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El dinosaurio todavía estaba allí

Javiera Mena: "Ahora tu casa es sinónimo de trabajo y eso es una forma de invasión"

La música chilena Javiera Mena.

Para Javiera Mena (Santiago de Chile, 1985), la pandemia casi se convierte en un encierro doble. Aunque vive desde hace un año en Madrid, la artista había viajado de vuelta a su tierra para comenzar a grabar su nuevo disco. Allí, cerca de la familia pero a miles de kilómetros del hogar, llegó la noticia del cierre de fronteras. "Volvimos el día mismo del cierre, creo que en el último avión", recuerda por teléfono. Cuando conversa con este periódico, se encuentra de vacaciones en Galicia y aquellos días de marzo parecen lejanos, una pesadilla distante. No lo son tanto. Duda, por ejemplo, de si su concierto en las Nits del Fòrum de Primavera Sound en Barcelona podrá celebrarse el próximo 9 de agosto. Duda de cuánto podrá girar, de cómo será el lanzamiento del disco, de cuándo podrá volver a Chile... y lo hace dentro de esta sección en la que distintos creadores se preguntan sobre la onda expansiva de la pandemia.

"Me despedí de mis padres y fue muy triste, porque no sabía lo que iba a pasar. Me sentí como yendo a la guerra", cuenta, un poco en broma y un poco en serio. En el primer mes y medio de confinamiento no fue capaz de componer: "No entendía nada de lo que estaba pasando, era una tortura psicológica". Las noticias parecían anunciar el fin del mundo que planea sobre sus canciones y que esta vez era material, algo que sucedía al otro lado del balcón. Pero esa sensación de angustia e incertidumbre, aliviada por las charlas con sus amigos y familiares en Chile —"Aquí los siento mucho más protegido por el Estado que en países como el mío, que es un arréglatelas como puedas"— y por los memes que se intercambiaba con su hermana en lo peor del encierro, fue disolviéndose poco a poco. Y quedaron algunas certezas. 

Por ejemplo, la necesidad de ser "independiente", artísticamente hablando, de tener un equipo en casa que le ha permitido componer y tocar "sin depender de un gran grupo". El confinamiento le ha dejado también alguna revelación sobre las redes sociales y los conciertos a través de Instagram o Youtube: "Al principio lo llevé bien, pero luego me desconecté un poco porque me vi envuelta en demasiada exigencia", dice quien se ha convertido en una de las principales voces del nuevo pop latinoamericano. El hecho de poder hacer un show ella sola, desde el salón, se convirtió en un arma de doble filo. "Al final", cuenta, "parecía que tenía más trabajo durante la pandemia que antes. Una se imagina que producir es andar moviéndote, pero ahora tu casa es sinónimo de trabajo, cuando antes era sinónimo de calma, y eso es una forma de invasión".

De hecho, el confinamiento le ha hecho darle muchas vueltas a sus ritmos de trabajo. Por una parte, a sus viajes constantes, sobre los que ahora se plantea si no será "muy loco cruzar el charco dos veces al año". El 2019 para ella fue especialmente intenso, con actuaciones como la del festival estadounidense Coachella, una de las citas más conocidas del mundo. Al fin y al cabo, la imposibilidad de realizar viajes internacionales le ha devuelto a "lo normal: estar en un lugar, no trasladarse mucho". La música reflexiona durante unos segundos: "Eso ha sido muy bueno para mí, como ser humano y como artista". Se plantea incluso la "alta huella de carbono" que dejan sus viajes constantes, algo que también se ha cuestionado en estos meses. 

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Como tantos otros, Javiera Mena parece tener una relación ambivalente con la crisis. Por una parte, la ha vivido con miedo e inquietud, y ha supuesto un duro palo a sus planes laborales y creativos. Por otra, le ha liberado de algunos compromisos y le ha permitido dedicarse a la composición, sin fechas ni vuelos a la vista, como hacía mucho que no le pasaba. "He podido profundizar en mis canciones después de que pasó el shock. Esto te hace ser consciente del tiempo. Te das cuenta de que el trabajo musical es lento, de que a veces uno quiere ir muy rápido y no hace las cosas todo lo bien que querría. He podido meterme en capas y capas de la lírica con más detenimiento", explica.

Con todo, ha encontrado tiempo para lanzar dos singles: FlashbackFlashback, al inicio del confinamiento, sobre el poder del pasado; Corazón astral, himno lésbico publicado poco antes del Orgullo LGTB. Lo hizo, eso sí, con dudas: "No sabía si sacarlo o no, y al final hice una encuesta con mis fans: la gente pedía música". Decidido: producción casera, videoclip de animación y un verso poderoso: "Mujer prisionera, suéltate las cadenas". 

¿Y ahora? ¿Qué viene ahora? Seguir centrada en el trabajo de estudio, tratar de hacerse a la idea de que en sus próximos conciertos tendrá que renunciar a la banda y al cuerpo de baile —"Por suerte, puedo tocar yo sola, es un formato que me acomoda y que ya había explorado"—, soñar con poder volver a Chile. Por ahora, la pandemia no se ha colado en sus letras, pero sí cree estar en sintonía con cierta atmósfera emocional "entre espiritual y hedonista" que está potenciando la nueva situación. Para el disco, como para tantas otras cosas, no hay fecha. Pero Javiera Mena afronta el futuro incierto con una lección bajo el brazo: "La impermanencia, la certeza de que todo puede cambiar". 

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