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Amenaza silente en las calles de Madrid

Huberto García

Que otro árbol se precipitase sobre una ciudadana que murió en la calle Almagro de Madrid como hace unos años ocurrió en el Parque del Retiro me apenó por la víctima y su familia, pero también me indignó por lo absurdo de una desgracia que parece fácilmente evitable. También contribuyó a mi indignación, aunque no me extrañó, que nuestro alcalde, el señor Martínez Almeida, saliese de inmediato para escurrir el bulto argumentando que el árbol había superado su reciente revisión. Al parecer sólo fue una desgracia por culpa del viento y de la gravedad, que no son responsabilidad del Ayuntamiento.

Sin embargo creo que ocurre con demasiada frecuencia. En el tramo de la calle Embajadores donde vivo, al menos ha ocurrido en cuatro ocasiones en los últimos tres o cuatro años. Afortunadamente sólo produjeron aplastamiento de vehículos aparcados debajo y cortes de la calle, mientras los bomberos conseguían deshacerse de los troncos precipitados. Por tanto deben concurrir otras circunstancias que expliquen tamaña frecuencia ya que Madrid no es una ciudad especialmente ventosa.

Podemos ver numerosos árboles con ramas enormes y troncos inclinados resistiendo a duras penas y convirtiéndose en un peligro silente. Hay incontables toneladas de madera sobre nuestras cabezas a la espera de la ráfaga que provoque una desgracia

Creo que comprenderemos enseguida el motivo si levantamos la vista mientras paseamos por numerosas calles arboladas de Madrid. Desde hace al menos treinta años la poda de los árboles de las aceras madrileñas se hace con la intención de que adquieran gran porte, ya que se respetan las ramas guía verticales de forma indefinida y se cortan las ramas más bajas, estimulando así el crecimiento vertical y produciendo grandes copas, que cada vez acumulan más peso y que se sustentan sobre un tronco no demasiado fuerte sobre el exiguo terreno de su propio alcorque, provocando un progresivo desequilibrio a favor de la copa cada vez más pesada y que inexorablemente acabará precipitándose de seguir con la misma estrategia. Es pura física. Si nos fijamos, podemos ver numerosos árboles con ramas enormes y troncos inclinados resistiendo a duras penas la fuerza de la gravedad y convirtiéndose en un peligro silente. Hay incontables toneladas de madera sobre nuestras cabezas a la espera de la ráfaga de viento que provoque tarde o temprano alguna desgracia.

Es necesario que los responsables políticos del Ayuntamiento comprendan que sí es su responsabilidad. Cambien de estrategia, pongan al frente a personal técnico preparado que sepa cómo tratar los árboles urbanos, para que sin dejar de embellecer las calles no sean una amenaza.  Es urgente, aprovechen la poda que viene. Es su responsabilidad.

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Huberto García es socio de infoLibre.

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