putin” debe tener, afirma, “una respuesta a la altura de lo que está siendo”.

Los cambios, en todo caso, le parecen evidentes, y pone como ejemplo al primer ministro holandés, Mark Rutte, que según él ha pasado de ser un opositor a los fondos de reconstrucción a considerarlos “imprescindibles”.

El portavoz del PP en el Congreso para la política exterior, Pablo Hispán, coincide en este análisis y defiende la fe europeísta de su partido. “Históricamente siempre ha sucedido que la Unión Europea ha avanzado en el proceso de integración a golpe de crisis”, asegura. Y en ese camino “el PP siempre está en la idea de más y mejor Europa. Muchos de los eventos de integración los hemos protagonizado nosotros” y su partido siempre defenderá “todo lo que suponga integración y una Europa fuerte”, Eso sí, puntualiza, “vinculada a Estados Unidos en la política exterior”, no protagonizando un nuevo bloque.

María Eugenia Palop, profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid y eurodiputada de Unidas Podemos, lo ve “meridianamente claro”. Cuando llegó a Estrasburgo en 2019, recuerda, Europa estaba “devastada” por la crisis económica y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, tenía serias dificultades para incorporar a su discurso la agenda verde o las cuestiones de género, que ahora son “asuntos centrales” de la Unión.

La dificultad de hacer predicciones

“Nuestra capacidad de predicción es muy baja”, reconoce Palop. “Nadie pensó que el Brexit se iba a ejecutar, y su fue convirtiendo en un trauma mal digerido”. Como tampoco nadie fue capaz de prever la deuda mancomunada, la suspensión del pacto de estabilidad o el 15% de mínimo en el impuesto de sociedades. “Desde el punto de vista social, la UE ha dado un giro de 180 grados”, remata. 

Todos los expertos y portavoces políticos consultados por infoLibre coinciden en que, en cualquier caso, los acontecimientos han acabado por desbordar los estrechos objetivos fijados por la Conferencia para el Futuro de Europa, en la que ciudadanos, instituciones y organizaciones sociales debaten desde hace meses una agenda de propuestas para hacer avanzar a la Unión que ahora a todo el mundo le parecen muy modestas. 

La conferencia, explica Ignacio Molina, era “un ejercicio”, una “conversación” muy vinculado a la “crisis existencial” en la que entró la UE en pleno Brexit. Pero “la pandemia y la guerra han desbordado los objetivos de una conferencia interesante, pero relativamente de perfil bajo. No estaba pensada para cambiar los tratados, para crear un ejército europeo, para avanzar en la energía europea y desconectarse de Rusia”.

Ahora, aunque no cree “que tenga mucho sentido reorientarla”, es posible que tenga “el terreno más abonado para que algunas de las cosas que ahí se digan puedan salir adelante”. Como reforzar las competencias de la Unión en temas de salud o quitar la unanimidad en temas de política exterior y de seguridad —aunque esto obligaría a reformar el tratado—. “Eso antes era impensable”, pero “ahora hay la presión de que nadie puede poner palos en la ruedas si una gran mayoría de Estados quieren hacer cosas juntos”, sea en relación con Rusia o con China.

La conferencia “era una idea ilimitada”, concebida siguiendo el modelo de la conversación nacional que en su día puso en marcha en Francia Emmanuel Macron para hacer frente a las movilizaciones de los chalecos amarillos, recuerda Mortera-Martínez. Ni la política energética ni la defensa común estaban en los debates de la conferencia hace dos semanas. La invasión “ha desbordado” las previsiones y va a cambiarlo todo, desde la educación a la energía. “Va a haber un antes y un después”, opina.

Pablo Hispán cree que la conferencia no debería haber sido “un mirarse a sí mismo” en asuntos como los candidatos a la presidencia de la Comisión o los procedimientos de adopción decisiones, sino una ocasión para ocuparse de lo que “realmente queremos hacer, hacia dónde queremos ir y cómo queremos que la Unión Europea sea un actor decisivo en un mundo muy complejo en el que ya algunos hablan de la segunda guerra fría”. En su opinión, la conferencia está ahora mismo “en un cruce de caminos y tiene que decidir si finalmente opta por aprobar un programa que impulse el papel de la UE en el mundo o queda limitada a cuestiones procedimentales internas que no es lo que están esperando los ciudadanos”.

