El informe PISA y la desigualdad

Antonio García Gómez

“Informe PISA: a más desigualdad socioeconómica más diferencia en las notas entre la pública y la privada”. María Martínez.

Parece que los niños y las niñas, encuestadas sus capacidades y rendimientos, van perdiendo en sus desarrollos educacionales en “lectura y matemáticas”. Sin que, después de todo, vayan a preocuparse ni mucho ni poco los responsables de Educación, tan aquí, en los institutos públicos de barrios pobres, o tan allí, en los de los barrios de rentas más altas. Diferenciado el rendimiento escolar acorde al posicionamiento social que asegure el aprovechamiento más alto o más bajo de según qué extracto social. Aunque se empeñen en mirar hacia otro lado. Seguramente porque la Educación ha dejado de ser un servicio vital para convertirse en una inversión, un negocio, un toque de distinción, de segregación social que parece indolora, inocente e inevitable.

La institución escolar se va convirtiendo en un salvoconducto de integración social “por arriba”, al tiempo que irán quedando por el camino un porcentaje cada vez mayor de fracasados y rechazados por el Sistema

Mientras gran porcentaje de docentes se quejan a diario de que “su autoridad” va cayendo frente a los nuevos tiempos, léase frente a los nuevos educandos, niños y niñas con su singularidad a cuestas, de cuna, de casta social, víctimas, en principio, de un consumismo voraz como gran asignatura pendiente y aprobada con nota. Aunque se disponga de recursos más o menos boyantes. Sin ser capaces de afrontar el nuevo tiempo del neoliberalismo voraz e implacable. Muchos sueños con la era del “cachete” y el silencio ante el profesor que dicta, ordena y cumple a rajatabla el programa curricular encorsetado.

Mientras en las aulas se relega “la lectura”, diaria, comprensiva y de interés, cercana a la realidad que rodea a nuestros alumnos, sin responder al “ejemplo” motivador de sus maestros/as que deberían ser, en vanguardia, los referentes de esa afición a “leer” por ganas, por interés, como aprendizaje vital, como debiera suceder también con otras asignaturas puestas en “aprietos”, como las propias “matemáticas” reconvertidas en un galimatías muy abstracto y obtuso, puestas de encargo a un profesorado ensimismado en sus vericuetos dominados por la propia “ciencia infusa”, al servicio de unos conocimientos muy alejados de las necesidades reales y atrayentes, casi en exclusiva, para un porcentaje muy significativo de un alumnado en precario, por un lado, al servicio de otro alumnado que solo piensa en “la nota de corte”.

Mientras caben, en consecuencia, lo mismo en el “batiburrillo” académico “el niño” que se aburre a diario porque ya se ha descolgado, y no entiende nada, minuto tras minuto en un desarrollo de unas rutinas académicas que hace cursos que lo apartaron definitivamente, junto a otro porcentaje de aplicados muchachos ejercitados en el “abecé” del aprendizaje uniformado, institucionalizado y rentable que asegurará su éxito social, laboral y profesional, incluso superando todas las trabas puestas por el “servicio reconvertido en un buen negocio”, el actual panorama de la educación atento más a la “selección” de talentos que al compromiso de atención a la vulnerabilidad de quienes menos recursos tengan.

Y así, al cabo, se va convirtiendo, y se lleva demasiado tiempo en el empeño, la institución escolar en un salvoconducto de integración social “por arriba”, al tiempo que irán quedando por el camino un porcentaje cada vez mayor de fracasados y rechazados por el Sistema.

Mientras se acentúen los lamentos frente a informes PISA que solo den coartadas al sector del profesorado, muy atento a “lamerse” sus propias frustraciones, incólumes en sus posiciones académicas fuera de tiempo y sensibilidad social, sin que importe un carajo el fracaso continuado de un porcentaje “insufrible” de fracasos académicos para luego echarlos a la cara de sus propias víctimas, por una parte, y en segundo lugar a las coartadas necesarias de quienes no mueven un dedo por “acercarse y comprender” la situación nueva de un alumnado y unas familias a las que servir, de quienes solo saben quejarse del profesorado que “pasa” de adaptarse, que no mueve un dedo por no dejarse escapar ni a uno solo de sus alumnos y alumnas.

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Antonio García Gómez es socio de infolibre.

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