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La izquierda y la defensa de la democracia

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Francisco Javier Herrera Navarro

En este batiburrillo babélico en el que nos hayamos sumidos está todo conceptualmente tan confuso que hasta el contenido del término más elemental tiende a nublar las mentes y contribuir a la oscuridad reinante. Eso sucede ahora mismo con el uso de la palabra "democracia" cuando se esgrime en oposición al "fascismo", disyuntiva en la que se nos ha colocado en Madrid, por obra y gracia del innombrable partido fascista que ha torpedeado las más elementales reglas de juego democráticas, y que ha sustituido, como lema electoral simplificado, al de "comunismo o libertad".

Si este último es una falacia y un engañabobos por absurdo e imposible, el que opone democracia a fascismo tiene mucha más enjundia ya que el segundo término se erige en amenaza para el primero, lo que no sucedía en el caso anterior que daba a entender que nos encontrábamos en un régimen comunista que negaba la libertad, lo que es notoriamente falso; sin embargo, que el fascismo amenaza a nuestra democracia es un hecho que, si aún no del todo verdadero, tiene visos de ser más verosímil; tiene por ello mayor dosis de realidad que la anterior disyuntiva.

¿Por qué finalmente el debate ha derivado hacia la nueva dicotomía? Sencillamente porque desde que existe el partido fascista español con nombre de diccionario de latín, la derecha existente en ese momento, PP y Ciudadanos, empezaron a necesitar de su apoyo para ir ocupando cuotas de poder perdidas; un proceso que tuvo su origen en la foto de Colón y que ha culminado con la defenestración de Ciudadanos como consecuencia del veneno que ya entonces el partido del latinajo empezó a inocular en dicha triple alianza; interregno en el que el innombrable ha ido aprovechando su nivel de intrínseca malignidad para ir socavando los consensos democráticos hasta ese momento alcanzados e introduciendo células cancerosas de componentes antidemocráticos que poco a poco empezaron a dar fruto, dañino, pero fruto, y a calar en una ciudadanía tan variopinta como ignorante en latinajos.

¿Por qué, me pregunto, si era tan dañino, y se sabía -por lo que nadie podía llamarse a engaño-, no se cortó de raíz tamaño nefasto carcinoma, ahora ya en estado de metástasis por obra y gracia de una muñeca diabólica? Por la sencilla razón de que en España carecemos de una derecha democrática homologable a la que, en Francia, por poner un ejemplo, tiene establecido un cordón sanitario al Frente Nacional de Marine Le Pen para impedirle que acceda al poder y destroce los cimientos de la República Francesa, garante como ninguna otra del régimen democrático europeo.

Esa es la razón por la que, devorado Ciudadanos por el tiburón popular, éste acoge de nuevo en su seno al espíritu del doberman que en realidad nunca se fue. Si existiera esa derecha democrática, otro gallo (francés) nos cantaría.

Y no hay otra: esa es la razón por la que la izquierda es la única que hoy puede defender y garantizar la democracia española. Porque es demócrata por convicción y cree en la democracia, todo lo contrario que la derecha española, que, al ser heredera directa de la dictadura, no tuvo otro remedio que representar hacerse un "aparente" harakiri y aceptar las reglas de un juego en el que no creyó nunca para seguir conservando el poder y sus privilegios ancestrales; y ahora allá donde lo tiene no tiene empacho en enseñar su auténtica faz populista y depredadora.

¡Ah! Y una defensa de la democracia en la que por encima de todos a nivel estatal hay que situar a los actuales herederos del Partido Comunista de España y del Partido Socialista Obrero Español.

Francisco Javier Herrera Navarro es socio de infoLibre

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