El fraude flagrante de algunos digitales

El ecosistema mediático español e internacional se ha llenado de bulos y una toxicidad al límite. Es la jungla en la que habita gran parte del periodismo digital.

El panorama mediático español de la última década y media vio el crecimiento, como champiñones tras la lluvia, de medios de comunicación, principalmente diarios digitales, que cumplen a duras penas con las mínimas normas de la profesión. Más allá de su línea ideológica (la inmensa mayoría son muy conservadores, cuando no reaccionarios y directamente defensores de postulados de extrema derecha), todos tienen características similares: financiación dudosa, pocos remilgos con los bulos y números de audiencia difíciles de creer.

Destacan los más asentados, como El Español, del antiguo director de El Mundo Pedro J. Ramírez, y OKdiario, del tertuliano y también ex de El Mundo Eduardo Inda. Pero hay muchos más, desde el The Objective de Álvaro Nieto (el redactor jefe más breve de la historia de El País) hasta El Debate (órgano de la Asociación Católica de Propagandistas que dirige Bieito Rubido, ex director de ABC), pasando por el VozPópuli de Jesús Cacho hasta llegar a panfletos (en el peor sentido de la palabra) como Libertad Digital o EDATV, los dos controlados por antiguos periodistas de El Mundo convertidos en activistas de ultraderecha. Todos compiten en nichos de mercado muy cercanos, a la derecha de diarios tradicionales como El Mundo o ABC.

¿Cuál es el impacto real de estos digitales? ¿Debemos encender las luces de alerta ante la propagación casi diaria de bulos y de informaciones tendenciosas y tergiversadas cuando no totalmente inventadas? ¿O son herramientas políticas sin impacto potente porque sus audiencias son raquíticas fuera de círculos, principalmente madrileños, de extrema derecha? ¿Cuánto pesan? ¿Son reales las audiencias que declaran?

La auditora de audiencia de medios GfK DAM, la reina en el sector, mide “usuarios únicos”. Un usuario único es, según la definición de los digitales, un individuo particular que visita una página web durante un período de tiempo determinado. Son sistemas de medición alterables que sirven para explicar poco. En sitios web como Best Web Traffic se pueden comprar “usuarios”. Un paquete “Premium” de un mínimo de 200.000 “visitantes” (a la página web que se le indique) costaba 1.029,22 dólares el 2 de febrero. Por menos de 10.000 euros tiene dos millones de “usuarios únicos”. Comprados.

El 17 de noviembre pasado GfK DAM daba los siguientes números de “usuarios únicos”: 16,8 millones para El Español, 15,9 para El País, 15,6 para La Vanguardia, 15,2 para El Mundo, 14,3 para El Confidencial, 13,9 para 20 Minutos, 13,5 para ABC, 13,1 para OKdiario. Lo primero que llama la atención es que están en un pañuelo. En cuanto al “ranking de audiencia media diaria”, para octubre pasado era de 2,1 millones para El Español, 2,0 para El País, 1,9 para El Mundo, 1,7 para ABC y OKdiario, 1,6 para 20 minutos, The Huffington Post y La Vanguardia, 1,4 para El Confidencial y 1,2 para elDiario.es.

¿Sirven las redes para medir audiencias? Sin ser un método científico, parece evidente que quien tiene decenas de millones de seguidores tendrá más audiencia que quien tiene decenas de miles. Veamos números (son datos del 22 de enero). Si sumamos los seguidores en las redes más comunes para los diarios: X, Facebook, Instagram, YouTube, Linkedin y TikTok, El País tiene 20,5 millones, El Mundo 11,8, El Español 2,3, OKdiario 1,8, Libertad Digital 1,2, The Objective 0,45, EDATV 0,4, El Debate 0,35, La Gaceta 0,34 y Vozpópuli 0,33. Si estos números tuvieran alguna relación con sus audiencias, los datos de GfK DAM no valdrían nada.

¿Pero qué pasa si cruzamos esas supuestas audiencias y los números de seguidores en redes sociales? Pues que salen unos números rarísimos. Si para El País esos “usuarios únicos” equivalen al 76% de sus seguidores en redes y para El Mundo al 128%, para El Español al 730%, para OKdiario al 727%, para The Objective al 2.222%, para El Debate al 3.428% y para Vozpópuli al 2.424%.

Hay casos muy extraños, como el de El Debate, órgano de la Asociación Católica de Propagandistas fundado hace poco más de tres años. No tiene suscriptores, no vende una edición en papel, es enano en las redes sociales. Pero en octubre aseguraba que era “la historia de un éxito sin precedentes” porque a principios del cuarto trimestre había alcanzado los 12 millones de “lectores” (se refería a esos “usuarios únicos”). The Objective habría superado los 10 millones “en todo el mundo”, asegura.

O las empresas saben que sus audiencias reales son mucho menores de las que anuncian o no quieren verse relacionadas con medios cargados de bulos y defensa de postulados muy conservadores o directamente de extrema derecha

Si salimos de España y hacemos una comparativa con los grandes diarios europeos, como el francés Le Monde o el británico The Guardian, todos estos datos chocan aún más. El diario parisino, en un país con un índice de lectura superior a España y 20 millones de habitantes más, aseguraba que a finales del tercer trimestre tenía 22 millones de usuarios únicos. The Guardian se mueve en números similares en el mercado británico. De ser ciertos todos los datos, El Español tiene el 76% de la audiencia de Le Monde, El Debate el 54% y The Objective el 45% tras haber superado 10 millones de “usuarios únicos”.

¿Son ciertos esos datos o están manipulados?