“Los acontecimientos obligan a acelerar los cambios en el funcionamiento de las instituciones y en las políticas; tiene que haber una adaptación urgente”, sostiene Héctor Gómez (PSOE). “Se van a seguir dando cambios para adaptar la Unión” y “con mucha velocidad”. La guerra de Putin “va a suponer una prueba de fuego para el proyecto europeo” porque debilitarlo es “el principal objetivo” del presidente ruso, subraya el portavoz socialista en el Congreso.

Expectativas poco fundadas

Palop (Unidas Podemos) reconoce que las expectativas de la conferencia “no estaban muy fundadas”. El Consejo “nunca ha estado por la labor de darle entidad”. Ahora “las cosas que se están planteando van a suceder de forma casi automática”, anticipa. “La agilidad con la que se ha movido ese monstruo que es la UE” en asuntos como la pandemia y, sobre todo, la guerra de Putin, son buenos ejemplos.

En medio de tanta incertidumbre, ¿cuáles deben ser las prioridades? En opinión de Molina, y en plena guerra en Europa, no es el momento de pensar en crear una fiscalidad europea, pero sí quizá de gestar una financiación propia “que nos permita tener más dinero” para gastar en asuntos en los que las economías de escala representan una ventaja, como la agenda digital, verde y de seguridad. También sería el momento de hacer “más eficientes” los mecanismos de decisión, para conseguir que no haya Estados que “bloqueen sistemáticamente” los avances. 

Con todo, para el investigador principal del Instituto Elcano lo más importante sería aumentar el respaldo de los ciudadanos al proyecto europeo, algo que según sus datos ya se estaría produciendo como consecuencia de guerra de Putin y la reacción de la Unión. Las solicitudes de adhesión de Ucrania, de Moldavia o de Georgia, a la vista de la amenaza que representa estar fuera de la institucionalidad europea, también estarían contribuyendo a ello. “Por ahora la gente está asustada, pero es muy importante cuidar esa legitimidad ciudadana que hace cinco años estaba muy mal”.

Ahora la gente está asustada, pero es muy importante cuidar esa legitimidad ciudadana que hace cinco años estaba muy mal

Ignacio Molina — Investigador principal del Real Instituto Elcano

La eurodiputada María Eugenia Rodríguez Palop daría prioridad a la creación de una “comunidad política”, entendiendo por tal aquella en la que “podamos articular políticas públicas” desde la UE. La política economía y la fiscal tienen que ir de la mano, defiende, y para “una auténtica unión hay que mancomunar deuda”, crear impuestos comunes y diseñar políticas compartidas en materias tales como los salarios mínimos. “Son cambios estructurales de los que es difícil retroceder: si llegan, se quedan”.

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A la representante de Unidas Podemos en Estrasburgo también le gustaría ver el final definitivo del plan de estabilidad tal y como lo conocemos y que el Consejo pasase a tomar decisiones “por mayorías cualificadas”. Ahora mismo recuerda, “hay dos normativas que tienen que ver con los derechos de las mujeres que están paralizadas en el Consejo porque hay gobiernos que consideran que el género no existe”.

La prioridad, para Héctor Gómez, es “vertebrar una estrategia de seguridad y defensa. “Sin obviar que también en el ámbito sanitario, económico y social se tienen que precipitar decisiones muy potentes”, añade.

“Lo primero es tener clara la idea de más Europa”, resume Hispán. No hay por qué dar prioridad a una cosa sobre la otra porque “los europeos somos capaces de andar y mascar chicle al mismo tiempo”, de profundizar en la integración sanitaria y tener un papel “más activo en una crisis como la de Ucrania”. Hay que trabajar en todo, concluye.

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