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Amor y furia frente a la emergencia climática: "Si alguien va a salvar el mundo, tendrán que ser los jóvenes"

Activistas climáticas ante 'Los Girasoles' de Van Gogh en Londres

Fridays for future, Extinction Rebellion, Just Stop Oil, Futuro Vegetal, Rebelión Científica. Nuevas organizaciones con apenas un lustro (y menos) de vida a través de las cuales se canaliza y se desarrolla un activismo climático inédito. Al límite. Protagonizado principalmente por jóvenes cada vez más desencantados y radicalizados, acuciados por la emergencia del momento y el vértigo que da asomarse al precipicio del fin del mundo.

La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, en el Louvre de París; El sembrador, de Van Gogh, en Roma; La joven de la perla, de Johannes Vermeer, en La Haya; Pilas de cereal, de la serie Los almiares, de Claude Monet, en Postdam, las majas de Goya en el Museo del Prado de Madrid. Todas ellas obras de arte de incalculable valor que han sido atacadas con tartas, puré de patatas o sopa de tomate por activistas que buscan llamar la atención sobre el cambio climático ante la inacción de los gobiernos. 

"A veces se describe a los activistas climáticos como radicales peligrosos. Pero los verdaderos radicales peligrosos son los países que aumentan la producción de combustibles fósiles". Fue el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien pronunció estas palabras al presentar hace ahora un año la actualización de datos científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), convirtiéndose así de manera inesperada en valedor de esta nueva forma de agitar conciencias.

Amor y furia es el lema que define a esta nueva generación de activistas climáticos que sorprendió al mundo con sus acciones de protestas en museos y espacios públicos. Amor a la vida y la belleza de este planeta y furia por su destrucción y por la inacción de los gobiernos. Desde el año 2019 se han multiplicado y sofisticado los movimientos sociales dirigidos a imprimir urgencia a las soluciones políticas y económicas del calentamiento global. Después del parón pandémico, el activismo climático se ha encaminado a un nivel de mayor riesgo con acciones cargadas de polémica y gran impacto mediático. 

Precisamente Amor y furia es también el título de un nuevo ensayo periodístico en el que Rafael Ordóñez (Madrid, 1973) aborda el mapa social y motivacional de un movimiento global que se calienta con el planeta, analizando las nuevas tendencias del activismo climático en un momento clave para el futuro del medio ambiente. "Podemos discutir en este momento si estos chavales hacen lo correcto cuando se pegan a los cuadros, si estamos de acuerdo o no, pero que tienen razón se lo dice el secretario general de la ONU. Porque llamamos ecoterroristas a los activistas cuando las petroleras se están cargando el planeta conscientemente desde hace décadas", apunta a infoLIbre el autor.

Así las cosas, Ordóñez, periodista que lleva años cubriendo la información científica y medio ambiental en El Independiente, relata los episodios que han llevado a la creación de un nuevo activismo ecologista muy vinculado con el cambio climático, esto es, los activistas climáticos, organizados en torno a dos corrientes principales: la de Extinction Rebellion y la de Fridays for Future de Greta Thunberg. Movimientos creados en torno a 2019 en un gran momento de movilización climática, que queda cortado con la pandemia, pero que se retoma en 2022 con un nuevo activismo "más arriesgado que juega con unas reglas más al límite de la desobediencia civil y que ha impactado mucho en la opinión pública".

Una forma de actuar que viene "heredada" de organizaciones como Greenpace "y la desobediencia civil en muchos casos", aunque con más "urgencia porque la situación del cambio climático es más urgente". "De hecho, la primera acción que hace Extinction Rebellion es en la sede de Greenpeace en Reino Unido porque están diciendo que aquí hay que ponerse las pilas. Y terminan movilizando a miles de personas, bloqueando Londres con miles de detenidos a lo largo de 2019. Pasada la pandemia, los otros grupos siguen esta estela de llamar la atención, como Just Stop Oil, que arrojan el tomate a Los Girasoles de Van Gogh, que es otro pico del activismo que nos llama la atención a todo el mundo. Desde esos inicios, intento explicar qué llevó a unos chavales españoles a pegarse al cuadro de las majas de Goya", plantea Ordóñez.

