Librepensadores

Lo moral, lo inmoral y lo cotidiano

Rafael Granizo

Es en nuestra edad infantil cuando oímos hablar, por primera vez, de las liendres, piojos y garrapatas. Las escuelas infantiles son viveros apropiados para la propagación de estos ácaros. Con ellos llegan los picores, las rascaduras, las espulgaciones, los vinagres y los aceites y mil remedios para acabar con ellos y prevenirnos de sus males. ¡Es la locura en casa! Toda una guerra. Una guerra en torno a unos bichitos que se nutren de nuestro sistema sanguíneo y que nos afecta considerablemente a nuestra cotidianidad, dejándonos en fuera de juego una semana, quizás dos, sin llevar a los niños al colegio, tirando de los abuelos, de los permisos y de quien sea necesario. Hay que aislar al individuo, para aislar al ácaro y poder sanar la enfermedad.

¿Quién no ha tenido, en algún momento, en su familia ácaros? Esta pregunta que si bien parece tener una fácil respuesta, se complica cuando la sometemos al virtuosismo de estos parásitos y de quien los padece en la vida adulta. En esta edad y en este tiempo, ya no hay guerra, ni picores, ni nos rascamos, ni espulgamos, ni usamos aceites, ni siquiera buscamos remedios contra ellos, es más, les ponemos los medios para que sigan chupando de nuestro esfuerzo, de nuestra sangre, conservándolos en grandes microclimas para que subsistan. La locura pasa a ser cordura, no se pierde tiempo; la ley deja de ser un refugio seguro; ya ni se buscan remedios, ni antídotos, vivimos como simples ciudadanos en otro microclima o burbuja que nos hace ser ajenos a semejantes e incómodos bichitos. Esos microclimas llamados unos, Senado, otros diputaciones y algunos, diócesis… Hay más, pero el artículo no puede ser muy extenso, nos tilda la cara a todos los ciudadanos del color del conformismo, del aroma de la cobardía, poniéndonos un rictus de felicidad en un océano de vergüenza.

Que no haya antídotos para acabar con garrapatas ancladas en tribunas de oro, que no haya recursos legislativos para espulgar sanguijuelas que llevan cuarenta años chupando, que tengamos un sistema de gobierno amparado en un estado de derecho y que lo permita, es vivir en una burbuja o microclima también enfermo. El virus es ya una pandemia. Todos somos culpables de ello. Yo también.

Habría que nombrar día nacional, aquel 10 de junio de 2003, día del Tamayazo, como día de la dependencia. Día en el que el descaro institucional de nuestro estado de derecho abofeteó y convirtió, cual milagro mesiánico, a los crédulos ciudadanos democráticos en incrédulos obreros, hoy casi esclavos, de éstos faraones capaces de fagocitar sus propios piojos por sacar más tajada, y que abundan en nuestra política (véase la escuela valenciana, o madrileña, la andaluza o la catalana). Da ya igual que la escuálida vaca apenas dé leche para tanto ácaro. Sentémonos a esperar la revolución que nos corresponde. Ya la tuvieron los ingleses en 1688, y que, una vez asomados al mundo europeísta han respondido con un brexit; después vinieron los franceses, que andan en las horas más bajas desde la revolución de 1848 coincidiendo, curiosamente, con la unión de estados europeos.

En fin, que estamos cómodamente sentados en el hedor que produce la enfermedad y aunque a veces encontremos, en el fondo de nuestro paladar, algún sabor a almíbar (intereconomía ha cerrado), lo cierto es que, al igual que Sancho Panza, estamos atrapados en la paciencia para con nuestros amos. Sigamos pues remando en dirección a un puerto cada vez más bello por la bruma que lo oculta y dejemos que los brotes verdes, que siempre nos anuncian, sigan brotando en nuestro jardín. Es mi última reflexión y creo entender en ella que lo moral, lo inmoral y lo cotidiano parecen igualarse por el hambre de una sanguijuela.

¡Ah! Se me olvidaba decirles que son las diez y veintitrés minutos y que estoy en el Museo del Prado, observando el cuadro de Goya pintado hacia 1820, Saturno devorando a un hijo. Sin duda este Goya fue un adelantado a su tiempo y no precisamente por su pintura. A mi lado, alguien con gafas oscuras, se encorva buscando la firma del autor, dejando ver en el bolsillo trasero del pantalón, una octavilla que dice: Charla-Debate sobre el 15-M por Carl

Rafael Granizo es socio de infoLibre

Rafael Granizo

Más sobre este tema
stats