La extrema derecha en España

Vox, tocado pero no hundido: los datos, encuestas y casos europeos que alejan la comparación con Cs

Macarena Olona, en una comparecencia en el Parlamento andaluz. Detrás, Rodrigo Alonso, presidente del grupo parlamentario andaluz y líder del sindicato Solidaridad.

Está tocado, sin duda, pero Vox no está hundido. Quizás ha descubierto su techo, pero también muestra un suelo resistente incluso en un mal momento. Tras su decepción electoral en Andalucía, el partido de Santiago Abascal observa un cambio en la conversación sobre su futuro. Ya nadie habla de sorpasso al PP, ni es creíble el discurso de ganador imbatible de quien parece ir quemando etapas una tras otra hasta la cima. Es más, se habla de rebaja de expectativas, de problemas internos, de limitaciones organizativas. Ahora bien, ¿dar por acabado a Vox? ¿Compararlo con Cs? No tan deprisa. Vox tiene un anclaje firme en el espacio sociológico de la extrema derecha, definido sobre todo por su nacionalismo excluyente. Incluso si entrase en una grave crisis que cuestionase al partido, hipótesis que nadie maneja todavía, los casos europeos muestran que sería para dar protagonismo a una nueva fuerza parecida.

Los números no describen un cataclismo. El fracaso en Andalucía lo es sólo en relación con las expectativas. En realidad, Vox crece en escaños (de 12 a 14), en votos (de 396.607 a 493.932, casi 100.000 más) y en porcentaje (de 10,96% a 13,46%). Las encuestas detectan un retroceso, no un hundimiento. El barómetro de julio le da una estimación de voto del 12%. ¿Mucho? ¿Poco? La mayoría de análisis se centraron en la comparación con junio, cuando tenía un 16,5%. Sí es una caída significativa, cuya evolución hay que seguir. Pero ese 12% puede ser también mirado al trasluz de la estimación de voto de otras fechas relevantes. Tomemos dos. Septiembre de 2019, en plena precampaña de la repetición electoral: 7,5% de estimación de voto para Vox, es decir, 4,5 puntos menos que ahora. Vox acabó sacando un 15,2% en noviembre, casi 5 puntos más que en abril. Octubre de 2020, con Abascal desafiando el liderazgo de Pablo Casado en la derecha con su moción de censura: 12,5%, sólo medio punto más que hoy.

Además de los números, infoLibre ha recabado el análisis de siete especialistas de los campos politológico, demoscópico y de investigación específica sobre la extrema derecha. Con matices –no hay dos voces iguales–, esta es la panorámica general ofrecida.

El próximo curso político amenaza con nubarrones para Vox –voto útil al PP, posible descontrol de los líos internos, dudas estratégicas–, pero la solidez de sus anclajes hace ahora mismo poco verosímil una entrada en barrena, dado que la conexión del partido con su electorado se basa en emociones fuertes como el nacionalismo y la antipolítica.

La experiencia europea aleja la posibilidad de crisis terminal. Este tipo de formaciones son de naturaleza volátil, pero suelen ser duras de roer. El Frente Nacional ha sufrido crisis graves –electorales, estratégicas, de liderazgo, puramente familiares– y ahí sigue, como Reagrupación Nacional, en lucha por el poder pese al surgimiento del zemmourismo. En Italia La Lega de Matteo Salvini, tras múltiples vaivenes, sigue siendo una fuerza relevante y si no vive su mejor momento es porque hay un partido aún más a la derecha, Fratelli d'Italia, que lidera los sondeos. Alternativa para Alemania, tras su retroceso electoral en 2021, se ha erigido en la voz discordante de la política nacional en relación con Rusia y la crisis energética. No hay dos casos iguales, pero sí una conclusión general: una vez que la extrema derecha entra –y en todas partes salvo Portugal entró antes que en España–, se queda.

– No es infrecuente que, en momentos de crisis del partido dominante de la familia ultraderechista, surja un competidor en ese espacio, que no necesariamente supone la desaparición del original: así ha ocurrido en Francia, Italia, Holanda o Dinamarca. Y eso sin entrar en los países europeos, como Polonia y Hungría, donde gobiernan fuerzas de la misma familia de Vox.

El palo andaluz y su resaca

Es indudable que Vox vive un momento de tribulación. En las elecciones andaluzas, donde presentó como candidata a una de sus estrellas, Macarena Olona, ha decepcionado sus expectativas y ha perdido su influencia. Tras el resultado, el partido ha dado síntomas de confusión con súbitos cambios de rumbo. Y algo raro en Vox: se habla de problemas internos. Olona dimitió ante el silencio de buena parte de su grupo, donde hay una pugna soterrada. Las encuesta postelectorales de la Junta y el CIS, así como las privadas, coincidentes en un retroceso de Vox, hacen innegable una situación delicada.