Para llevar a cabo su labor de concienciación global, los activistas climáticos han creado un ecosistema de distintas organizaciones que son muy líquidas y que poco tienen que ver con las afiliaciones de hace medio siglo a movimientos, sindicatos o partidos políticos. Porque la gente que está en Futuro Vegetal ha pasado por Extinction Rebellion, "a la que tampoco han dejado de pertenecer, formando parte algunos de Rebelión Científica también". Se van adaptando al momento, en definitiva: "Me han reconocido muchos que pasaron por Fridays por Future en un primer momento, pero luego querían más y se fueron a Extinction Rebellion porque digamos que lleva el activismo a otro nivel. Y después pasan a Futuro Vegetal, que también lo ha llevado a otro nivel aquí en España, como Just Stop Oil en Inglaterra o los de la Última Generación en Alemania, que también han movilizado a mucha gente".

Sea desde la trinchera que sea, siempre hablamos de la "generación de jóvenes que más educación medioambiental ha tenido", pues durante los últimos treinta años "lo político ha hecho mucho introduciendo los mensajes medioambientalistas en la juventud, por ejemplo en los programas educativos". Sin embargo, luego esa sensibilidad medioambiental no cuenta con una respuesta adecuada desde el poder institucional. "Los jóvenes ven que tenemos un problema de primer orden y que los políticos no están respondiendo como ellos esperan ni como la ciencia demanda", argumenta.

Porque la ciencia, desde el IPCC de la ONU, está diciendo que "hay que actuar ya". Y aunque desde la política se han hecho cosas y se han producidos avances a través de las Cumbres del Clima, "el aparato que la humanidad ha creado como respuesta a este problema", lo cierto es que las hipotéticas soluciones se mueven con una "lentitud extrema". Tanto es así que en 2019 se produjo en Madrid la "mayor movilización juvenil de la historia por un tema medioambiental", pero no pasó nada: "En estas cumbres no hay cambios sustanciales en cómo se va a abordar la crisis, por lo que cada vez estos jóvenes están más desencantados de la respuesta política al cambio climático y, por lo tanto, cada vez más radicalizados".

Lo que hizo Greta Thunberg fue crear un marco de actuación para una cantidad gigantesca de jóvenes. Les puso en el camino de dar una respuesta a un problema que generacionalmente tienen que afrontar

Rafael Ordóñez — Autor de 'Amor y furia'
El efecto boomerang de las protestas en los museos: ¿suman o restan apoyos a la causa del clima?

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Una radicalización que, para el periodista, "no tiene fin", porque los movimientos en realidad no tienen un freno, sino que se van "transformando". "El activismo climático se encamina a una radicalización", anticipa, a tenor de las formas "más arriesgadas" que estamos ya viendo y que no sabemos hasta donde pueden llegar. Eso sí, plantea que los problemas sociales derivados del cambio climático van a hacer que los activistas sean "el menor de los problemas" de los políticos, pues cuando "estemos dos años con sequías prolongadas los agricultores van a ser los que van a estar cortando las carreteras". "Ese va a ser un verdadero problema social y no los activistas", afirma, insistiendo en que los activistas que "ahora llamamos radicales porque cortan carreteras y se pegan a las obras en los museos van a ser poco o nada cuando los agricultores de toda Europa se pongan a quemar contenedores porque sus cosechas se van al garete".

Una Europa donde países como Alemania, o incluso Reino Unido, cuentan con movimientos "mucho más fuertes" que movilizan a centenares de personas "dispuestas a ir incluso a la cárcel", y donde, a pesar del liderazgo de los más jóvenes, ya es algo intergeneracional con gente de todas las edades que siente que este ya no es un problema exclusivamente medioambiental, sino social y político "de primer orden al que nos tenemos que enfrentar ya porque está en juego la habitabilidad del planeta".

Por eso, para terminar, remarca Ordóñez que "si alguien va a salvar el mundo, van a tener que ser los jóvenes". "Solo lo pueden hacer ellos", avisa, porque "al final son las generaciones que van a tomar las riendas". "En este contexto, lo que hizo Greta Thunberg fue crear un marco de actuación para una cantidad gigantesca de jóvenes. Les puso en el camino de dar una respuesta a un problema que generacionalmente tienen que afrontar", señala, antes de acto seguido terminar con un aviso a navegantes: "Cuando quieren conseguir y algo y sienten la razón de su parte, los activistas son imparables".

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