Santi Vila, exconseller catalán: "Si no se renuncia a la vía unilateral, va a ser muy difícil justificar la amnistía"

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“Dimito. Mis intentos de diálogo han fracasado. Espero haber sido útil hasta el último minuto al president y a los catalanes”. Así se despedía de la política Santi Vila el 26 de octubre de 2017. Se marchaba un día antes de que el Parlament aprobara la Declaración Unilateral de Independencia. Él intentó que Carles Puigdemont frenara y convocara elecciones. No lo logró.

El exconseller de Empresa era uno de los puentes con Madrid. Ahora lo recuerda todo como "un gran despropósito". Confiesa que nunca hubiera firmado esa convocatoria de referéndum de saber el choque final. Se sentaría luego en el banquillo de los acusados en el Tribunal Supremo. Fue condenado por desobediencia a un año y ocho meses de inhabilitación y a una multa de 60.000 euros. Ya ha cumplido su pena. Ahora encara una nueva fase de su vida, como profesor de Humanidades en la Universitat Ramon Llull, en la empresa Aigües de Banyoles y asesorando al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (PSC), al frente del comité de infraestructuras de la ciudad.

Se acaban de cumplir seis años del 1-O, ¿cómo lo recuerda?

Un gran despropósito. La reacción del Estado fue absolutamente desproporcionada y contribuyó a la polarización de la sociedad y al desafecto hacia el resto de España de forma innecesaria. Y, por la parte del Govern, si yo hubiera sido consciente de hasta qué punto poníamos en peligro a nuestros conciudadanos, no habría firmado nunca la convocatoria del referéndum. Aquello se hizo para tensar la cuerda y estábamos convencidos de que in extremis el Ejecutivo central nos invitaría a la negociación. Aquel día es conmemorado por muchos como un gran momento, pero para mí encarna un gran despropósito, por la incapacidad de unos y otros para evitar la colisión.

¿Cómo está hoy Cataluña?

Bien desde el punto de vista convivencial, se ha superado aquel momento tan traumático. Pero hay todavía problemas reputacionales importantes. Tenemos que aprovechar esta coyuntura para dejar definitivamente atrás una manera de reivindicar lo que es legítimo, la independencia, porque ha quedado acreditado que la consecución de mejoras de autogobierno y de reconocimiento sólo se da a la antigua, por la vía de la aritmética parlamentaria. Cuando la política salta a las calles no consigue nada, y cuando vuelve a los despachos y al hemiciclo obtiene logros. 

El 1-O fue un gran despropósito

¿Está a favor de una ley de amnistía?

La respuesta en términos absolutos es sí. Pero sería deseable que partiera del reconocimiento mutuo de que nunca las cosas debieron de llegar al punto que llegaron y que, en consecuencia, nos conjuramos a vivir un momento fundacional juntos. La amnistía debe partir de la asunción de que todos podíamos haberlo hecho mejor. El propio Manuel Marchena lo decía en la sentencia con aquello de “busco la verdad judicial tan cierto como que nunca tendría que haber llegado a los juzgados”. La justificación moral de la amnistía tendría que ir por el reconocimiento de ambas partes de que nunca se tenía que haber llegado a la situación extrema. La Constitución española no es militante. Por lo tanto, la aspiración a la independencia de un territorio es legítima, siempre que se respete el ordenamiento legal. Podría ser razonable si hay un propósito de enmienda y una voluntad de concordia.

¿Tendría que darse la amnistía a cambio de que el independentismo renuncie a la unilateralidad?

Sin ningún tipo de duda. La gran lección que todos tenemos que aprender de la experiencia del procés es que es una visión simplista creer que la democracia es sólo ejercer el derecho al voto. Es votar y Estado de derecho. El movimiento independentista tenía razón y Rajoy también. No hay democracia sin ley, pero no hay ley sin democracia. Cualquier aspiración es legítima siempre que esté dentro del marco de la ley. 

¿Se verá esa ley de amnistía?

