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Antonio Lucas: “Con menos certezas la polarización sería más potable, ahora es de bajísima calidad”

El poeta y periodista Antonio Lucas.

Fuera de sitio es el título que Antonio Lucas (Madrid, 1975) le dio en el año 2016 a la antología que reunía 20 años de su poesía. En una entrevista, el poeta explicaba que eligió ese título porque siempre se había sentido en otro carril, lejos del sendero que transitaban algunos de sus mejores amigos en el mundo de la poesía. Estar fuera de sitio produce, a veces, incertidumbre, pero sin duda, también la certeza de que ese lugar alejado de todos es el que has elegido. Precisamente, en ese camino distinto y marcando su propia senda, a Lucas no le ha ido nada mal en el mundo de la literatura. 

El poeta tiene en su haber una amplia obra que incluye algunos de los premios líricos más importantes de nuestro país. Con su ópera prima, Antes del mundo, consiguió un accésit del Premio Adonáis de poesía, y desde entonces, no ha parado de publicar y de triunfar entre la crítica. Con Los Desengaños ganó el prestigioso Premio Loewe, Lucernario fue Premio Ojo Crítico y Los desnudos, su última obra de poesía hasta la fecha, le hizo merecedor del Premio Generación del 27

En ocasiones, Lucas cambia el papel grueso de los libros de poesía por las finas y menos brillantes fibras de celulosa del periódico, donde escribe en la sección de cultura del diario El Mundo. Además, el poeta es también un habitual en la sección de opinión, con sus columnas sobre diferentes temas de actualidad. Dejando a un lado el papel, también ha colaborado en programas radiofónicos como El Faro de la Cadena Ser o No es un día cualquiera, de RNE. Hoy, sustituye las rotativas por el HTML de infoLibre para hablar del papel de los intelectuales en nuestro tiempo.

Lucas piensa que la figura del pensador también se encuentra, como él, algo fuera de sitio en la actualidad. Una circunstancia favorecida, en su opinión, por por la falta de un clima propicio para el intercambio de ideas. “El problema es que el debate público es cada vez menos debate y los escasos intelectuales que participan con rigor están traspaleados entre las oleadas de tertulianos y profesionales de la cháchara que pasan de un plató a otro, de un micrófono al contrario, dispensando dosis de alpiste superficial (mayormente) para cubrir los minutos asignados”, explica. Por todo ello, el poeta piensa que, muchas veces, después de ver estas tertulias uno sale “más puesto de detalles, pero no siempre más enterado”.

Por todo ello, Lucas cree que la única manera de sobrevivir a estos tiempos de polarización y de aumentar el peso de los intelectuales en el debate social, es elevar el nivel del las discusiones. “Con buenos debates, con altura intelectual, con implicación de ideas, con mejores dudas y menos certezas absolutas la polarización sería más potable”, opina. Incluso, Lucas ironiza sobre la polarización de “bajísima calidad” que tenemos en nuestros días: “Hasta en el rechazo o el desprecio hay calidades. Mucha droga mal cortada”

En este contexto, el poeta vería positiva la vuelta de espacios de debate intelectual profundo en televisión. No está seguro si el mítico programa de los años 70 y 80 La clave sería el modelo a seguir, pero entiende que, en nuestros días “hace falta más exigencia y más capacidad de riesgo, más diálogo, más confrontación de ideas duraderas. Y menos miedo a no estar al día, porque el día siempre acaba antes que nuestro entusiasmo, inquietud o desengaño”.

La ausencia de grandes discusiones o polémicas entre los propios intelectuales, como sí existían antaño, también está muy relacionado con ese debate público de poca calidad del que habla Lucas. El poeta piensa que en el contexto actual, estos pensadores no tienen una relación demasiada estrecha y por eso no aparecen grandes discusiones entre ellos. “Imagino que cada cual va a lo suyo. No existen grandes bloques ideológicos inexpugnables. Los intereses privados están cada vez más cruzados de un lado a otro del río. No hay ganas de pelea. De barro. De fango. Creo que va por ahí. Cada cual a lo suyo y las redes sociales cacareando en todo”, argumenta. 

