Crónica de la ferocidad mal adquirida
Algunos perros, sobre todo los que no son de buena cuna, y han tenido que malvivir en esas junglas inhóspitas, desconocidas para otros ejemplares domésticos de toda la vida, si tienen ocasión, se rebozan en carroña, cuando el amo les pasea por el campo y encuentran un cadáver apetecible.
-"Si supieras mi perro/ qué triste está tu dios porque te has muerto./ ¡también tu dios se morirá algún día!", recitaba Unamuno.
Pretenden parecer fieros. Si hacemos una paráfrasis, algunos políticos, a pesar de tener el cuello de la camisa bien planchado, recogen las porquerías ideológicas que otros muestran con orgullo, y con el discutible fin de aparentar esa ferocidad mal adquirida.
El diputado atribulado, algunos días más que otros -porque los ataques de moderación le suelen durar unas 24 horas- saca su arsenal de mezquindad demagógica, se arroba en la mentira por bandera y comienza a regalar pestes deshiladas e incoherentes como si no hubiera un mañana. Al ultracentrismo se le viene en llamar "centro liberal reformista" siempre que las reformas se paguen con dinero negro. "Soy muy de reformas, en casa también", decía últimamente con desparpajo y sin pudor alguno.
Pero estaba muy tranquilo hace unos días en el Congreso; a pesar de tener un futuro muy prometedor en cuanto a condenas para su partido se refiere; a pesar de coleccionar amigos -de aquí y de allá- que han acabado o acabarán frente a un juez; a pesar de que pedir su dimisión no tiene sentido porque ya ha dimitido de la racionalidad, del relato coherente, del discurso de la evidencia... estaba muy tranquilo. Sabedor de que el penúltimo atentado a la democracia estaba camino de buen puerto, en una guerra contra la realidad de CEOE, de FAES, de santa Fátima, y con esa clara ausencia de inteligencia y de bondad que caracteriza a los admiradores de Trump, creía haber urdido un fraude a la altura de Tamayo y Sáez, que en triste recuerdo estén. Mas una torpeza habitual en esa casa, esta vez por parte del exalcalde de Trujillo -entrañable Feria del Libro la de esa localidad cacereña- , dio al traste con tan vergonzante empresa. Alguno se pone hecho un basilisco y empieza a lanzar palabras como güitos; aparece el síndrome Macbeth: ver crímenes por todas partes cuando son tus manos las que están sucias.
Presumiblemente, quedará en una incursión profunda en la terminología de la nada; una hendidura en el calendario que cicatrizará, felizmente, porque la historia también tiene derecho a sentir vergüenza de sí misma
Y es muy probable que el ataque de pataleo –precedido de un pucherazo fallido– no tenga mucho recorrido. Presumiblemente, quedará en una incursión profunda en la terminología de la nada; una hendidura en el calendario que cicatrizará, felizmente, porque la historia también tiene derecho a sentir vergüenza de sí misma.
Eduardo Prieto es socio de infoLibre