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La influencia de los sondeos electorales

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Pablo Quirós Cendreros

¿Hasta qué punto es posible influir de forma efectiva en el comportamiento electoral a través de encuestas y sondeos electorales? ¿Pueden anticiparse los efectos que tendrá realmente algún tipo de estimación electoral en los flujos electorales?

Los estudios de opinión suelen ser una herramienta para tratar de organizar las campañas electorales, incluidas las precampañas, y, a medida que transcurren estas, para abundar o modelar el discurso en función de las necesidades y el contexto político. Hace ya mucho que se volvieron imprescindibles para las formaciones políticas, si bien a veces parece que no se hace buen uso de las mismas o no se aprovecha todo su potencial. Habida cuenta de que, en los últimos tiempos hasta un 35% del electorado duda hasta el final, se trata pues de un instrumento al que se le debería prestar más atención de lo que se suele hacer.

Ante la polarización de la arena política, se dice que las encuestas no han estado del todo finas, según sus críticos o incrédulos, aunque las tendencias que marcan las que se vienen haciendo bien no fallan más allá de lo que cabe en un trabajo con una muestra de la población. Es verdad que cada vez es más complicado conseguir que un sujeto se preste a darnos su tiempo para hacer una encuesta, sobre todo porque nos hemos vuelto individuos aislados e impacientes (cada vez más), condicionados por internet y las redes sociales. Por eso quien consigue hacer de las encuestas una buena herramienta, dotándolas de los fondos y características necesarios, tienen en ellas un buen compañero de trabajo en una campaña electoral.

Los sondeos que se realizan para las diferentes elecciones son una componente tenida en cuenta en la decisión electoral de muchos ciudadanos. Según el CIS, hasta dos tercios de los posibles votantes siguen el desarrollo de las encuestas que se publican durante las campañas y períodos preelectorales. Existen estudios que aseguran que un 6% de los electores se dejarán llevar por las encuestas, mientras que otros sociólogos, politólogos y expertos en la materia apuestan porque no condicionan la opinión de los ciudadanos. Está claro que como todo lo que rodea a la política y en concreto al comportamiento electoral, vamos a encontrar opiniones diversas y contrapuestas. Pero, por ejemplo, en el caso de España, por qué está prohibido ofrecer datos de sondeos los últimos días antes de las elecciones. No hay duda de que alguien tiene la creencia de que la publicación de los mismos genera opinión y que por lo tanto, esta puede modificarse por dichos sondeos.

Uno de estos posibles cambios de opinión, en cuanto a conocer datos sobre las elecciones, puede ser el efecto de desmovilización de los electores de una formación, en cuanto tuviesen conocimiento de que no sería necesaria su participación, para que los suyos ganaran, puesto que van por delante con diferencia. Por otra parte, habría que pensar que lo digno sería que el elector utilizase el voto como una expresión de lo que le han podido transmitir las diferentes opciones que se presentan a unos comicios y no como un arma tacticista en función de lo que, parece que puede estar ocurriendo con el voto de los demás y así intentar corregirlo. Y más allá de todo esto, la posible influencia de la encuesta está en lo que muestra como resultado posible. O en la impresión y/o el comentario desarrollado que pretende hacer ver el medio de comunicación, en el que se publica la misma.

Seguramente, de una forma consciente, sí procedemos a generar cálculos sobre los datos que hemos visto en un sondeo o, inconscientemente, si como parece probable el reflejo de lo posible como anticipo de un hecho en nuestra mente; es lógico que tenga algún tipo de reacción, sea a favor o en contra de ese posible hecho del que tenemos visos de que pueda llevarse a cabo. Es decir, el efecto de saber lo que nos va a pasar mañana condicionará nuestra actitud hacia ese día, seguro que sí; no sólo para disfrutarlo o para evitarlo, sino en estar predispuesto más o menos a ello o negar y tratar de impedir cualquier posibilidad, de dejarnos llevar hacia el hecho que se va a consumar, como nos vinieron anticipando.

De igual forma, al convertirse la mayoría de las formaciones políticas en algún tipo de catch all party y parecerse cada día más, una vez superadas las líneas maestras aunque antiguas, de las identidades de clase o las de los compromisos pertinaces, sobre las ideologías, hemos de añadir la creciente volatilidad que se viene dando en los últimos años y que puede ser susceptible de modificar criterios de voto, con más facilidad de la que podamos creer cualquiera, en electores con dudas entre una u otra formación o en abstenerse o no, por cualquier diferencia con algún partido. Habría que añadir además que las diferentes citas electorales pueden ser de diferentes niveles, lo que hace más posible aún el hecho de que se produzcan efectos de arrastre, según vengan los datos, o dejar de votar a alguien que parece que no va a tener ninguna posibilidad.

Demostrado queda que ministros de economía y jefes de Gobierno siempre mejoran las expectativas económicas o intentan trasladar optimismo ante cualquier circunstancia para que, al menos tal circunstancia, no empeore al ser diagnosticada por la opinión pública y cambien el desarrollo de los hechos hasta el momento. Es decir, cualquier información sobre diferentes posibilidades alterará las mismas, potenciándolas o cambiándolas en algún grado. Por lo que queda claro que la influencia de una determinada información sobre lo que puede suceder en el futuro debido a que, los que van a participar en la decisión de cómo va a ser ese futuro, conozcan lo que han dicho en general de cuál es la misma, modificará de alguna forma la de otros participantes en esa decisión, de una u otra manera según sea el interés del sujeto, en función de ese posible futuro previsto, en cuanto a los datos ofrecidos por otros.

Damos por cierto entonces, que las encuestas y sondeos electorales influyen en el comportamiento electoral de quienes tienen la posibilidad de informarse mediante las mismas, de las estimaciones que se producen según las opiniones de otros participantes, en una cita electoral prevista, para una determinada fecha. Ahora bien, tener un conocimiento explícito de cómo y hasta dónde pueden llegar a influir las encuestas, en los procesos de decisión sobre las posibles opciones a la hora de votar, parece bastante complicado cuando no imposible.

Pablo Quirós Cendreros  es socio de infoLibre

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