Soy un poco escéptico. Hay que distinguir entre lo que me gustaría que pasara y lo que va a pasar. Sobre todo, viendo las declaraciones públicas que se hacen desde Junts. Una amnistía tiene que tener una justificación ética y, para mí, es el propósito de concordia. El propio Feijóo ha admitido públicamente que conformarse con tratar lo catalán con conllevancia es insuficiente. Rajoy fue en ese sentido orteguiano y se ha aprendido que con eso no es bastante. Junts también tiene que aprender que algo tan importante como la amnistía debe de partir de estas premisas. Pero el tono va más allá de la estética de la negociación. Hay una pequeña tradición dentro del independentismo entre ERC y Junts que es letal y mortífera. Pasó en el 2017 y ahora continuamente. Esta competencia les lleva al precipicio. 

La amnistía debe partir de la asunción de que todos podíamos haberlo hecho mejor

¿Pactará finalmente Junts la investidura de Sánchez?

Me gustaría que la votaran, pero soy muy escéptico con esa posibilidad. Hay beneficios objetivos en lo personal porque hay muchas personas encausadas, pero Puigdemont insiste en que no quiere soluciones personales. Parece obvio que no se va a conceder un referéndum y que si no se renuncia a la vía unilateral pues va a ser muy difícil justificar una amnistía que salta a la vista que sólo buscaría resolver la investidura. Es verdad que el interés une y hay incentivos suficientes. 

Conoce mucho a Puigdemont. ¿Cree que ya ha tomado la decisión o lo hará a última hora?

Es un hombre muy idealista. No va a soportar bajo ninguna circunstancia ser sospechoso de traidor. Él se cayó por el precipicio ante la acusación de Rufián en 2017 y eso hizo que no tomara las decisiones correctas. Y él tenía clarísimo lo que había que hacer y estuvo a punto de convocar elecciones. ERC, en esta ocasión, es la primera interesada en ser pragmática. Cuando la voz de la conciencia independentista le afee a Puigdemont que sólo resuelve temas personales, ¿qué va a hacer? ¿Resistirá la presión? ¿O preferirá equivocarse con los suyos a tener razón y quedarse solo? 

¿Incógnita hasta el último momento?

El patrón se repite si tuviese que apostar. El PSOE y Sumar aplican el principio de los economistas de que va a ser real lo que se asume como real. Predican que está hecho, pues ojalá. Pero los que nos conocemos entre nosotros decimos que no sabemos de dónde sale esa alegría.

Puigdemont es muy idealista, no va a soportar ser sospechoso de ser traidor

Usted fue condenado en el juicio del 1-O, ¿le parece bien que se le aplique una amnistía a Puigdemont, que tenía una mayor responsabilidad en el Govern?

Sí, sin duda. La amnistía es un recurso a disposición de la soberanía popular y del Congreso de los Diputados para la reconciliación y el proyecto compartido. Esta es la condición necesaria. Yo cumplí condena, económica y de inhabilitación, y ni me beneficié del indulto. Otros compañeros sufrieron más porque tuvieron penas de prisión. Me alegré como si fuera un familiar cuando los indultaron. Como siempre he partido de la premisa de que el castigo fue desproporcionado, no me ruborizaría. Al contrario, me alegraría mucho de que Puigdemont se beneficiara de la amnistía, vuelva a Cataluña y dedique el resto de su vida a trabajar por la protección de la lengua y la cultura catalana y su idea de independencia. Está muy bien. También alguien hasta hace poco soñó que España tendría que ser una república. 

Su inhabilitación ya ha expirado, ¿le apetecería volver a la primera línea política o salió escaldado tras el 1-O?

Ahora voy a citar a Ortega en positivo: la vida es vocación, circunstancias y suerte. Yo no tuve muy a favor las circunstancias y la suerte en la etapa que me tocó vivir. Pero la vocación sigue incólume. Los años más felices de mi vida fueron en los que era servidor público. Ahora estoy en otra fase de la vida, y tan feliz. No me planteo nada más.

Mi vocación política sigue incólume, pero no tuve a favor las circunstancias y la suerte

Le ha fichado Jaume Collboni como asesor en el Ayuntamiento de Barcelona al frente del comité de infraestructuras. ¿El Santi Vila de 2023 está más cercano a las ideas del PSC que de Junts?

Sin ningún tipo de duda, pero es que el de 2017 también. Siempre he creído en España como un Estado plurinacional. Como diría Maravall: una nación de naciones. Siempre lo creí en mi etapa activa como político y ahora. La deriva nítidamente independentista de Junts para mí es extraña. Pero también habrá que ver la sinceridad del PSOE a la hora de defender la España compuesta. 

