El asesinato de Vladímir Putin

Verónica Barcina Téllez

“Два советника Владимира Владимировича Путина получили 5 миллионов долларов и включение в программу защиты свидетелей для себя и своей семьи в обмен на то, что они убедит его встретиться с Дональдом Трампом, в ходе которой он будет убит”. Éste era el mensaje que entró en la carpeta de spam. Presa del fisgoneo traduje en Google el asunto: Владимир Путин будет убит (Vladímir Putin será asesinado) y luego, con extrema curiosidad, el escueto mensaje. Suelo hacer estas cosas de higos a brevas cuando entran mensajes con caracteres asiáticos, árabes, cirílicos o de los que acentúan consonantes, y me surge la inútil necesidad de matar unos minutos ante la pantalla. La mayoría de esos correos son para vender todo tipo de productos: Viagra, armas de guerra, sexo, juego… o simplemente estafar.

Google tradujo: “Dos asesores de Vladímir Vladímirovich Putin han recibido 5.000.000 de dólares y la inclusión en un programa de protección de testigos para ellos y sus familias a cambio de convencerlo para un encuentro con Donald Trump en el que será asesinado”. Era confuso, pues no quedaba claro quién de los dos sería asesinado, pero el asunto del correo era muy claro: Putin. “Vaya friki”, pensé, y me puse a corregir un libro con el que llevaba cuatro días liado. Bueno, lo intenté. Los siguientes dos días los he dedicado a investigar el correo y a pensar en ello. El dominio del remitente era ruso y la IP de un servidor alemán. Una hora en un locutorio senegalés, sumergido en la deep web con un avatar falso, aportó varias informaciones en la misma línea pero sin profundizar. El resto fue pensar, darle vueltas al tema, alucinar bajo el influjo de El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, recién leído.

La pulsión psicópata no es exclusiva de Trump y de Musk. Antes de Tesla y de Trump hubo otros dementes complotando, con la CIA y el FBI como brazos ejecutores y Wall Street con la doble tarea de muñir y financiar

¿Y si era verdad? De los americanos se puede esperar cualquier cosa, no por lo que insinúan Hollywood y su aparato de propaganda, sino por su dilatada historia (desde su nacimiento como nación) de dinero, muerte y conspiración dentro y fuera de sus fronteras. ¿Quién mató a Kennedy? La pulsión psicópata no es exclusiva de Trump y de Musk. Antes de Tesla y de Trump hubo otros dementes complotando, con la CIA y el FBI como brazos ejecutores y Wall Street con la doble tarea de muñir y financiar. ¿Quién “suicidó” a Salvador Allende? ¿Quién asesinó a Gaddafi?

¿Se desintegrará el avión de Putin en el cielo saudí? ¿Lo abatirán dos balas al pisar tierra? ¿Será envenenado en el hotel? ¿Saltará por los aires su coche? ¿Y si una bala perfora su sien ante los periodistas en lugar de rozarle el lóbulo de la oreja? ¿Y si un yihadista hace estallar un cinturon explosivo a pocos metros? La inventiva de los guionistas de Langley no tiene límites, cuentan con auténticos especialistas en el arte matar y tienen dinero para pagar lo que les pidan. ¿Es posible que Vladimir Putin sea asesinado? Sí. Y su asesino, y el asesino de su asesino, y todos los potenciales testigos.

Posiblemente, fue otra cosa en la que pensé largas horas, los medios de comunicación habrían recibido ya los editoriales, reportajes y columnas de opinión para el día del asesinato y los siguientes, incluidas fotos y vídeos generados con inteligencia artificial. ¿No dijo William Randolph Hearst (Ciudadano Kane) a un reportero suyo: “Ponga usted las fotos que ya pondré yo la guerra” y lo hizo con España, para forzar la independencia de Cuba, acusándola de volar el Maine? ¿Qué no serán capaces de hacer hoy Musk y Zuckerberg con sus redes sociales y sus granjas de bots? Anticomunista, xenófobo, misógino, pronazi y belicista, el trumpismo fabrica las noticias (“We make the news”), “eso que va en los periódicos en los huecos que deja la publicidad”.

Leyendo, escuchando y viendo la atrocidad del genocidio en Gaza, el compadreo para repartir Ucrania, el matonismo del yanqui, siempre el yanqui, a cuenta de Canadá, Groenlandia, Panamá o México, junto al canguelo de una Europa nuevamente desnortada, me ronda la idea de que asesinar a Putin es el paso decisivo para volver a destruir Europa y obtener de nuevo ganancias con su reconstrucción. Como todas las guerras, será una lucha sin cuartel de unos pobres contra otros mientras los ricos ya se frotan las manos.

Seguramente se trata de una paranoia de las mías. Una llamada de teléfono, relacionada con la corrección del libro, me devolvió a la realidad, pero no dejo de pensar en ello. ¿Y si Vladímir Vladímirovich Putin es finalmente asesinado?

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

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