"Quienes en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo" (Sófocles, poeta griego).
Llevo la cifra, 7.291, clavada en el cráneo, hundida en mi cerebro y atormentando mi mente desde hace tiempo; cualquier día, cualquier noche, me golpeará dramáticamente como a quienes murieron durante la pandemia. Cómo es posible que media España permanezca impasible ante una desgracia tan terrible como la que sufrieron hasta morir miles de residentes ingresados en las residencias madrileñas durante el covid.
Nuestras víctimas SIN
SIN las gotas oftálmicas contra el glaucoma que llevaban años padeciendo.
SIN la inyección de insulina que precisaban recibir mañana y tarde contra la diabetes tipo 1.
SIN las estatinas necesarias para rebajar sus altos niveles de colesterol LDL (el malo).
Lamentando con ansiedad la llegada del personal de enfermería que, al estar de baja también por covid y no ser sustituidos, llevaban semanas SIN controlar la hipertensión arterial que casi todos y todas tenían disparada.
SIN levantarse unas horas de la cama porque carecían de fuerzas propias y temían rodar por el suelo. SIN que nadie les cambiase los pañales ni les llevase a su aseo, porque no había personal suficiente para hacerlo.
SIN médicos, pues a la mayoría los sacaron de sus destinos habituales para trasladarlos al nuevo hospital Zendal y dedicarlos a pacientes menos complicados.
SIN los cuidados paliativos que algunos esperaban desconsolados.
SIN los besos y caricias de sus hijas ni el abrazo callado de sus hijos. SIN los yogures que aquella hija les llevaba cada tarde a sus progenitores y que les daba, furtivamente, para compensar la cena tan débil que recibían.
SIN la estampa extraviada de Fray Leopoldo, ante quien las dos hermanas andaluzas hacían sus rezos en silencio pidiéndole salud para ellas y compañeras.
SIN las residencias medicalizadas que Ayuso había anunciado a bombo y platillo.
Con protocolo fatal
El protocolo dictado y firmado por los directivos sanitarios en Madrid consintió que, entre dos enfermos de similar edad y en idéntica situación clínica, si uno vivía en su casa se le permitiera ser trasladado a un hospital, mientras que si vivía en una residencia esa opción se le impedía, salvo que que tuviese un seguro privado.
Comparativa práctica
Desde siempre se ha dicho que las comparaciones son odiosas, pero también es cierto que con frecuencia son necesarias para hacernos una idea de la dimensión de las desgracias y la responsabilidad ciudadana o política que corresponde a quienes las viven o sufren. Veamos y comparemos solo unos pocos casos terribles entre los miles de ocurridos por distintas causas:
Año 1937.- El bombardeo sobre Guernica ocasionó 1.645 víctimas mortales.
Año 1937.- En la Desbandá malagueña hacia Almería, huyendo de la Guerra Civil, cayeron entre 3.000 y 5.000 muertos andaluces (hombres, mujeres y niños).
Año 1981.- Según la OCU, 5.000 personas murieron por consumir aceite de colza.
Años 2020, 2021 y 2022.- Según la DGT, el total de muertos en carretera durante estos tres años fue de 3.151. Esta cifra fue menor que la mitad de las víctimas del covid en esos mismos años en la comunidad madrileña.
Año 2023.- El último terremoto de Marruecos produjo 2.946 muertes en ese país.
Año 2024.- La dana causó 227 víctimas mortales en la Comunidad Valenciana.
Año 2025.- El 11 de mayo los reyes de España han visitado Austria para rendir homenaje a las víctimas abatidas en el campo de concentración de Mauthausen. Se estima que fueron gaseados más de 4.500 españoles republicanos que allí fueron deportados hace 80 años. En España muchos miles siguen todavía en las cunetas esperando ser recuperados por sus propias familia.
Conclusión
Esa tremenda mortandad es la mayor producida en España en lo que va de siglo XXI. Los familiares de las 7.291 víctimas muertas en los geriátricos madrileños tienen derecho a justicia y reparación, y quienes por "denegación discriminatoria de la prestación sanitaria" dieron lugar a esas muertes deben ser juzgados sin más dilación, antes de que prescriban. Sería un terrible delito insoportable que víctimas y familiares ahora queden también olvidadas SIN justicia alguna.
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Alfonso Jiménez es socio de infoLibre.
"Quienes en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo" (Sófocles, poeta griego).