Quien pueda resistir, que resista
Desde una perspectiva crítica, y tomando distancia, podemos entender cómo se construyen los fenómenos sociales que las narrativas dominantes, potenciadas por la desinformación, presentan los derechos como sacrificables, en nombre de la supuesta estabilidad social o económica; del progreso. Pero de una determinada visión de progreso, conectada con el neoliberalismo y la degradación de los servicios públicos, la jerarquización social y la deshumanización del “otro”, en un afán de proteger el propio espacio.
Además, esta “visión” sigue lógicas conectadas con el principio de diferenciación e indiferencia (Fassin). Una parte de la sociedad, la que defiende que “el que pueda hacer que haga”, asume que hay existencias sagradas frente a existencias ocultables, ignoradas. Estos actores y algunos Estados usan medios, como las redes, para estigmatizar y socavar las voces disidentes, consiguiendo que, a veces, la población se oponga a los defensores de sus propios derechos.
Sí, existen hechos incontestables, pero sobre los propios hechos también hay relatos que potencian algunos aspectos (corruptos) e ignoran otros (corruptores). Arendt distingue entre verdad factual y verdad de razón, ésta con su carácter discursivo y argumentativo. La política recurre a esta última para simular verdades y reforzar discursos ideológicos, manipulando la percepción pública.
Debido a la situación política actual podemos llegar a pensar que las resistencias son inútiles. No lo son, son importantes, incluso las microrresistencias generan dinámicas sociales que ejercen presión, bien sea por la acción personal e individual, o por la de pequeños grupos.
Debido a la situación política actual podemos llegar a pensar que las resistencias son inútiles. No lo son, son importantes, incluso las microrresistencias generan dinámicas sociales que ejercen presión
Todas las resistencias y protestas acumulan su efecto y capital social en el proceso. Lo vemos con frecuencia en la calle Ferraz de Madrid. Pensemos que ni las izquierdas ni las derechas son uniformes, y las resistencias tampoco. Los derechos se moldean por las leyes y las políticas, pero también por las narrativas (Wilson), que presentan los derechos y los legitiman o no mediante la interpretación del discurso en el ámbito público.
Hay una gran cantidad de iniciativas de agentes sociales, en pro de la defensa de los derechos y contra los discursos de odio, que interesa potenciar desde la práctica social cotidiana. Desplacemos la mirada y nuestra resistencia desde abajo hacia arriba, desde lo institucional hacia la práctica ordinaria, de lo jurídico a lo informal, de lo general a lo particular, de lo global a lo local, al barrio (Franzé).
Aunque nada es totalmente vertical, constantemente podemos construir nuevas formas de resistencia, que contribuyan a defender el límite último, de tope, a la destrucción de derechos que comenzó con los regímenes neoliberales y que está muy cerca de finalizar con la irrupción de la extrema derecha y el fascismo en las instituciones.
Resulta apremiante que protejamos con firmeza nuestros derechos (educación y sanidad públicas, a la diversidad, a las propias lenguas, …)
Por tanto, quien pueda resistir, que resista…
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José Javier González es antropólogo y analista de la Fundación Alternativas.