El señor Aznar se merece una querella (o varias)

José María Aznar, expresidente del Gobierno, ha elegido este martes un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander para afirmar que la Ley de Memoria Democrática impulsada por el Gobierno de Pedro Sánchez y pactada con EH Bildu es "un disparate hecho por terroristas y pactado con terroristas" (ver aquí). En mi modesta opinión, la respuesta que el señor Aznar merece ante semejante "disparate" es una querella por calumnias e injurias, como mínimo.

Reconozco un hartazgo infinito sobre las permanentes lecciones de gobernanza y gestión política que nos ofrecen algunos de esos "jarrones chinos" que no terminan de asumir que su tiempo acabó. Pero sería más que injusto incluir a todos los expresidentes en el mismo saco. De hecho, cuentan los más enterados que hay un nexo que une de forma profunda a Zapatero y Rajoy: ninguno de los dos soporta a Aznar, siempre cabalgando sobre su infinita soberbia. Y añaden que, a medida que pasan los años, mayor complicidad se percibe entre Felipe González y José María Aznar (sí, el del "¡váyase, señor González!").

Esta vez se ha pasado muchos pueblos y en algún momento merece que se le paren los pies. Una cosa es que Aznar no acepte las reglas de juego de la democracia (todo aquel que obtiene los votos necesarios gana una representación parlamentaria tan legítima como cualquier otra) y algo muy distinto es proclamar que los autores de un proyecto de ley son "terroristas" y también lo son aquellos con quienes ese proyecto se pacta. Tiene derecho Aznar a vivir con las secuelas que pueda provocar el hecho de haber soportado un atentado directo contra su propia vida. Pero después de tan dramática experiencia, Aznar se prestó desde la presidencia del Gobierno a nombrar a ETA como "Movimiento Vasco de Liberación Nacional", a trasladar a centenares de presos y a ofrecer de todo (menos Gibraltar) con tal de lograr el fin del terrorismo. Un comportamiento que le honraría si no fuera porque, tras fracasar, nunca ha mostrado la mínima generosidad y responsabilidad de Estado para facilitar la complejísima tarea (y felicitar) a quien lo consiguiera más tarde, por ejemplo, Zapatero.

Cuentan los más enterados que hay un nexo que une de forma profunda a Zapatero y Rajoy: ninguno de los dos soporta a Aznar, siempre cabalgando sobre su infinita soberbia

Ya sé que al señor Aznar, como a cualquiera, lo protege la libertad de expresión. Muy bien, ante la duda, siempre la presunción de inocencia. Pero ya les anticipo que si un servidor, como periodista, calificara de "terroristas" a los autores o negociadores de una ley, andaría ya camino del banquillo y con escasas posibilidades de librarse de una condena.

Alguien puede reprocharnos que dediquemos una sola línea a lo que diga o no diga a estas alturas el ex presidente Aznar, el de los zapatos sobre la mesa y el puro en la boca, el único miembro del trío de las Azores que aún no ha reconocido las mentiras que llevaron a la invasión de Irak (ni mucho menos ha pedido disculpas por ello). Pero es que "estas alturas" en las que estamos son precisamente las que reflejan a un líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, cuyos principales rasgos característicos vienen a ser los de la primera legislatura de Aznar, cuando hablaba catalán en la intimidad y aparentaba una moderación netamente "centrista".

Se le percibe a Aznar encantado con repartir piropos a Feijóo y a Ayuso, derrochando un veneno que pretende servir de pegamento para reunificar el centro-derecha-extrema derecha, siempre sujeto, eso sí, a una doctrina económica neoliberal, ultracatólica, dedicada a extraer recursos públicos para facilitar negocios privados, ya se trate de liberalizar suelo rústico para la construcción o becas para rentas de más de 100.000 euros. Sin complejos. Y dispuesto permanentemente a repartir mandobles armado con un ejemplar de la Constitución de lectura única: la suya y la de todos los vencedores de la guerra civil.

"No se puede defender la Constitución y la transición y aprobar un proyecto de ley que es un disparate", sostiene Aznar. Lo que no se puede, entiendo yo, es manosear y distorsionar el propio texto constitucional para apropiarse siempre de su sentido. ¿En serio no es posible y deseable, 44 años después de aprobada la Constitución (por cierto, no con todos los votos de Alianza Popular), acordar una Ley de Memoria Democrática que de una vez acoja a las víctimas del franquismo siempre ignoradas y despreciadas, y que de alguna forma dignifique a quienes sufrieron el terrorismo de Estado o el de la extrema derecha hasta bien entrada la democracia?

Merece respuestas contundentes la difamadora osadía de Aznar, pero lo más grave es que quien a estas alturas debiera responderle y no lo hace es el propio Feijóo, más ocupado en su obsesión por captar a la vez votos de Vox y del PSOE, aunque sea a costa de seguir bloqueando la renovación de los órganos constitucionales o de asegurar a los cuatro vientos que su país, España, está prácticamente "en quiebra" (ver aquí). Ya saben, "que se hunda, que ya la levantaremos nosotros". 

Más sobre este tema
stats