Javier Gomá: "Un intelectual debería ser crítico en tiempos de bonanza y dar esperanza en los de crisis"

Javier de Lucas

La época de las redes sociales ha tenido indudables consecuencias sobre los intelectuales de ahora. "Si son jóvenes se sienten a gusto con ellas, pero si son talludos, no". Así de claro y de conciso es el bilbaíno Javier Gomá (1965), Doctor en Filosofía y licenciado en Filología Clásica y en Derecho, el primero en su promoción al ganar las oposiciones al cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Desde 2003 es el presidente de la Fundación Juan March y un año después obtuvo el Premio Nacional de Ensayo con su primer libro, Imitación y experiencia. Además, escribe regularmente en periódicos, revistas y suplementos, y colabora en Radio Nacional de España. En 2012 fue considerado uno de los mejores intelectuales iberoamericanos más influyentes según la revista Foreign Policy.

Según argumenta en conversación con infoLibre, una persona intelectual es aquella que "siendo especialista en una profesión es al mismo tiempo capaz de armar un discurso general y cívico para todos". Ni solo especialista, ni solo generalista, un especialista con ideas generales, plantea. Así, considera que, en la actualidad, hay muchos profesionales que se dedican a opinar y que pocas veces ese profesional tiene opiniones "de carácter general y y cívico".

La idealización, para Gomá, está muy presente sobre todo con respecto a los intelectuales del pasado como Unamuno, Machado o los de la Transición. Una de las razones por las que secunda esto es la manera en la que "el tiempo selecciona lo mejor y lo comparamos con la realidad no selectiva que vivimos". Por otra parte, también los idealizamos porque, como les llama Gomá, son "iconos pop".

El literato y el intelectual tienen que aprender a tener paciencia y mantener la ilusión pese a todo

Además, la mayoría de esos intelectuales del pasado se podían contar con los dedos de una mano, tal y como apunta, "un puñado de varones" que eran casi todos catedráticos e iban a la universidad. Sin embargo, esta influencia estaba reservada sobre todo para la élite que iba a la universidad, leía el periódico o compraba libros. Actualmente, y como ya ha comentado Javier Gomá, el ritmo frenético de las redes sociales y la tecnología ha provocado que haya un pequeño número de polémicas entre los intelectuales porque "prefieren el fogonazo".

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En esta época, el pensador requiere tiempo, sobre todo para argumentar su postura, que el lector pueda leerla y comprenderla. Sin embargo, no hay tiempo, el tiempo de ahora es "supersónico", como lo define Gomá. Igual que compara al literato y al intelectual, ya que "no hay nada que perdure más que la obra excelente o perfecta" aunque tarde mucho en producirse. Y por eso, "el literato y el intelectual tienen que aprender a tener paciencia y mantener la ilusión pese a todo".

El filósofo también considera que la presencia de los eruditos tiene mucha peso en la polarización actual, pero que "un intelectual debería ser crítico en tiempos de bonanza y dar esperanza en tiempos de crisis". Y, con respecto a los jóvenes, no les culpa de no tener referentes intelectuales, sino que entiende que al tener "una esperanza de vida de cien años, disponen de tiempo sobrado para buscar esos modelos cuando lo necesiten". En cualquier caso, aboga por no volver a espacios de tertulias culturales, formatos que no son propios de la época actual y que, además, "rezumaban clasismo porque convocaban a minorías selectas". Algo que hoy en día no se concibe, porque la cultura interpela a todo el mundo.

Por último, Gomá cree que hay un "malentendido" sobre el significado de comprometerse socialmente. Ya que considera que la cultura no está hecha para estar "al servicio del discurso oficial y bien pensante", sino que rechaza servir al concepto político. De hecho, tiene en cuenta que "la política no quiere tu opinión, quiere tu posición en la guerra y reducir la visión del intelectual a una posición es ignominioso". Y, a través de la cultura, las generaciones de un futuro "cambiarán la mentalidad y el corazón" para tomar préstamo de las palabras que han puesto hoy en día os intelectuales en circulación. Esa es "la única batalla cultural que importa" para Gomá.

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