Pero, junto a la tendencia al retroceso, los análisis coinciden: ojo con dar por amortizado a Vox. El politólogo Pablo Simón, profesor de la Universidad Carlos III, cree que Vox ha cometido el error de "inflar expectativas" en Andalucía, lo que ahora agrava la percepción de que no puede competir de tú a tú con el PP. Todo ello beneficia a Alberto Núñez Feijóo, que puede apelar al voto útil, algo especialmente problemático para el partido de Abascal, en la medida en que, "a diferencia de otras extremas derechas, que llegan a una electorado más transversal, Vox bebe sobre todo del PP", añade.

Ahora bien, Simón tiene claro que esto no es el principio del fin de Vox. Es un clásico, añade, que los electorados de partidos nuevos vivan periodos de atonía entre elecciones. "Le pasa mucho a Podemos, que luego recupera en campaña". Simón recuerda que Vox, entre las elecciones de abril y noviembre de 2019, tuvo barómetros con estimaciones de voto muy bajas y finalmente en las urnas pasó del 10,2% al 15,1%. "Enterrar al partido es un exceso. Vox tiene mimbres estructurales para resistir. Su caladero electoral lo hace difícil de extinguir. Cs es distinto. Es un partido de temas. Si le robas esos temas, vacías al partido. En cambio, Vox tiene dos pivotes: nacionalismo reaccionario esencialista –que siempre va a tener un público y le dará más fuerza cuanto más caliente esté el tema, especialmente en Cataluña– y discurso contra la inmigración", explica el editor de Politikon. Es previsible, añade, que Vox se aferre ahora a todas las banderas que lo diferencian del PP, protegiendo su "voto antiestablishment" y presentando a Feijóo como alguien "no suficientemente español" y de derechas.

El mapa de encuestas "no debe llevarnos a suponer que un descenso actual signifique una pérdida de escaños para unas posibles elecciones", señala la experta en análisis político y electoral Guadalupe Talavera, quien sí cree que Vox se enfrenta a un peligro: en situaciones de "incertidumbre", su discurso "populista y emocional" declina frente a liderazgos como el de Feijóo, que apuesta por generar "confianza" prometiendo "gestión". A este problema se suma otro: la falta de implantación territorial, señala Talavera, que califica de "fiasco de expectativas" lo ocurrido en Andalucía, donde Olona hizo una campaña "folclórica", presentándose "como una influencer", una "desnaturalización" que se sumó a la falta de atención a los problemas específicos de Andalucía.

"El voto a Vox tiene un resorte emocional importante, vinculado al enfado, al cabreo, al deseo de castigo... Son emociones que siguen existiendo, más aún con un otoño que se prevé difícil por la inflación y la sequía", explica Ana Salazar, CEO de Idus3, que sí cree que los problemas del partido van más allá de Andalucía. "Cada vez se extiende más la percepción de que Vox no contenta a un electorado suficientemente amplio" como para ser alternativa al PP, afirma. La politóloga cree que la vicepresidencia de Castilla y León será "una excepción, un punto en el mapa". ¿De ahí a pensar en una caída libre? Hay un trecho, afirma. Eso sí, hay un factor que podría tener efectos muy negativos para el partido: las luchas internas, si estas se recrudecen. Salazar señala que es clave para Vox evitar dinámicas de enfrentamiento y centrarse en las autonómicas y las municipales, que "son las que le pueden proporcionar sus cuarteles de invierno y garantizar financiación".

En el consultor político César Calderón encontramos el pronóstico más oscuro sobre el futuro de Vox, aunque sin contemplar –de momento– que corra la suerte de Cs. Vox –analiza– está sufriendo el embate de diversos factores, entre los que podría citarse el retroceso del protagonismo de la cuestión catalana y una "miríada de errores estratégicos" incluidos los de una campaña andaluza mal concebida y ejecutada. Pero, sobre todo, Calderón cree que Vox paga el precio de "un cambio de escenario nacional" en el que "un importante porcentaje de sus votantes ha entendido que la única forma de que el cambio se produzca es concentrando su voto en el PP". "Eso es game over", afirma.

Entonces, ¿puede a Vox pasarle lo que a UPyD y Cs? "No lo creo. ¿Pueden pasarles cosas parecidas? Sin duda, sí. Los partidos de crecimiento explosivo, al desaparecer o difuminarse las crisis que supusieron su eclosión –la de 2008 para Podemos y la territorial catalana para Cs–, han comenzado una paulatina de pérdida de peso. No es probable que Vox desaparezca de la noche a la mañana pero tanto el escenario político de cambio, que va hacer que se produzca un monumental corrimiento de tierras en favor del PP, como la maquinaria de nuestro sistema electoral, que castiga a los partidos por debajo del 14% en las provincias medianas, conspiran para que su peso político sea mucho más limitado", señala el fundador de Red Lines.

