Existe un comparador de seguros de decesos. Los ciudadanos esperamos el comparador de mangantes para saber quién se lo ha llevado más crudo a costa de la vida de los ciudadanos. ¿Que exagero? O sea, ¿usted no recuerda cómo unos y otros, a cuenta de nuestra salud con riesgo de muerte, se fueron con los bolsillos llenos gracias al negocio de las mascarillas? Mientras la alta tensión que sufríamos, ellos, bien embozados con máscara bien ceñida, ocultaban la jeta, tanto la física como la ética. Esta última, suponiendo que la tuvieran.
Cuando el jinete pálido, el covid, recorría el mundo encerrando a los ciudadanos a cal y canto, unos seres circulaban campantes aprovechando el pavor que producía aquel jinete. Solo nos protegía una mascarilla evolucionada a sanitaria o quirúrgica, cuya misión, cubriendo la boca y la nariz, era protegernos de inhalar los patógenos de la muerte, y de exhalarlos hacia nuestros congéneres.
Perspicaces canallas descubrieron el negocio del centimillo, que algún banquero defendía, para importantes volúmenes de operaciones; si escasas, no valía la pena. Aquellos “perlas” vislumbraron la gran oportunidad de la 'operación mascarilla', dada la demanda y la falta de las mismas. Si a ello unimos la urgencia de los gobiernos de turno para proteger como fuera a la ciudadanía, el gran negocio estaba servido. Además, la situación se asociaba a uno de los fundamentos del Estado de bienestar: la salud.
Los golfos, en letargo, están en todos los ámbitos del poder; tienen carné de cualquier partido e ideología; se instalan en cargos, chiringuitos y huecos desde los que medrar esperando su oportunidad
Pasta fácil, negocio, para los que medran en el entorno del poder. Carroñeros que cogieron al vuelo esa oportunidad de la que habla el mercado: demanda y oferta. ¿Les importaba la salud y la vida? El mercado no se apiada; los delincuentes, menos. Es sabido que la oportunidad, en muchos casos, va de la mano de la canalla; los negociantes van escasos de vergüenza y con ansia de enriquecimiento.
Las máscaras, en el caso de los delincuentes, han servido para ocultar su identidad; para tapar la boca en una especie de ley del silencio de los diligentes apandadores; y en algún caso, para cubrir los ojos y las entendederas de los jefes de esos delincuentes. Los ciudadanos se preguntan si se justifica el “no lo sabía”; lo vi tarde. ¿Deberían irse también?
Los golfos, en letargo, están en todos los ámbitos del poder; tienen carné de cualquier partido e ideología; se instalan en cargos, chiringuitos y huecos desde los que medrar esperando su oportunidad. Nosotros, incautos, nos sorprendemos al ver cómo la justicia saca de su madriguera a algunos personajes, para luego frustrarnos por el exceso de expectativas depositadas en ellos.
No debemos pensar que es nuestro fracaso, sino el de ellos. Delincuentes dedicados a la política que ponen en juego la democracia. ¿Cuántos quedan?
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Mariano de la Puente Mayenco es socio de infoLibre.
Existe un comparador de seguros de decesos. Los ciudadanos esperamos el comparador de mangantes para saber quién se lo ha llevado más crudo a costa de la vida de los ciudadanos. ¿Que exagero? O sea, ¿usted no recuerda cómo unos y otros, a cuenta de nuestra salud con riesgo de muerte, se fueron con los bolsillos llenos gracias al negocio de las mascarillas? Mientras la alta tensión que sufríamos, ellos, bien embozados con máscara bien ceñida, ocultaban la jeta, tanto la física como la ética. Esta última, suponiendo que la tuvieran.