Antes de que sea demasiado tarde
Ha comenzado la Liga del fútbol más profesional, como es la de primera división, que siguen millones de españoles. Y han destacado, sobre todos, los resultados muy negativos del Atlético de Madrid, un equipo amado por miles y miles de seguidores. Por eso creo que merece un análisis de la situación de crisis en que ha entrado. El mismo domingo, después de leer varias crónicas, fue tanta la desesperanza que me produjo que merece poner el acento en la principal causa de esta crisis antes de que sea demasiado tarde.
Hojeando las hojas del periódico El País y en la sección de internacional, con gran sorpresa, me encontré con el mismo título de la columna de Lluis Bassets. Me vino de perillas. Sus adjetivos para analizar la situación internacional se aplican con la misma fuerza e intensidad al momento en el que está mi club de toda la vida, el Atlético de Madrid. Y lo haré con el mismo orden que Bassets los aplica a Putin y Trump, a los gazatíes, a los europeos y, en general, al mundo.
Agosto ha sido provechoso para el Real Madrid y el Atléthic de Bilbao (un poco menos para el Barça y el Villarreal), apocalíptico para los jugadores del Atlético de Madrid, desastroso para los dirigentes del club y trágico para todos los abonados, seguidores y aficionados del equipo que se extienden por el mundo. Ha sido agosto apocalíptico para los futbolistas porque en tres partidos han vivido un drama que no esperaban, que ha minado su moral. Cuando pensaban que su contratación contribuiría a consolidar una época dorada en el equipo, especialmente los nuevos, miran a la tabla de clasificación y se ven a las puertas del descenso. Ha sido desastroso para los dirigentes del club, porque si hoy intentaran vender a los futbolistas que han contratado por 180 millones, su valor no alcanzaría la mitad. La crisis aparecida en este mes de agosto no es coyuntural, como puedan suponer todavía Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo. El primero debe recordar las crisis que sufrió su padre y adónde llevó al equipo, y Cerezo muestra siempre una cachaza que le impide ver la realidad. Y ha sido trágico para los abonados, aficionados y seguidores del equipo, los cuales, unos pidiendo contratar a futbolistas que no han llegado y otros muchos ilusionados con los que sí lo han hecho, todos han visto que “la confusión y la falta de operatividad ofensiva se refleja en Julián Álvarez, peleado con el gol y la pelota”, escribió Ladislao Moñino. En las imágenes de los espectadores que difundían las televisiones, que asistían en los tres campos donde jugó el Atlético, se reflejaba la aflicción por el juego, el enfado, la melancolía y la tristeza, lo que nada puede interpelar con mayor urgencia a los dirigentes y al entrenador.
¿Qué pensará Baena si tiene que despedir a sus excompañeros con un empate o una victoria de su exequipo?
Por tanto, aunque las causas de esta situación pueden ser varias, la solución más clara y razonable es el cambio de entrenador. Que es doloroso, sí, que es necesario, también. El paso lo tendría que dar Simeone, que, al parecer, ni se le ha pasado por la cabeza. Pero lo mismo que ha demostrado su amor al club y le ha agradecido todos los esfuerzos que ha hecho por el mismo apremiándole para reforzarse año a año, ahora tendría que comprender que es un lastre para el club y para el equipo que dirige. Para el club, porque su sueldo es imposible de sostener, y para el equipo, porque la desorganización en juego, puestos y sustituciones (el sábado cambió a tres nuevos, Hancko, Cardoso y Almada y también a Julián Álvarez), evidencia que está anticuado. Que su fútbol no responde a las exigencias actuales. Que su ciclo ha terminado. Si este domingo el Atlético se hubiera enfrentado al Rayo, que logró un merecido empate con el Barça, al Atlético le mete cinco. Simeone repite un día y otro día y le continúa Koke, “que nos ha faltado contundencia en las áreas”, como si el fútbol fuera un mantra religioso, “hare, hare, hare Krishna, santo, santo, santo es el señor”. A su vez, los dirigentes no se atreven al movimiento del cese, porque costaría al club un ojo de la cara, si Simeone no accede.
Ante esta situación, parece que se ha impuesto todavía más la argentinización del equipo: ¡Se ha fichado como solución inmediata a Nico González! Pero de inmediato se ha marchado a defender a la albiceleste. Mi pronóstico, pues, es que Simeone va a terminar muy mal en el Atlético de Madrid por él, por el club o por ambos. El próximo partido juega el Atlético en casa con el Villarreal. ¿Qué pensará Baena si tiene que despedir a sus excompañeros con un empate o una victoria de su ex equipo? Si ocurriera, no es que el Atlético haya dicho adiós al campeonato de Liga en el mes de agosto, celebrados solo tres partidos, es que en septiembre lo diría a la clasificación para Champions. Así de trágico y doloroso es para los aficionados la situación del equipo. Este paréntesis vendría de perlas para resolver la crisis. Antes de que sea demasiado tarde.
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Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre.