¡La banca siempre gana! Helena Resano
Estoy muy triste porque nadie me espía -al menos que yo sepa- ni a mí se me ocurre a quién grabar, lo cual es quedarse uno fuera de la tendencia más implantada en nuestra política: aquí se graban las conversaciones los enemigos y los amigos, rivales y correligionarios, graban los hombres de confianza a sus jefes, los compañeros de farra y mordida a los secretarios de organización y los tesoreros a sus líderes… Y, por supuesto, se graban los truhanes entre ellos, los bribones a los sinvergüenzas, los golfos a los canallas y los granujas a los pícaros. Por grabar, lo que hay que ver, grabaron hasta a Florentino Pérez en varias comidas y nos divertimos con su opinión sobre algunos de sus jugadores. Se ve a las claras que antes de sentarse a la mesa del restaurante, entrar al despacho de la reunión o hacer la llamada, aquí todo el mundo aprieta el botón rojo del teléfono, que la información es poder. Se les está poniendo a muchos una cara de chantajistas que tira para atrás.
Y, por supuesto, se graban los truhanes entre ellos, los bribones a los sinvergüenzas, los golfos a los canallas y los granujas a los pícaros
Cualquier día va a aparecer en el documento nacional de identidad la profesión de tirador de mantas.
Y yo aquí sin nada comprometedor que vender por esas redacciones de Dios, sin ocurrírseme con quién hacer el papel de Judas y sin que haya quien me ofrezca treinta monedas de plata, que siempre te hacen un apaño: en este mundo en el que todo se calcula desde el presente, se ha estimado que hoy, dependiendo de su estado de conservación y de la cantidad de metales preciosos que tuviesen, valdrían entre ochocientos y tres mil dólares cada una; es decir, una pasta. Estoy por poner un anuncio naturalmente con la canción “Usted me comprenda”, del inimitable Javier Krahe, como banda sonora original: “Usted me comprenda / es tan mísera mi hacienda / y a mi alrededor / hay tanto derrochador / que estoy convencido / de que hay un malentendido: / ¿por qué no yo, por qué no yo? // He prometido al capital / que adoraré su vil metal / si a cambio me pone en la senda / de la prebenda. // (…) Usted me comprenda / no manejo ni una rienda / y a mi alrededor / hay tanto conspirador / que estoy convencido / de que hay un malentendido: / ¿por qué no yo, por qué no yo?”
Aquí las fuentes se mueven como el bosque de la obra de Shakespeare, son ellas las que van a la prensa, al partido antagonista o a la policía, que si cantas te suelta y te vas a Ibiza. La duda es si con tantas filtraciones no se nos irá a llenar de goteras la democracia. Por cierto, que lo que se cuenta en Macbeth es la profecía que pronostica la caída del protagonista, que se producirá cuando el bosque de Birnam se mueva avanzando hacia su castillo de Dunsinane. Pero los árboles marchan porque no son árboles, sino soldados, y buscan hacerse con el poder. O sea, la historia de siempre, también la de ahora, en esta dudosa época en que la verdad no hay quien se la crea, o al menos quien la distinga de las mentiras digitales y las otras, y encima estamos rodeados de fontaneros en el mal sentido de la palabra.
Vaya si necesitamos unas vacaciones.
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