Judíos y sionismo

Verónica Barcina Téllez

A diferencia de gitanos, esquimales, masáis, wai wai o mogoles, los judíos no son una etnia, incluso cuesta encontrar rasgos para poder aplicarles un concepto similar a “denominación de origen”. Judíos, cristianos, islamitas, hinduistas, bahaístas budistas o taoístas se adscriben a uno de esos costructos culturales llamados religión que, diseñada por el hombre al servicio de su mayor creación –la idea de un ser superior a la que puso por nombre “dios”– sirve para que una minoría controle (o lo intente) al resto de la sociedad y, objetivo prioritario, la expolie del máximo posible de riqueza, favores y bienes sin trabajar.

Asiste el mundo estos días a la barbarie genocida que, en nombre de los judíos, lleva a cabo el sionismo en Palestina. El encargado de negocios de Israel en España ha dicho sobre la protesta por el genocidio de Irene Montero: “Ya hubo otro que también quiso una Europa sin judíos”. ¿Se refiere el encargado de negocios al faraón egipcio, al zar ruso, a los Reyes Católicos, a Franco, a Hitler? ¡Que no aprovechen los negociantes judíos la imagen lastimera que de ellos dejó el holocausto nazi para justificar el holocausto sionista sobre el pueblo palestino! ¡Que se miren en el espejo de su historia y en el de sus libros sagrados!

En la Torá (תּוֹרָה‎), en Génesis 32, se narra el premonitorio episodio del Becerro de Oro (עֵגֶּל הַזָהָב) que provocó la ira de Yahvéh (יהוה) hasta el punto de que su propio dios amenazó con destruir al pueblo israelita. A eso se reduce el judío: pura y dura codicia, puro (y sangriento) negocio. La Torá es el texto que contiene la ley y el patrimonio identitario del pueblo judío al que los sionistas se agarran como talibanes. “In peccato est paenitentia”.

Asiste el mundo estos días a la barbarie genocida que, en nombre de los judíos, lleva a cabo el sionismo en Palestina

Para la mayoría de las religiones, si no todas, el Oro (la riqueza, el dinero) es el único dios verdadero, contante y sonante al que es ofrecida en sacrificio la Humanidad y el Universo, con la sangre como elemento central de ritos presuntamente purificadores pero que apenas esconden una vocación aniquiladora. Un repaso a la Historia descubre que allá donde hay guerra hay religión y allá donde hay religión hay guerra. No descarta el judío comerciar con todos los bandos implicados en la contienda si en ello halla negocio y ganancia.

A diferencia del cristianismo, para el judaísmo, ha–Satan (Satanás) no es un ser maligno, sino una especie de intermediario –que revela a Dios las malas inclinaciones y acciones de los humanos– presente en cualquier rincón del mundo, como el oro judío que todo lo compra. Ha descubierto el judío que el mundo está dispuesto a vender su alma y no ha dudado en comprarla con la más implacable moneda, la propaganda, usada por el maestro nazi Goeebels contra el pueblo judío. Como bien sabe el encargado de negocios de Israel en España, en la propaganda se fundamenta la rentabilidad de cualquier negocio.

La propaganda y el dinero dejan al sionismo participar en EUROvisión y campeonatos EUROPEOS de fútbol y baloncesto, con la complicidad de gobiernos que presuntamente son civilizados y democráticos, mientras Netanyahu y sus hordas sanguinarias asesinan a decenas de miles de palestinos en escuelas, hospitales y campos de refugiados. La tibieza, la equidistancia y los negocios permiten asesinar a más de 100 personas mientras el Estado genocida canta con total impunidad, obtiene el aplauso de los beneficiarios de su oro y el voto “popular” es teledirigido por granjas de bots que operan orquestadas por el Mosad.

El espíritu aniquilador judío remite a la tradición judaica de la mosaica Ley del Talión recogida en Éxodo 21:23-25: “Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. Pero, cuando el sionismo mata, compra el judío la impunidad.

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

A diferencia de gitanos, esquimales, masáis, wai wai o mogoles, los judíos no son una etnia, incluso cuesta encontrar rasgos para poder aplicarles un concepto similar a “denominación de origen”. Judíos, cristianos, islamitas, hinduistas, bahaístas budistas o taoístas se adscriben a uno de esos costructos culturales llamados religión que, diseñada por el hombre al servicio de su mayor creación –la idea de un ser superior a la que puso por nombre “dios”– sirve para que una minoría controle (o lo intente) al resto de la sociedad y, objetivo prioritario, la expolie del máximo posible de riqueza, favores y bienes sin trabajar.

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