¿Celebras el cumpleaños de tu perro? Humanizar 'de más' a tu mascota puede hacerla miedosa o agresiva

Un perro posa con un diseño inspirado en un Oscar dorado durante el día de Hollywood, en Leeds, Reino Unido.

Dogfluencer. Es probable que suene a otro término moderno como en su día pasó con streamer, youtuber o influencer. Si pensamos en mascotas —en su mayoría perros— con sus propias cuentas de Instagram o de TikTok, posando al antojo de sus dueños y recibiendo miles de likes, igual la cosa ya nos suena más familiar. Habrá a quienes les parezca una aberración y habrá a quienes les resulte divertido, pero lo prácticamente innegable es que esta práctica supone, en esencia, una humanización de los animales, algo que, llevado al extremo, puede ocasionarles problemas de comportamiento grave, según alertan los expertos.

Hace un año, por ejemplo, se hizo viral en la red social TikTok un challenge que invitaba a los dueños de los perros a correr en direcciones contrarias para que el animal tuviera que decidir con quién irse. Su reacción, decía el reto, revelaba "a quién quiere más". Desde hace algunas semanas, otro perro predice día a día cómo irá la jornada de los seguidores de su dueño, que le pone de pie para comprobar si se mantiene (lo que significa que será un buen día) o se tumba (lo que predice que no irá tan bien).

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No hay que alarmarse, ni llevarse las manos a la cabeza, ni siquiera cambiar el comportamiento con la mascota de raíz. El asunto es más complicado de lo que parece. En primer lugar, ¿qué es humanizar a un animal? Responder a la pregunta no es tan sencillo.

El director de la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universitat Autonoma de Barcelona, Jaume Fatjó, señala que es “el proceso de atribuirle capacidades o elementos que son propios o típicos del comportamiento humano”. “Por ejemplo, decir que los perros y los gatos son capaces de sentir miedo, alegría o tristeza”, especifica. Pero hasta ahí, es todo normal. Los animales pueden experimentar esas emociones, que son primarias. “Hay una serie de atributos que son compartidos por todas las especies. Las emociones primarias como la ira las pueden sentir muchos animales”, señala el experto. Es más, desde el pasado mes de enero los animales, por ley, son considerados “seres vivos dotados de sensibilidad”, o “seres sintientes”. Gracias a esa normativa, los animales dejaron de ser considerados como “cosas” y su apego a los dueños impide ahora, por ejemplo, que puedan ser embargados.

El posible peligro empieza cuando se cruza una línea y comienza un proceso por el que humanizamos a la mascota más de la cuenta. “Compartimos muchas características con los animales, pero ese proceso de comparación tiene un límite, lo que pasa es que la ciencia lleva muchas décadas intentando averiguar cuál es. Si humanizas en exceso puedes confundir lo que es importante para el animal y para ti. De este modo, aunque tengas buena intención, puedes darle un cuidado que no sea el adecuado”, señala el experto.

Por ejemplo, ¿has pensado alguna vez que a tu mascota le gustaría celebrar su cumpleaños? ¿Qué tenías que comprarle algo por Navidad? ¿Que quizás para conmemorar alguna fecha estaría bien permitirle comer algo diferente? Pues eso es humanizar en exceso, según los expertos. Pero tampoco tiene por qué ser malo, todo depende de cómo se lo tome ella, señala Fatjó, que incide en que hay que saber leer el lenguaje corporal de los animales.

“Prefiero que se humanice a un animal a que se le cosifique, pero hay que poner límites. ¿Cuáles son? Los que van en contra de su bienestar físico o emocional”, explica Tomás Camps, veterinario y etólogo, que concreta que estos comportamientos comienzan cuando se atribuye a la mascota necesidades que, en realidad, no tiene. “Tu perro no necesita comer algo solo porque a ti te gusta mucho, ni llevar joyería para animales”, ejemplifica.

Tampoco necesita vertirse ni recibir regalos por su cumpleaños. Ahí es donde entra en juego su reacción y, por tanto, su "bienestar". “Si por ejemplo, en un día de lluvia, le ponemos un chubasquero para que se mantenga seco y él lo acepta, no hay problema”, dice Camps. Ahora bien, “si estamos celebrando su cumpleaños y no quiere acercarse a nadie, no podemos explicar el comportamiento con timidez, sino con ansiedad”, explica la psicóloga de la Asociación Hydra, de terapia con animales, Mari Carmen Castro, que incide en que hay que fijarse en detalles como si mete el rabo entre las piernas, lo que indicaría que está asustado, o retrae sus orejas.

“El problema es no entender esas señales. El animal puede estar indicándote algo y tú caer en el error de malinterpretarlo, poniéndole sentimientos humanos a esas señales”, incide la experta.

Miedo o agresividad, las consecuencias

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No hacer caso a esas señales podría tener consecuencias. Lo primero que hay que tener en cuenta es que un animal tiene que seguir siendo un animal, y no por permitir eso se le quiere menos. Como señala Fatjó, los gatos tienen un instinto cazador que no hay que reprimir. Es cierto que al estar domesticado no tiene una necesidad básica de hacerlo, pero es importante que mantenga esa actitud. "Humanizar a la mascota en exceso puede llevar a no proporcionarle lo que realmente necesita para estar bien adaptado al entorno y, si no lo está, puede llegar a tener un estado de estrés crónico", alerta el experto.

Ahí es donde pueden aparecer los problemas de comportamiento. "Pueden alejarse de la familia, estar más retraídos, no tener ganas de jugar o incluso dejar de comer", advierte Fatjó. Y es posible, también, que tengan dificultades a la hora de relacionarse con otros animales. Marta, trabajadora de la Guardería Ciudadano Canino, en Madrid, señala que todos los perros con los que trabaja "están humanizados en exceso". "Y se nota", dice. ¿Cómo? "Cuando se juntan con otros animales, no saben cómo comportarse y a veces se ponen agresivos", lamenta.

Y cuando ya se ha llegado a ese punto, ¿se puede revertir la situación? Según Castro, es complicado. "Los animales ya interiorizan ese trato que se les da, por lo que modificar los problemas de conducta derivados de esa humanización requiere normalmente de un profesional", dice. Fatjó, por su parte, asegura que todo dependerá del grado de "desadaptación al entorno" que tenga el animal. Pero todos coinciden en algo: lo más difícil de modificar y mejorar es el comportamiento del dueño hacia el animal. "Tiene que haber también un aprendizaje humano, y ese es el más difícil", señala Castro.

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