Una democracia agonizante

Antonio Agar

Los ciudadanos contemplamos cada día con impotencia cómo nuestra democracia va enfermando de pulsiones oncológicas, debido al progresivo desorden neuro-molecular de los políticos elegidos por la soberanía popular.

Preocupados estamos el pueblo llano por las interminables trifulcas de los diputados, en los debates que fijan sus argumentos en la defensa exclusiva de los intereses partidistas y personales, mientras que el paraguas de protección que garantiza el bienestar de la sociedad se ve inundado con nuevas metástasis, a punto de terminar con el cuerpo de la Democracia por un fallo multiorgánico.

Sigue empeñada la clase política en mantener de forma enhiesta su verdad, ignorando el pluralismo y la tolerancia del que piensa diferente, y así evitar la unidad y el consenso.

Los grupos parlamentarios tratan por los medios que sea de que prospere una sola voz, la que emiten el líder del partido y sus secuaces: “Silenciar al disidente”, como expresó Jacques Derrida: “Il n´y a pas hors de text”.

Si se perpetúan en la polarización y los confrontamientos, llegará la democracia a un estado catatónico, apoderándose del Congreso las 'ghost words', los fantasmas con ecos y sonidos lúgubres

Resulta imperativo aleccionar a los políticos por la prensa y los medios audiovisuales que publican con criterios éticos en defensa de la libertad, hacerles llegar para las próximas elecciones de 2023 (Autonómicas-Municipales y Generales) —para que tomen conciencia y hagan una catarsis profunda, para que cuiden en sus programas y proclamas a las audiencias—, la necesidad de llegar a consensos, para salir de esta tremenda crisis, y de esta forma propagar una hálito de esperanza, de tal suerte que acudan ilusionados a las urnas y evitar la abstención.

Si se perpetúan en la polarización y los confrontamientos, llegará la democracia a un estado catatónico, apoderándose del Congreso las ghost words, los fantasmas con ecos y sonidos lúgubres. Entonces, a semejanza de la famosa novela de Harper Lee Cómo matar a un Ruiseñor, el letrado de las Cortes (Atticus Finch) se dirigirá a los diputados lamentando que una prometedora democracia que germinó en 1978 en el jardín de la esperanza de primaverales rosales, se encuentre en estos momentos con el pulso lánguido, incapaz de entonar el “himno de la patria", silenciando los trinos del Ruiseñor de la cámara del parlamento ante una democracia agonizante. 

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Antonio Agar es socio de infoLibre.

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