Una familia resistente

A las cuatro voces ya escuchadas, de observadores acreditados en el análisis político, sumamos tres con conocimiento específico de la extrema derecha en España y fuera. Stuart Turnbull-Dugarte, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Southampton, señala que los partidos de esta familia, una vez dentro del sistema, rara vez salen, porque ofrecen a su electorado un producto que nadie más les vende. Eso no significa que, en función de coyuntura o rumbo estratégico, no puedan subir o bajar. Pero, ¿desaparecer? Si acaso, sustituidos por otro partido similar, sea nuevo o una escisión, o cuando sale el "líder carismático", si no hay un recambio capaz de mantener el pulso.

"No estamos en el punto de Cs, que aprovechó un momento de crisis, de hartazgo con el bipartidismo, para ofrecer una tercera vía, pero sin que hubiera una demanda orgánica. En el caso de Vox, sí había una demanda de derecha más radical por parte de unos votantes del PP que no querían morderse más la lengua. Vox aprovechó una crisis no económica, sino institucional [el procés] para entrar. Una vez dentro, es difícil que salga", explica Turnbull-Dugarte, de cuya explicación se extraen tres factores que le dan solidez a Vox: 1) Vigencia de sus grandes bazas electorales: "defensa de la unidad de España" y "valores socioculturales conservadores y tradicionales", expresados en temas como género, diversidad o inmigración. 2) Conexión con un electorado joven, que, aunque más volátil, garantiza votantes de futuro. 3) Persistencia del malestar social por la economía, lo que "a priori" favorece a los partidos populistas.

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Beatriz Acha, autora del ensayo Analizar el auge de la ultraderecha. Surgimiento, ideología y ascenso de los nuevos partidos de ultraderecha (Gedisa, 2021), inscribe la caída de Vox en las dinámicas típicas de las formaciones de su familia. "Se suelen recuperar [de las crisis], sí. Y también volver a caer. Son muy inestables en sus trayectorias", explica. La situación de Vox le recuerda a la de Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán). "Tras las generales de 2017, AfD siguió encadenando algunos éxitos, pero también empezaron los problemas internos", señala Acha. En 2021 pasó del 12,6% al 10,3% del voto, de 94 a 83 diputados y de tercera quinta fuerza. Un retroceso en toda regla. Pero siguen ahí, incluso tras el golpe. "Creo que algo parecido podría ocurrir en las próximas generales aquí", señala Acha, para quien la rebaja de las expectativas de Vox se debe no sólo a Feijóo, sino también a la "estridencia" de Vox. "Es difícil rentabilizar la hipérbole mucho tiempo", afirma. Y más cuando "empiezas a gobernar", como en Castilla y León, recalca.

Juan Francisco Albert, director del centro de análisis sobre extrema derecha Al Descubierto, cree que el futuro de Vox se ha oscurecido, pero que sólo dos factores podrían llegar a ponerlo negro: luchas cainitas y escisiones/nuevos partidos. "A día de hoy, no veo una competencia en su espacio. Las tres escisiones, Tu Patria, Valores y España Suma, apenas tienen apoyo. Sólo podría suceder a Vox un partido más a la derecha, pero la sociedad no está tan radicalizada", afirma. Eso sí, añade, unos malos resultados en municipales/autonómicas y generales de 2023 podrían cambiar el mapa, sobre todo si crece el ruido interno. "Ahí Vox sí ha tenido muchos problemas, con expulsiones, crisis y la pérdida de casi la mitad de los concejales. Ni el peor momento de las coaliciones municipalistas [en torno a Podemos] pasó algo así. Un partido sin democracia interna, controlado por un pequeño grupo en Madrid, puede funcionar si todo va bien, pero en cuanto hay problemas, salta", explica Albert, que cree que lo que realmente dañaría al partido sería la pérdida de apoyos del "poder económico".

Albert coincide con Acha en que los partidos de esta familia, con sus altibajos, rara vez desaparecen. Pero recalca: tampoco se recuperan bien de los mazazos. "Alternativa para Alemania, el Partido Popular Danés, La Lega... todos gestionan mal la frustración". Ahí es donde sí hay mayor riesgo de que las escisiones o fuerzas nuevas cojan fuerza, explica. Así que hay que estar muy atentos a los resultados de 2023 y sus consecuencias. Albert afirma que, durante su fase de ascenso, Vox tuvo el acierto de promocionar a una serie de lugartenientes de Abascal –Jorge Buxadé, Espinosa de los Monteros, Macarena Olona–, protegiendo al partido de los riesgos del personalismo extremo y garantizándole posibilidades de recambio. "Ahora esa fortaleza coral se está perdiendo. Veo a estos acompañantes más desdibujados".

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