Lucha contra la reacción

Marcelo Noboa Fiallo

Una de las pocas certezas que se han instalado en el debate político mundial es la presencia de la extrema derecha y de su representatividad en casi todos los parlamentos de los países democráticos, en especial en los países europeos poseedores de un envidiable Estado de Bienestar. Bienestar construido a partir del final de la segunda Guerra Mundial, tras la experiencia que obligó a los responsables políticos de izquierdas y conservadores a buscar fórmulas que impidan el mantenimiento del insultante status-quo social, anterior a la llegada del nazismo a Alemania.

El catedrático de filosofía política Daniel Innerarity ha escrito un artículo muy interesante y sólido en su argumentación que le ha llevado a presentarnos su tesis sobre cómo hay que combatir la implantación de las ideas de los nuevos fascismos en cada uno de los países de la U.E. La idea central es: “Defender la democracia no pasa hoy por intensificar el combate entre izquierda y derecha, sino por acudir en ayuda de la derecha clásica” (El País)

La tesis tiene su valor, porque supone el reconocimiento de algo que también es una constatación de los últimos años: La desaparición del “cordón sanitario” aplicado por parte de los partidos democráticos de derechas y liberales junto con los socialdemócratas a las formaciones neofascistas y que hoy se han incorporado a la gobernanza de países en los que hace 20 años nos habría parecido imposible su presencia (en Dinamarca, Finlandia, Países bajos…) o incluso en solitario (Italia, Hungría,) y en Francia Le Pen acariciando el poder.

Lo que ocurre es que la llamada que hace Daniel Inneraty es a las formaciones de izquierdas para que superen la dinámica izquierda/derecha. ¿Ello cómo se hace? Podríamos empezar señalando que ya se ha hecho en Alemania con los gobiernos de Gran Coalición (CDU/Socialdemócratas) y los resultados no son nada alentadores porque el neonazismo (AfD) es ya la segunda fuerza política del país y en algunos länder han conseguido ser la primera. 

En Italia, el neofascismo italiano, con Giorgia Meloni, ha ganado las últimas elecciones y lleva en el poder cerca de dos años. Y su presencia en la UE se ha normalizado, se ha blanqueado. Es, en estos momentos, uno más de los gobiernos de los 27, pactando con sus homólogos acuerdos que afectan a 450 millones de ciudadanos europeos. Es decir, aportando con su presencia una mayor derechización de las políticas europeas, como es el último acuerdo sobre migraciones que elimina, de facto, los años que convirtieron a los países de la UE en tierra de refugio y acogida. Lo que ha servido para que Ursula Von der Leyen (candidata de la derecha alemana a repetir como presidenta de la Comisión Euroea) apostara por acordar con la neofascista italiana políticas europeas. 

Los partidos políticos de izquierdas que llegan al poder pronto renuncian o hacen decaer sus iniciativas o estas pierden toda la fuerza para la transformación social que se necesita

La otra certeza que se ha instalado en el debate político mundial es la renuncia a las propuestas de las izquierdas. Los partidos políticos de izquierdas que llegan al poder pronto renuncian o hacen decaer sus iniciativas o estas pierden toda la fuerza para la transformación social que se necesita. Asistimos así, por ejemplo, a una de las leyes estrellas del primer gobierno de coalición progresista en España, la Ley de Reforma Laboral del 31/12/2021, que lejos de anular la ley neoliberal del PP (como prometieron antes de las elecciones) se limitaron a una modificación parcial de la misma (importante, por cierto). Y, sin embargo, fueron tachados por la oposición de social-comunistas. Una ley que como mucho tiene el aroma de la socialdemocracia clásica. La socialdemocracia de Olof Palme.

En España, a diferencia del resto de Europa, se hace más incómodo, por no decir imposible, acudir en ayuda del PP para “liberarle” de sus ataduras de Vox, por varias razones: 1. Porque Vox nació de las propias filas del PP. Su líder, Santiago Abascal, militante y formado dentro de la estructura orgánica del PP, decidió salirse del partido y crear una nueva formación que recogiera gran parte de una de las sensibilidades del propio PP. Esto no ha ocurrido en las formaciones políticas clásicas de derechas en los países de Europa. 2. El PP no ha condenado al régimen fascista de Franco, como lo ha hecho, por ejemplo, la CDU de Alemania con el régimen nazi. 3. Porque la CDU alemana no se creó del nacionalsocialismo, en cambio el actual PP proviene del franquismo. Es verdad que en sus filas hay personajes de corte conservador/liberal clásico, pero son los menos y sin ningún poder real. El ejemplo más evidente puede ser el actual portavoz del PP, Borja Sémper, a quien todos colocábamos en el área más templada del PP pero que, desde que es portavoz, no repite más que las consignas extremistas del argumentario de su partido, y jamás critica las barbaridades que salen de la boca de Isabel Díaz Ayuso (una de las últimas, en relación con la aprobación en el Congreso sobre el reconocimiento del Estado Palestino, identificándolo con ETA: “Tú mata que yo te doy una Comunidad Autónoma; tú mata que yo te doy un Estado”…exactamente lo que dice Abascal). Nadie en el PP se ha pronunciado en contra de tamaña estupidez.

Con estos mimbres, ¿usted cree, Daniel Innerarity, que es posible acudir en ayuda del PP para liberarlo de las garras de Vox?. Me temo que no, pero quizás sí es momento de apuntalar las otras “desvirtudes” que llevan mucho tiempo instaladas en las izquierdas que usted muy acertadamente las apunta en su texto, partiendo del axioma con el que estoy totalmente de acurdo: “El progreso no es el camino hacia un fin prescrito, sino la apertura hacia lo mejor. Sin la posibilidad de cambiar, si no fuera posible el nacimiento de realidades alternativas, el progreso no tendría sentido”.

Por el contrario, usted señala algo que es el pan nuestro de cada día en la política española: “Los reaccionarios no responden a las crisis con medidas para resolverlas, sino con su negación (subrayado mío)”. Es el vademécum inseparable de PP y Vox.

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

Marcelo Noboa Fiallo

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