Es prácticamente imposible saber a ciencia cierta cuántos lectores tiene un medio digital. En un macrosondeo del CIS que preguntaba simplemente a qué medio se acude para informarse, una cuarta parte de los encuestados respondió El País mientras algunos de esos medios no aparecieron ni entre el 0,1% de los encuestados. Por delante de esos digitales sí aparecían diarios de ciudades del tamaño de Santa Cruz de Tenerife, Granada o Vigo, cuyos índices de lecturas fuera de sus provincias son residuales.

Muchos medios están usando el sistema de medición de audiencias GfK DAM, que coloca a El Español de Pedro J. Ramírez en cabeza y le va sumando millones cada pocos meses. El 16 de enero pasado ya aseguraba que había alcanzado los 18,6 millones de “usuarios únicos”. Ningún medio en España había llegado nunca a esos números en ese medidor. ¿Es El Español el caso de éxito rotundo que pregona o un fraude que aprendió a alterar mejor que los demás sus datos de audiencia?

Pedro J. Ramírez no sólo presume de “usuarios únicos”. También asegura que tuvo en diciembre 2,5 millones de lectores, por dos millones de El País y 1,9 millones de El Mundo. De creer a Pedro J. Ramírez, El Español sería el diario en español más leído del planeta, por encima de El País, del argentino Clarín, que superó en julio del año pasado los 700.000 suscriptores, o del mexicano Reforma. Pedro J. Ramírez dirigiría uno de los mayores diarios de Europa, sólo por detrás de gigantes como los británicos Financial Times y The Guardian, del tabloide popular alemán Bild y rozando al francés Le Monde. Si El Español asegura que en diciembre tuvo 2,5 millones de lectores por dos millones de El País, en el sondeo del CIS apenas el 1,2% de los encuestados asegura informarse en él mientras al diario de Prisa acude el 25%, veinte veces más. Si tenemos en cuenta que en X, antigua Twitter, El Español tenía el 16 de enero poco más de medio millón de seguidores, 17 veces menos que El País y nueve veces menos que El Mundo, sus números parecen aún más raros.

Hay varias formas de saber, fuera de los medidores de audiencia de dudosa calidad, el impacto real que tiene un medio. La primera es la publicidad privada. Porque, aunque las administraciones públicas subvencionen a través de publicidad institucional a los medios, el dinero privado espera obtener un retorno a su inversión publicitaria. Salvo excepciones por motivos espúreos, ninguna empresa privada pagaría publicidad en un medio si supiera que su anuncio llegaría a muy poca gente. Medios como los referidos The Objective o El Debate apenas tienen publicidad. Dando por sentado que no reniegan de publicar anuncios porque algunos sí consiguen, y teniendo en cuenta que cualquiera preferiría vender baratos sus espacios publicitarios que no venderlos, la única explicación a que no tengan más publicidad es que no consiguen captarla por mucho que tiren las tarifas. O las empresas saben que sus audiencias reales son mucho menores de las que anuncian o no quieren verse relacionadas con medios cargados de bulos y defensa de postulados muy conservadores o directamente de extrema derecha.

Volvamos a X. Si El País tiene casi 8,8 millones de seguidores en la red social y presumía hace un año de 17,3 millones de “usuarios únicos”, ¿es creíble que El Debate, que lleva meses peleando para llegar a 55.000 seguidores en X, ¿alegue tener más de 12 millones de “usuarios únicos”? Si The Objective ronda los 157.000 seguidores en X, ¿tiene realmente 10 millones de “usuarios únicos”? De nuevo las sospechas de manipulación de medidores.

La plataforma de videos YouTube es otra marca de agua. Todos los medios están en ella con videos en directo, análisis o pequeñas homilías de sus directores o periodistas. Hace casi tres meses Álvaro Nieto, director de The Objective, subió un video de casi dos minutos en el que analizaba la foto de los enviados del PSOE a Bruselas para reunirse con el expresidente catalán Carles Puigdemont. Un tema que polariza, que genera audiencias y que su diario cubrió ampliamente. La cuenta en X de su digital lo posteó. Ese video no llegaba al cierre de esta pieza a las 550 visualizaciones. El último video de Pepa Bueno, directora de El País, analizando el resultado electoral del 23J, suma más de 153.000 visualizaciones. Pepa Bueno supera los 450.000 seguidores en X mientras Álvaro Nieto no llega a 20.000. Nieto es más activo que Bueno en la red. Él tuiteó su video. Ella no. Mientras El País tiene 2,51 millones de suscriptores en YouTube (6,89 veces menos que “usuarios únicos” de su web), The Objective tiene 48.000, 208 veces menos que sus supuestos “usuarios únicos”. No, no cuadra.

Una historia de usurpación e hipocresía

Una historia de usurpación e hipocresía

A pesar de tener plantillas con decenas de trabajadores y contar con altos cargos salidos de los grandes medios, sus temas apenas se mueven en redes sociales, su interés por todo lo que no sea la bronca política nacional es escaso o nulo, sus secciones de Internacional o no existen o son un largo surtido de cables de agencias y de todos esos medios sólo El Debate tiene corresponsalía en Bruselas. Raro es el día en que no se les desmiente alguna información. Si bien es cierto que algunos de sus redactores y directivos pasan por tertulias de radio y televisión y eso les da visibilidad, es una anomalía que esas personas tengan más seguidores en X que sus medios, periódicos cuyo impacto real en la conversación política, social, cultural y económica es residual. Mucho ruido y pocas nueces.

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Idafe Martín es corresponsal europeo del diario argentino Clarín y columnista.

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