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Cuando no eres nadie

Pablo Q.C.

Cuentan por ahí que la publicidad mala o buena siempre es publicidad.

Podría decirse que hablamos de un lema interno del Partido Popular, que a partir de que llegó a bajar hasta los sesenta y seis diputados necesita aparecer hasta en la sopa de cualquier menú de un bar de barrio.

Desde la bajada a los infiernos de Pablo Casado y la llegada de “el deseado” Feijóo a la capital del reino; decir una cosa y la contraria, criticar hasta el buen tiempo para añadir justo después que se tergiversan sus palabras, es el pan nuestro de cada día.

Desaparecer de los focos, cuando lo normal es estar en la escena porque se trata de un tema importante para la mayoría de los ciudadanos, arrogándose la capacidad de gobierno en la sombra mientras se forja un limbo particular, desde el que sentirse poderoso o dotado de la razón divina, no son más que síntomas de un paciente que necesita crearse un alrededor artificial, para sentirse seguro en un contexto que le viene grande en cualquiera de sus tallas. Pareciera una lectura continua de manuales de autoayuda para un enfermo que trata de evadirse de la realidad de forma constante, para no recaer o profundizar en el sinsentido de un recorrido trazado sin lógica posible que defender frente al rival, sea cual sea la situación que se produce en la arena política española.

Metido en una deriva trumpista, el PP no acaba de forjar una ideología clara sobre nada que no sea bajar los impuestos sin decir cómo se pagará todo

Cuando no eres nadie tienes que ir cogido de la manita a los sitios, colarte por la puerta de atrás o hacer que algún subalterno como Borja Sémper se prostituya para darte unos segundos en cualquier photocall. Cuando no eres nadie tienes que hacerte la víctima y decir que el mundo entero está contra ti, que hay una pinza y que eres un incomprendido al que señalan los demás porque eres el mejor; aunque te lo tengas que repetir cien veces cada mañana delante del espejo para poder siquiera llegar a creértelo.

Metido en una deriva trumpista, el PP no acaba de forjar una ideología clara sobre nada que no sea bajar los impuestos sin decir cómo se pagará todo, traer el aborto de nuevo cada tres semanas a la escena política, o señalar a la lengua catalana y a la desaparecida ETA como únicas líneas de un futuro al que se encomiendan en una sola dinámica: rezar, rezar y rezar.

Llegado desde una periferia a la que accedió como un hooligan, en medio de una crisis económica y manteniéndose en su cómoda plaza gallega habiendo comprado todo lo que se dejó comprar, en el noroeste español; no le queda más remedio que huir hacia adelante a lo Bolsonaro, a ver cuánto ignorante arrastra en su devenir caótico. Está claro que cualquier tiempo pasado fue mejor en Génova, en un partido político que no acaba de dejar atrás nunca la corrupción porque parece ya algo genético en su conformación, y al que un “don nadie” en cuanto al panorama nacional e internacional no va a ser capaz de dar brillo sino de arrastrar por el lodazal de una política sin ideas, en la que el siguiente paso va a ser poner en duda las elecciones.

Cuando demuestras ante todos que no tienes recursos, incluso para los más indolentes queda claro que no eres nadie.

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Pablo Q.C. es socio de infoLibre

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