Hace falta más exigencia y más capacidad de riesgo, más diálogo, más confrontación de ideas duraderas. Y menos miedo a no estar al día, porque el día siempre acaba antes que nuestro entusiasmo, inquietud o desengaño

Antonio Lucas

Pese a esos bloques ideológicos, sí existen algunos temas que a los intelectuales les interesan particularmente y, en opinión de Lucas, todos tienen una raíz común: “de qué coño va esto (colectivamente) y dónde estoy yo (individualmente)”. De este modo, el poeta cree que los temas de debate de estos pensadores no han cambiado demasiado a lo largo del tiempo, sino que se han ido replanteando y actualizando conforme el mundo ha ido cambiando. “Nosotros, como generación multigadget, tenemos retos extraordinarios que no estaban hace 25 años. Retos que apuntan en todas direcciones. Hay una realidad por concretar y otra por especular. La Inteligencia Artificial obligará a repensar todo radicalmente”, insiste Lucas.

El poeta también pone de manifiesto como la época y el contexto también afectan a la visión que tenemos de los propios intelectuales. Por ejemplo, Lucas cree que en el caso de los pensadores españoles del siglo XX, los cuales vivieron momentos como la Guerra Civil, el posterior exilio y la tarea de reconfigurar un país en tiempos de la Transición, fueron esos momentos “tan relevantes” los que les hicieron tener un presencia tan grande en la sociedad

De ese peso social tan amplio de los intelectuales de antaño, emana un conocimiento popular muy amplio de esos grandes nombres, aunque, opina Lucas, muchas veces no es demasiado profundo y es más bien “una mezcla de olvido combinado con el disimulo de hacer creer que se los han leído”. El escritor pone el ejemplo de Antonio Machado, al cual considera “uno de los poetas cívicos más difíciles de citar sin caer en el tópico” porque su obra “está minada de lugares comunes”. Por ello, cree que es necesario haber leído muy bien toda su poesía “para entender la potencia de su palabra y decirla bien”.

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Sin embargo, el escritor también piensa que ahora mismo hay intelectuales con una “sagacidad necesaria”, como pueden ser Remedios Zafra, Marina Garcés, Carlos Granés, Josep Maria Esquirol, Ramón Andrés, u otros más jóvenes como Jorge Freire, Ana Carrasco e Inmaculada Hoyos. En lo relativo a la juventud, Lucas imagina que tienen unas referencias intelectuales muy dispersas porque “las fuentes de alimentación son muchas", la mayoría de ellas emanadas del "pleno rendimiento" de las redes sociales. Ese “jolgorio” de las redes tiene como consecuencia, en opinión del poeta, que existan más “ecos que voces” en ellas y como consecuencia, unos referentes más “mutables” entre los jóvenes.

Otra de las cuestiones importantes está en el compromiso social y el posicionamiento político de estos intelectuales. Lucas sostiene que la mayoría de los pensadores sí se posicionan en público, pero, en ocasiones, con una posición “tan volátil que no dé tiempo a pillarle la postura” o que esta sea “indistinguible de la moda y no pase de un Prêt-à-Porter de ideas saltarinas”.

Por último, Lucas reflexiona sobre el papel de los medios en la percepción que tenemos de los intelectuales. El poeta piensa que en los medios de comunicación escritos “hay mucha confrontación de ideas, de emociones, de falsas certezas y de certezas”, y que más bien el problema de los medios está, a su modo de ver, en su incapacidad para generar interés en la sociedad. “Hay muchos motivos para este fenómeno, algunos merecidos. En el periodismo nos hemos trabajado mucho el desafecto del lector. Y aquí está”, zanja el poeta.

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