Librepensadores

El cuarto poder

Jorge Sampedro Reimúndez

Cuando el mayor genocida de la historia de España firmó el bando que anunciaba el final de la guerra, originada por su golpe de Estado, no llegó la paz a los perdedores, les llegó la victoria de los sublevados. Y en esa situación de derrotados no sólo estuvieron el tiempo que duró el sátrapa golpista, sino que sus estrechos colaboradores o sus descendientes, que mantuvieron hasta hoy el control sobre los medios de comunicación y que cuentan con una legión de informadores a sueldo, siguen empeñados en recordarles su condición de perdedores.

Forman una auténtica pléyade estos mal llamados periodistas, encuadrados ideológicamente en la extrema derecha, que manifiestan en público su retrógrada ideología sin advertir el ridículo que provocan. Pisoteando un día tras otro la ortodoxia que debe regir la trascendental labor de un profesional de la información.

Durante los 40 años que duró la trágica travesía, la opinión pública española, en su modalidad escrita, estuvo personificada por una prensa marcadamente franquista. En su modalidad auditiva por una radio nacional y ultra católica, y en la visual por el cinematográfico NO-DO. Y por si alguien no leía el periódico, no escuchaba la radio o no iba al cine, ahí estaban los púlpitos parroquiales y catedralicios desde los que, diariamente, se repetía el gubernamental mensaje.

Mientras duró el dictador, uno puede entender que contara, en unos casos por convicción y en otros por temor, con la vergonzante colaboración de intelectuales, escritores y periodistas, que de todo hubo, que ayudaran a ocultar a la opinión pública los crímenes de lesa humanidad que se estaban a cometer. Pero lo que no cabe en cabeza honesta es que, los que en democracia cogieron el testigo de esta pléyade de indecentes, sigan tratando de manejar el criterio ciudadano utilizando los mismos medios: una prensa en papel bajo la bota del capital, una televisión y radio pública al servicio del poder, la privada al de espurios intereses, y unos medios de comunicación episcopales obstinados en machacar a las clases económicas más desfavorecidas, traicionando, un día tras otro, el bíblico mensaje. Todo ello con una desvergüenza digna de los momentos más negros e impúdicos de nuestra historia.

Si todo esto viene sucediendo desde el 78, ahora llegó el momento en que todo vale. Ya no hay disimulo que valga. Nos olvidamos de los diarios, radios y televisiones de extrema derecha de los que no cabe esperar nada. De los talibanes contertulios que mienten con una dignidad solo al alcance de los elegidos. De los vergonzantes presentadores que confabulan con sus colabores la forma de denigrar al entrevistado. Nos olvidamos de todo lo evidente. Solamente señalaremos, por vía de ejemplo y de los medios teóricamente menos contaminados, las últimas derivas informativas.

Por haber expresado una crítica sobre los principales diarios españoles, El País despide de manera fulminante a Miguel Ángel Aguilar tras llevar colaborando más de 20 años.

Pablo Motos, conductor de El Hormiguero, enseña la patita con el dispar comportamiento que mantuvo en la entrevista del señor Rivera (amor a primera vista) y la actitud con la que afrontó la del señor Iglesias.

Iñaki López, presentador de La Sexta Noche, en el apartado de su programa en que el entrevistado se somete a las preguntas de los espectadores, evidencia una total falta de autonomía, pues se nota claramente que recita las inquisidoras preguntas que le dictan por el pinganillo cuando la respuesta, en este caso del señor Iglesias, no es del agrado de la dirección del programa. No se comporta de igual manera ni el presentador ni la dirección cuando el entrevistado es el señor Rivera.

Antonio García Ferreras, responsable de Más Vale Tarde, masacró durante semanas al señor Monedero por su incorrecta declaración fiscal. No le oímos nada parecido con la exactamente igual actuación de José Manuel Villegas, mano derecha del señor Rivera.

Nos quedan Las Mañanas de Cuatro. Esperemos que a su presentador, Javier Ruiz, no le suceda lo mismo que a su antecesor Jesús Cintora.

Tal vez sea todo más sencillo y a los periodistas no se les pueda exigir mayor grado de ética que al Ejecutivo, al Legislativo o al Judicial y que los medios de comunicación, como cuarto poder, tengan el mismo derecho de nadar en la inmundicia que los otros tres. Tal vez los sufridos ciudadanos estemos condenados a seguir informados por Indas y Marhuendas.

Jorge Sampedro Reimúndez es socio de infoLibre

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