Génova no paga traidores
Más de un lector, como yo mismo, al menos le añadiría unos signos de interrogación a este título que parafrasea a la célebre frase que se cuenta que el cónsul Cepión les espetó a los de Unión del Pueblo Lusitano o algo así, que soy de Ciencias, a quienes compró para asesinar al caudillo Viriato, tras querer cobrar la recompensa prometida por el crimen. De la traición de los dos diputados a su partido comprometido por su palabra y a todos los demás partidos que apoyaban el Sí a la reforma laboral, a los que hay que sumar patronal y sindicatos que, de nuevo tras treinta años tal normativa consensuaban –no me cansaré de repetir el valor de tal hecho, pues consenso es el acuerdo por consentimiento entre todos, rara avis–, la presunción de inocencia, de la que como demócrata respeto y presumo de ello, no permite hablar aún. Ya se está más que especulando al respecto y hay testimonios de la evolución horaria de las opiniones de esos especímenes. Parece que la cohorte de próceres del PP y Vox que los rodearon constantemente, cual guardia PPreVoxiana, no debió de ser casual, y el alzamiento (note la minúscula y cálmese) que hicieron los diputados de ambos partidos ipso facto, en décimas de segundo, de sus escaños al escoñar la reforma pareció un trasunto coreográfico, preparado, por esperado.
No obstante, es sabido que esa sede, declarada desde las condenas vergonzosas al PP como provisional –esperemos que no sea como otras en este país, que ya llevamos oyendo 85 años acerca de los alféreces provisionales–, tiene 7 plantas, además de 3 sótanos, y es en la 1ª planta donde se ubica la sede del PP de Madrid. Y todos recordamos que allí tuvo su cuna lo que ya forma parte de nuestro vocabulario relacionado con la política: el tamayazo. Luego, ¿Génova no paga traidores?
Por suerte para todos, y sobre todo para los más desfavorecidos, lo que más ha de alegrarnos, la desgraciada intervención de un diputado del PP consiguió que la traición de los citados no tuviese valor –dicho esto en todos los sentidos, incluido el del necio del proverbio de Machado– y a ese quizá nada más que pueda decírsele esa frase con imágenes que circuló viral de un niño diciendo: “¡la que ha liao el pollito!”, que casi él la ha repetido. No está en mi ánimo comparar a su Excelencia con ningún irracional –la sal gorda, para curar jamones– no sabiendo además con cuál sería el más indicado tras la burrada que para los suyos hizo, o el parecido a Piolín y diciendo casi como este al ver a Silvestre: “¡Qué linda ley!, o como se dice en Extremadura al escoger mal: ¡que te coma la mano un guarro! Por cierto, se publicó que el diputado es la mano derecha del campeón del mundo de lanzamiento de hueso de aceituna mollar chafá, lo cual explica su poca mano izquierda.
Es hasta posible que algún pepero con ínfulas de ser Boyero –el crítico de cine, claro, aunque ahora hay ahí muchos “pro-bóvidos” y no solo por el pesebre– haya inmediatamente relacionado al casi aborigen de Trujillo con la película El Tulipán Negro, de 1964, con A. Delon como protagonista, no porque con este tenga algo más en común que la religión que profesan, si Wikipedia no miente, que lo hace cuando puede. En dicho filme se puede ver claramente, y en varias secuencias, la guillotina francesa cumpliendo su tajante misión revolucionaria en la plaza Mayor de Trujillo, próxima a la estatua de Francisco Pizarro que ni ocultaron siquiera los decoradores. ¡Qué malos pensamientos navegarían por esas neuronas al asociar a Casero con la guillotina en Trujillo!
Pero su señoría no estaba en la monumental ciudad. Casero emitió su voto –en verdad sus votos, pues 3 veces lo hizo– casero, de masa madre, desde su casa en Madrid, que no domicilio habitual; perdería las dietas, y las económicas las guarda a rajatabla. Y se enrocaba en su baño por gastroenteritis, si bien vistas las consecuencias todo hacía pensar que era Parkinson su dolencia. Pero en cuanto vio su certificado fue “sano súbito” y se llegó al Congreso para tratar de desfacer el entuerto. ¡Ay!, en mala hora, porque vino a decirle la Presidenta –cual Pilatos– que lo escrito escrito está.
Y cuánto escándalo y crucifixión del buen prevaricador (permítaseme la licencia de poner “buen” en lugar de “presunto”) si el 90% de los diputados del PP votaron en esa misma sesión equivocadamente, es decir, en contra de su posición miserable reiteradamente manifestada como partido, al apoyar junto al PSOE, UP y la mayoría la ley contra el acoso despreciable que practican organizaciones mezquinas, como Hazme reír y fariseos sin fronteras, a las mujeres que van a interrumpir legalmente su embarazo.
Siguiendo con la desvergüenza, ¿cómo se casa la idea que la derechona airea constantemente de que la reforma apenas modifica en lo sustancial a la que ellos hicieron con no apoyar su modificación o, al menos, abstenerse? O más sangrante aún, ¿por qué no replican a Fátima Báñez, la que siendo ministra hizo la reforma del PP y que ahora como presidenta de la Fundación CEOE agradeció a Ciudadanos el apoyo a la nueva reforma?
Más injustificable, aunque se explica por el tribalismo de los supremacistas, es que partidos y sindicatos que se autocalifican de izquierdas mantengan la ley del más fuerte. Pero de esto no ha de tratar el artículo, de modo que no me desvío más y vuelvo a Casero para decirle, osadamente, en primera persona: Organiza el próximo congreso del partido en Trujillo. Habla del silencio que reinó antes de los aplausos tras la votación final y desde la euforia demostrada previamente por los tuyos ante el voto inesperado, parece que menos por los tuyos, de los casi siempre socios de los tuyos, y a quienes tras la Anunciación por el arcángel José Javier y la Encarnación, hecho el Verbo carne le nacieron dos anticristitos. Siempre hay que decir: “Vade retro”, hay que ver.
Jesús María Frades Payo es socio de infoLibre.