Diario desde el infierno o cómo se vive en Phoenix a 43º durante un mes

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En julio, sentarse en el suelo a esperar el autobús mandaba al hospital, literalmente, a quienes vivían en la ciudad estadounidense de Phoenix. El asfalto superaba cada día los 70 y 80 grados de temperatura en las horas de más calor y la gente que lo rozaba —o incluso que se caía por un desmayo— se abrasaba la piel. 

"Solo hace falta tocarlo una fracción de segundo para sufrir una quemadura muy grave. Por desgracia, muchos de nuestros pacientes acaban tendidos durante minutos, a veces incluso horas, y con quemaduras horribles. Y muchos de ellos terminan necesitando cirugía e injertos de piel", relató el 22 de julio Kevin Foster, director del Centro de Quemados del hospital Valleywise de Arizona, en una entrevista en la radio pública estadounidense NPR. 

El testimonio es consecuencia de uno de los récords de temperaturas más salvajes alcanzados hasta ahora, que tuvo lugar hace solo unas semanas en Phoenix, la capital del Estado de Arizona, una región semidesértica del oeste de Estados Unidos. En esa ciudad se registraron 31 días seguidos con máximas por encima de 110º Fahrenheit, o 43,3º centígrados, superando el anterior récord de 18 días seguidos de 1974. Durante ese mes se registraron además 17 días con una máxima de 46º o más, y tres días donde se alcanzaron los 48,3º. Este infierno acabó el 1 de agosto, aunque después se han vuelto a registrar esas temperaturas durante varios días sueltos.

Entre abril y agosto murieron 59 personas por altas temperaturas y se están investigando otras 345 víctimas. Más de un tercio de los fallecidos son sin hogar y más de la mitad del total habían consumido drogas

La prensa local recogió toda clase de testimonios sobre las consecuencias de este episodio en los 1,6 millones de habitantes de Phoenix. Golpes de calor, problemas de riñón e hígado, y hasta decenas de fallecidos. Entre abril y agosto murieron 59 personas por altas temperaturas y se están investigando otras 345 víctimas. Más de un tercio de los fallecidos son sin hogar y más de la mitad del total habían consumido drogas, según el departamento de salud, lo que evidencia que la ciudad no dio respuesta a los más vulnerables. 

Algunos centros que acogen a personas sin hogar tenían el aire acondicionado estropeado de tanto uso, según un reportaje de The New York Times, que siguió a varias personas que buscaban cobijo de las altas temperaturas. El artículo relata que el incremento de los costes de la vivienda y de los desahucios en la ciudad ha dejado en la calle a decenas de familias en el peor momento, y les ha obligado a "vagar entre bibliotecas, supermercados y centros de ayuda durante el día, y dormir en moteles, coches o refugios por la noche". 

Austin Davis, el encargado de un centro para sin techo, contó a ese periódico que tenía 268 mensajes sin leer porque no daba abasto. Muchos centros públicos de acogida estaban llenos y tenían listas de espera de meses y llamaban al suyo pidiendo una cama. "No sabes cuánta gente me ha llamado llorando, pidiendo una habitación de hotel, diciendo que no podía aguantar un día más así", relató al periodista. 

La temperatura a esa hora era teóricamente de 33º, pero los viandantes estaban pisando un asfalto que en realidad estaba a 65º, lo que aumenta drásticamente la sensación térmica

Para comprobar la temperatura real que vivieron los vecinos de Phoenix, la agencia Reuters envió durante la última semana de julio a un fotógrafo a recorrer las calles de la ciudad equipado con una cámara con sensor infrarrojo. Carlos Barria, el autor del artículo, retrató un paso de peatones en el centro de la capital a las 12:24 horas del 26 de julio. La temperatura a esa hora era teóricamente de 33º, pero los viandantes estaban pisando un asfalto que en realidad estaba a 65º, lo que aumenta drásticamente la sensación térmica.

La exposición a estas temperaturas lleva el cuerpo humano al límite. Dos días después sacó una fotografía a las 12:10 horas en una construcción. Un obrero estaba rodeado de superficies que alcanzaban los 40º, vestido con casco y una sudadera, su cuerpo alcanzaba los 41º de temperatura.  

Trabajar en el exterior o hacer deporte a temperaturas muy altas impacta en todo el organismo. El cuerpo trata de bajar la temperatura a través del sudor, y la deshidratación daña los riñones y aumenta la probabilidad de desarrollar piedras o problemas en este órgano. También suben las pulsaciones porque el corazón trata de mover la sangre a las extremidades y la piel para sacar el calor fuera del cuerpo. 

La salud también está ligada a los ingresos de las familias para pagar la factura de la luz y encender el aire acondicionado. También a la capacidad de una ciudad para generar la energía suficiente para abastecer estos picos de consumo

Por supuesto, la salud también está ligada a los ingresos de las familias para pagar la factura de la luz y encender el aire acondicionado. También a la capacidad de una ciudad para generar la energía suficiente para abastecer estos picos de consumo. En Texas, un Estado también famoso por su calor, se llegó a alcanzar en julio el 90% de la capacidad de la red. Sus casi 30 millones de habitantes llegaron a consumir un pico de 80 megavatios de luz, el doble de la demanda máxima de España en julio. En Phoenix también se alcanzaron dos récords de demanda eléctrica en julio. 

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Como curiosidad, en el periódico local Arizona Central citan una investigación que imagina qué ocurriría si la ciudad de Phoenix se quedase sin electricidad durante una ola de calor de cinco días. La tasa de mortalidad aumentaría más de un 700%, lo que supondría unas 13.250 muertes, casi el 1% de la población. Además, más de la mitad de los habitantes de la ciudad tendrían que ser hospitalizados.

El Mediterráneo, otro de los puntos calientes del planeta 

El relato de Phoenix no es por desgracia una rareza en el mundo, y decenas de ciudades se enfrentan a situaciones parecidas o incluso más dramáticas. El mes de julio fue el más cálido de la historia en el planeta, y la temperatura global fue 1,5º superior a la media de la era preindustrial, por lo que ha tocado ese famoso techo establecido en la Cumbre de París de 2015. En esa conferencia se fijó que la temperatura global no debía subir más de 1,5º este siglo, y ya se ha alcanzado temporalmente en 2023. 

Las previsiones apuntan a que la situación irá a peor. En el Mediterráneo, la probabilidad de que se registren temperaturas de más de 50º aumenta rápidamente a medida que aumenta el cambio climático. Un estudio publicado en Nature en mayo, liderado por Nikolaos Christidis, de la agencia de meteorología británica, estima que en la era preindustrial era prácticamente imposible superar esa cota. Sin embargo, el impacto de la contaminación hará que a mediados de siglo se superen los 50º al menos un día por década en Arabia Saudí, Catar y Libia; y en el año 2100 esa probabilidad también se dará en Túnez, Egipto, Argelia y Marruecos. En España será habitual superar los 45º a finales de este siglo

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