Dice Abascal

Antonio García Gómez

Que no hay géneros, porque el género es ideología. Como exabrupto indigerible que muestre las carencias intelectuales del “noble bruto” tampoco tiene un pase, ni siquiera como muestra de su mala uva para intentar hacer daño... sin mucho sentido, salvo el de contentar a las realas de innobles brutos que jaleen y jadeen tras el líder.

Dice la Academia de la Lengua Española que “el género es la manera de ver una cosa que la hace distinta a otras de la misma clase. Y que en lo que pudiera referirse a los seres humanos, concretamente desde la perspectiva de las Ciencias Sociales, el género concierne al conjunto de características diferenciadas asignadas, en cada caso, a hombres y mujeres, en primer caso”. Salvo que el gran líder piense que puede hacer daño negando lo admitido por la inmensa mayoría.

Claro que lo anteriormente expuesto puede resultar demasiado complejo para mentes tan simples capaces de llegar al origen de la nada, elaborada desde su inopia elaborada, sin esfuerzo, a toque de rebuznos que pretendan hacerse entender, lográndolo a menudo, a pesar de muchos otros especímenes, que lo somos, de la especie humana. Salvo que también sea inapropiado molestar al gran gurú de la extrema derecha puesto a cabalgar sobre regüeldos.

Por eso insiste el desacomplejado Abascal en negar cualquier alusión de cierta complejidad sobre la existencia de los géneros, incluso aunque sirva para negar sangrientas realidades, tragedias cotidianas, como las violencias ejercidas contra la mitad de la población en nombre de “su género”, en este caso, opuesto al masculino, machote, varonil y embestidor. Como si tuviera el gran macho algo en su contra, desde sus vísceras.

Guste lo que guste la idea a demasiados seguidores de su calaña.

Si no queremos acabar en las legiones gregarias y aborregadas, tal como preconizaba el maestro Antonio Machado, “embistiendo antes que pensando”, pues tal vez habría que pensarse un par de veces lo que se vomite

Y así se establece, desde las alturas cerriles del partido tan masculino, tan patriotero, tan simple, tan hábil, como para llegar a conmover a cierto significativo porcentaje de quienes también aspiran a ser contemplados como parte de la esencia humana, que no humanitaria.

Decía Primo Levi: “Hay que desconfiar de quien trata de convencernos con argumentos distintos a la razón, es decir de los jefes carismáticos: hemos de ser cautos en delegar a otros nuestro juicio y nuestra voluntad”.

Si no queremos acabar en las legiones gregarias y aborregadas, tal como preconizaba el maestro Antonio Machado, “embistiendo antes que pensando”, pues tal vez habría que pensarse un par de veces lo que se vomite.   

Así pues, tal sinergia de fuerzas baldías, de voluntades brutales, proclamas desde lo alto de cualquier estrado, corren el peligro de inocular el interés rastrero de quienes huyen antes de reconocer la sencilla complejidad de la diversidad que nos enriquece a todos y a todas, por mucho que algunas presidentas, como la de Italia, se empecinen en ser aludidas como “señor presidente”, en razón de vaya a verse qué complejo las domina y obsesiona. Cualquier despropósito antes de ponerse en peligro, pese a todas las evidencias, ante la existencia de la mujer, y mucho más ante los ojos de la mujer maltratada, asesinada.

Porque son cobardes, ellos, y ellas si las hubiere, como adalides del machismo trasnochado, aliados/as, por cierto, de una derecha liderada por otro cobarde, como Núñez Feijóo, que prefiere aseverar no sé qué sobre “la obviedad” en la violencia de género, como para no mojarse, tal vez porque piensan tan parecido que, a menudo, coinciden más de lo que sean capaces de disimular

Y es que no sé qué ataque de cobarde escapismo ha afectado a los más machos en la defensa de sus prebendas. ¡Malgré!

Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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