Las voces de las víctimas de los cribados que desmontan la cifra de Juanma Moreno: "No somos 23"
"He pasado por tres operaciones, seis meses de quimioterapia, radioterapia y ahora tengo por delante siete años de hormonoterapia. Perdí mi negocio, mi fuerza y mi vida cambió para siempre. Todo por no llamarme a tiempo", relata Sofía, malagueña y paciente del Hospital Universitario Virgen de la Victoria. Se hizo la mamografía del programa público de cribado el 20 de agosto de 2024, pero nadie la llamó durante meses. Cuando por fin fue atendida, en enero de este año, el cáncer ya estaba en estadio tres y con metástasis en los ganglios linfáticos
La historia de Sofía no es una excepción. Tampoco lo son las de Amparo e Isabel, sevillanas y pacientes del Hospital Universitario Virgen Macarena, que atravesaron el mismo recorrido: mamografías sin respuesta, meses de silencio y diagnósticos tardíos que desembocaron en cirugías agresivas contra el cáncer de mama y tratamientos con secuelas irreversibles. Las tres desarrollaron cáncer tras los retrasos en los cribados y sus testimonios desmontan el relato defendido por el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla.
Pese a la cantidad de casos de mujeres afectadas que han aparecido en los últimos meses, Moreno Bonilla aseguró este viernes en la presentación de su libro que al menos 23 mujeres —en torno al 1% del total— desarrollaron un tumor tras los fallos detectados en el programa de cribado de cáncer de mama. Frente a esa cifra, la Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama (Amama) sostiene que al menos 301 mujeres han desarrollado cáncer, una cifra respaldada por historiales clínicos y que sigue aumentando conforme afloran nuevos casos. "No somos 23", insiste Sofía. "Solo en el grupo de afectadas en el que estoy somos más de 300 y todas con documentación".
"Tenía cuatro tumores y estaba haciendo vida normal"
Sofía intentó informarse por su cuenta cuando vio que pasaban las semanas sin noticias tras la primera mamografía. "Llamé para preguntar por el resultado y me dijeron que no me preocupara, que si no me llamaban era porque no corría prisa", recuerda. El informe de la prueba tardó más de un mes en elaborarse y, además, no estaba firmado por ningún radiólogo. Cuando finalmente fue citada en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria, ya en enero de este año, la reacción de la especialista que la atendió fue inmediata. "Se llevó las manos a la cabeza cuando vio que habían pasado cinco meses desde la mamografía y me preguntó cómo era posible", relata.
En Sevilla, Amparo pasó por un silencio casi idéntico. Se hizo la mamografía en junio de 2023 y recibió el mismo mensaje tranquilizador. "Me dijeron que si en 10 o 15 días no me llamaban, que estuviera tranquila", recuerda. Pasó todo el verano sin recibir ninguna notificación y no fue hasta septiembre cuando la citaron para pruebas complementarias y, tras semanas de nuevas exploraciones, llegó el diagnóstico definitivo. "En noviembre me dijeron que tenía cáncer y que me tenían que hacer una doble mastectomía. Entre la mamografía y la operación pasó casi un año", explica.
El caso de Isabel se remonta aún más atrás. Se sometió al cribado en agosto de 2022 y durante meses no recibió ninguna información. En diciembre le repitieron la prueba y le practicaron una biopsia, pero el silencio volvió a imponerse. Nadie la llamó para comunicarle el resultado. "Me enteré de que tenía cáncer porque fui a mi médico de cabecera a preguntar. Miró el ordenador y me dijo que tenía cáncer'", detalla. No tenía ninguna cita programada para que le explicaran el diagnóstico ni para iniciar el tratamiento. "Si no llego a preguntar, no sé cuánto tiempo habría pasado. Tenía cuatro tumores y estaba haciendo vida normal", añade.
