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Lecturas infalibles

Alejandro Morellón alerta sobre el "narrador poco fiable" de 'Lolita'

El escritor Alejandro Morellón en la entrega del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.

Ya resultaba raro que, en una sección de casi cuarenta temas sobre clásicos literarios, solo se citara una vez a Italo Calvino y su ensayo Por qué leer a los clásicos (publicado póstumamente en 1991). Al comienzo, el escritor italiano trataba de esbozar algunas definiciones: "Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir" o "Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima". Son dos de las razones por las que Alejandro Morellón (Madrid, 1985) señala Lolita, la novela de Vladimir NabokovLolita editada en 1955, dentro de la sección en la que escritores y periodistas recomiendan un clásico al que acercarse en unas vacaciones de verano ya en las últimas. 

 

"Recomendaría leer Lolita", dice el mallorquín (que insiste a menudo en que de madrileño solo tiene el DNI) desde su isla, "por ser una novela que a día de hoy todavía suscita debate y polémica, debido al tema y al uso de Nabokov del narrador poco fiable". El tema parece estar claro: los abusos a los que Humbert Humbert somete a su hijastra, Dolores, de 12 años. ¿Pero está realmente claro? Ahí entra el debate al que hace referencia Morellón, ganador del último Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, uno de los reconocimientos más relevantes dentro del género, con El estado natural de las cosas (Caballo de Troya, 2016). El "narrador poco fiable" sobre el que advierte por correo el escritor es el propio Humbert, que detalla en primera persona la relación, obviamente desde su punto de vista. Donde hay violación y control, el personaje creado por el autor ruso ve relaciones consensuadas y amor. 

Pero no todos los lectores, escritores y críticos lo entendieron así. Por las portadas de las distintas ediciones desfilaban representaciones de una Lolita bastante mayor de 12 años, con los labios pintados y actitudes provocativas —aunque Anagrama lanzaba este año una nueva portada que se alejaba de la estética de las anteriores—. La versión cinematográfica que Stanley Kubrick estrenó en 1962, y que dio una segunda vida al clásico, estaba protagonizada por Sue Lyon, entonces de 16 años. La imagen elegida para el póster, que la mostraba con una gafas de sol en forma de corazones y chupando una piruleta de manera poco infantil, fue reproducida hasta la náusea. En la película de 1997, dirigida por Adrian Lyne, la actriz que daba vida a la niña tenía 17 años. La RAE recoge que el significado de lolita es "adolescente seductora y provocativa".

El propio Nabokov protestaría en 1975 contra la lectura que se había hecho hasta entonces de su novela: "Es muy interesante plantearse, como hacen ustedes los periodistas, el problema de la degradación que el personaje de la nínfula que yo inventé en 1955 ha sufrido entre el gran público. No solo la perversidad de la pobre criatura fue grotescamente exagerada, sino el aspecto físico, la edad, todo ha sido modificado por ilustraciones en publicaciones extranjeras", decía el escritor en el célebre programa de televisión francés Apostrophes. "Lolita no es una niña perversa. Es una pobre niña que corrompen", zanjaba. (Y, por cierto, el presentador, Bernard Pivot, reía).

En su opinión, la lectura de la novela que siguió a su publicación estaba teñida de la"mirada maníaca de Humbert". Y de él habla también Morellón, que confiesa haber llegado algo tarde a la novela: "Fue una de esas lecturas continuamente postergadas hasta mis 25. De entonces, recuerdo las descripciones del viaje por Norteamérica y la tensión psicológica de Humbert Humbert, personaje tan memorable como despreciable". ¿Quedó algún poso de Nabokov en su escritura? El escritor, finalista también del Premio Nadal en 2015 con Y he aquí un caballo blanco, es escueto: "Lo que me enseñó Lolita fue que una primera frase de un libro puede contener la quintaesencia de toda la novela". Ahí están las famosas primeras palabras de Humbert, pegajosas, dulzonas y oscuras como el personaje: "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta...". 

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Aunque estas no son, en realidad, las primeras frases de Lolita. El volumen llevaba un falso prólogo que suele olvidarse en los debates. Está firmado por John Ray, supuesto editor del libro. La nota no es solo una justificación de la inclusión de fragmentos eróticos en la novela —algo que dificultó enormemente su publicación en un principio—, sino una advertencia. "No tengo la intención de glorificar a 'H.H.", dice Ray tras contar que el autor de estas memorias ha muerto en la cárcel, en la que había ingresado por un crimen que se oculta al lector. "Cierta desesperada honradez que vibra en su confesión no lo absuelve de pecados de diabólica astucia. Es un anormal. No es un caballero. Pero, ¡con qué magia su violín armonioso conjura en nosotros una ternura, una compasión hacia Lolita que nos entrega a la fascinación del libro, al propio tiempo que abominamos de su autor!". 

Morellón también nos advierte: si a Lolita hay que acercarse irremediablemente a través de la mediación de Humbert, habrá que hacerlo con cuidado. 

 

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