El presidente en funciones, Pedro Sánchez, ha tomado decisiones arriesgadas como los indultos, que nadie esperaba. ¿Ha llevado una hoja de ruta correcta para solucionar el problema catalán?

Hay una cosa muy buena: la política ha regresado de nuevo a los despachos y al reconocimiento del otro, que es condición previa al diálogo. Me he alegrado de que la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, visitara a Puigdemont. Hay un conflicto político y no ha habido en ningún momento violencia. Nadie es sospechoso de un delito de rebelión. ¿Es la senda correcta? Diría que sí, pero si se amarra bien un mínimo de consenso en torno al respeto al ordenamiento constitucional y a que España es una democracia no militante. Por lo tanto, tiene que respetar cualquier tipo de proyecto político si es defendido legalmente. Son las dos acotaciones para los dos bandos. Una amnistía es necesaria y positiva si se arranca el compromiso de que nunca más se violentará el ordenamiento legal. Y el Gobierno tiene que asumir esta mentalidad también. Si no, puede dar la impresión de que es un simple mercadeo que sólo tiene una justificación interesada.

Si se repitieran elecciones por falta de acuerdo con Junts y ERC, ¿subiría el PSC?

Depende de cómo justifique su posición. Las próximas semanas van a ser claves. El PSC ha tenido un resultado espectacular, es difícil superar la propia marca. Podría ser que en un contexto de elecciones en enero se polaricen más las posiciones y sufran especialmente los partidos más allá del bipartidismo. Pero no me fiaría mucho. Estaba en un acto con sectores de la burguesía en Barcelona el otro día y todos habían votado socialista, pero confesaban que si hay que ir a enero, no lo harán. 

Me decepcionó mucho la declaración de Sáenz de Santamaría en el Tribunal Supremo

El independentismo ha puesto en el foco el referéndum, pero el PSOE ha marcado su línea roja. ¿Crees que debería haber uno?

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha dicho una cosa muy matizada que me gusta mucho: esto se acabará resolviendo votando. Y en eso tiene razón. Ya en 2017 llevé una propuesta de los sectores más tranquilos del catalanismo a Soraya Sáenz de Santamaría a Moncloa. Pedíamos acordar medidas como el pacto fiscal, reforma del Estatuto o inversiones y darnos un tiempo de aplicación, para luego en unos años votar el grado de satisfacción de la ciudadanía. Seguramente veremos algún tipo de votación.

¿Dentro de la Constitución?

Evidentemente, y no un referéndum de independencia. Eso lo pusimos sobre la mesa en marzo de 2017. Puede haber un punto de equilibrio en el que se respete la soberanía nacional y al mismo tiempo se reconozca que el pueblo de Cataluña vota sobre temas muy objetivos y objetivables. 

El líder del PP es Alberto Núñez Feijóo, que venía del sector moderado, pero ahora va hasta la manifestación en Barcelona contra la amnistía. ¿Le ha decepcionado al político que está viendo en Madrid?

Pasa con todos los líderes políticos: sólo tienen autoridad cuando llegan al poder. Va a vivir muchos meses muy difíciles en los que no podrá ser él mismo. Es un político al que he respetado mucho. Lo he escuchado en el Cercle d’Economia decir una cosa incuestionable: “No me van a contar ustedes lo que es una nacionalidad histórica y que España es un Estado compuesto, vayamos a cosas prácticas”. Pero esto no lo puede contar en Madrid con la caverna mediática. Esto sólo podrá hacerlo si llega al poder.

¿Ha hablado con Puigdemont desde el 1-O?

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Si, con relativa frecuencia. Me alegraría muchísimo de que fuera lo suficientemente valiente y generoso con él mismo para aprovecharse de esta coyuntura que nadie podía imaginar.

¿Y con Sáenz de Santamaría?

Nunca más. Coincidimos en el Tribunal Supremo y me decepcionó mucho su declaración.

“Dimito. Mis intentos de diálogo han fracasado. Espero haber sido útil hasta el último minuto al president y a los catalanes”. Así se despedía de la política Santi Vila el 26 de octubre de 2017. Se marchaba un día antes de que el Parlament aprobara la Declaración Unilateral de Independencia. Él intentó que Carles Puigdemont frenara y convocara elecciones. No lo logró.

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