Tratamientos agresivos y secuelas permanentes
Cuando el diagnóstico llegó, en los tres casos el cáncer ya exigía tratamientos intensivos, pero las consecuencias han sido distintas en cada historia. En Málaga, Sofía ha pasado por tres cirugías, seis meses de quimioterapia y sesiones de radioterapia, y continúa con un largo tratamiento de hormonoterapia e inmunoterapia. "Mi cuerpo ya no responde como antes porque me mareo y me caigo al no tener fuerza y hay días que no puedo ni levantar el brazo con normalidad", explica.
En Sevilla, Amparo sufrió seis meses de quimioterapia, 18 sesiones de inmunoterapia y 25 de radioterapia tras la doble mastectomía. Además, los efectos del tratamiento derivaron también en una secuela física. "De tanto tratamiento se me necrosó la cadera y este año me han tenido que poner una prótesis y ahora no voy a poder correr nunca más", relata. Además, denuncia que parte de su atención se realizó tras una derivación a centros privados. "La reconstrucción del pecho fue en un hospital privado y la operación de la cadera en Quirón. Yo no tengo seguro privado y fui derivada por la Seguridad Social".
Isabel pasó por una mastectomía completa con reconstrucción tras meses sin diagnóstico y sufrió graves complicaciones posteriores. "Tuve trombos, infecciones quirúrgicas y una bacteria del quirófano, lo que me llevó a pasar todo el mes de junio ingresada". También continúa con tratamiento hormonal y con secuelas físicas que condicionan su vida diaria. "Cuando escucho que dicen que somos 23, se me revuelve el estómago".
"Duele muchísimo escucharlo y es volver a revivirlo todo"
Al impacto del diagnóstico tardío y de los tratamientos agresivos, las afectadas suman la herida de la deslegitimación pública por parte de la Junta de Andalucía. Desde que estalló la crisis de los cribados, el Gobierno andaluz ha cuestionado reiteradamente los testimonios de las mujeres y el papel de la asociación AMAMA, acusándolas de generar alarma social e incluso de mentir.
El propio Juanma Moreno Bonilla ha llegado a asegurar que las críticas al sistema sanitario andaluz "hacen dudar a la ciudadanía" y que algunas denuncias están "sobredimensionadas". En sus declaraciones más recientes, el presidente incide en dicho relato al minimizar el alcance del problema a alrededor de una veintena de casos. Un mensaje que las afectadas han sufrido como un nuevo golpe. "Duele muchísimo escucharlo, es volver a revivirlo todo otra vez y demuestra una falta total de empatía", incide Amparo.
El tono se ha endurecido también desde la Consejería de Salud. El actual consejero, Antonio Sanz, ha acusado a AMAMA de "verter injurias y calumnias" contra la Junta y ha restado gravedad a las denuncias de las afectadas. "Nos han llamado exageradas, alarmistas, que damos miedo a la gente, pero yo tengo fechas, informes y documentación. No hablo de oídas y no me invento nada", denuncia Sofía
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Desde AMAMA recuerdan que las cifras que manejan no son estimaciones ni opiniones, sino historias clínicas y expedientes contrastados. La asociación ha presentado más de 25 denuncias y prepara nuevas reclamaciones por responsabilidad patrimonial. "Vamos a denunciarlas todas para que no puedan seguir diciendo que mentimos", añade Amparo.
"Asumo el cáncer, no el abandono"
Sofía pone palabras a un sentimiento compartido por muchas de las afectadas: "Asumo que tengo cáncer, lo que no asumo es que me hayan abandonado". Para las víctimas, el problema no se reduce a un fallo administrativo puntual, sino a una cadena de retrasos que ha tenido consecuencias irreversibles. "Nadie ha explicado todavía dónde estuvo el error", denuncian.
Las historias de Sofía, Amparo e Isabel ponen rostro y contexto a una crisis que la Junta de Andalucía ha tratado de acotar a una cifra mínima. Sus diagnósticos tardíos, los tratamientos posteriores y las secuelas que arrastran evidencian que el alcance del problema va más allá de lo reconocido oficialmente. Una realidad documentada por la asociación AMAMA y por los historiales clínicos de las propias afectadas, que desmienten que el impacto de los fallos en los cribados pueda reducirse a tan solo una veintena de casos.