'Ogni morte di Papa'
Por el fallecimiento del papa Francesco, el gobierno de Giorgia Meloni proclamó cinco días de duelo nacional, dos más de los que se dedicaron a la muerte de Giovanni Paolo II. Al luto debido a la muerte de Giovanni Paolo I y Paolo VI los ejecutivos de entonces dedicaron un día. O sea que en medio siglo la duración del duelo seguido al deceso de un Papa se quintuplicó. La expresión ogni morte di Papa indica algo que solo pasa raras veces pero estamos en camino de pulverizar todos los registros. De seguir así no sabremos si el luto se debe al deceso de un pontífice o al hecho de que ese fallecimiento no sirvió de nada, pues ya lo habrán sustituido.
La atención de los medios también destacó. Tanto la emisora del Estado como las privadas no escatimaron en cadenas nacionales. Algunos periodistas, desde siempre sonrientes relatando bombardeos, se conmovieron. Los diarios tampoco fueron a la zaga: la muerte del Papa mereció decenas de páginas, echando un par de guerras a un lado de los obituarios. Los de la gente normal y corriente, cada vez más distinta de aquella a la que se dirigen los medios tradicionales.
Los italianos que nunca acuden a un templo alcanzan el 31,5%. En cambio, aquellos que lo hacen al menos una vez por semana son menos de uno de cada cinco
Según los encuestas, los italianos que nunca acuden a un templo alcanzan el 31,5%. En cambio, aquellos que lo hacen al menos una vez por semana son menos de uno de cada cinco. Dentro de este porcentaje cabe, probablemente, el tres por ciento de musulmanes. Tampoco son para descuidar minorías como los doscientos mil que veneran a Buda o el millón y pico de no católicos pero cristianos. De ahí que aquellos que se asoman semanalmente en una iglesia católica son alrededor de uno de cada siete. Incluidos, se supone, los que quieren admirar un Caravaggio cualquiera y los que no pueden permitirse el aire acondicionado en casa.
Con todo, el gráfico que mide la cuota de población que acude a los templos dibuja una equis que no se parece para nada a una cruz. El declive es lento, hasta el punto en el que coincide con la línea al alza de los que declaran que nunca van a un edificio de culto. Este momento ocurrió aproximadamente en 2017; de ahí en adelante, con las nuevas generaciones, las líneas divergen decididamente.
De momento, de cien estudiantes de bachillerato, diecisiete prefieren renunciar a la enseñanza de la religión católica: uno de cada seis. ¿Ateos en ciernes, vástagos de familias musulmanas o empollones que prefieren dedicarse al repaso de las matemáticas?
¿Entrarán, tarde o temprano, ‘en vereda’? ¿Y qué harán, dentro de unos años, al morirse el próximo papa, los demás cinco?
Tal vez, en capilla por un selfie delante del féretro, se bisbisearán ese chiste del Estado laico.
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Luca de Feo es socio de infoLibre.