Librepensadores
Rivera: vocero oportunista de un pacto imposible
Tiene Albert Rivera aires de tahúr que apuesta con capital prestado en nombre de terceros; de ventajista ideológico que asume las apuestas de los patrocinadores que a sus espaldas, desde la penumbra, le marcan los límites de la apuesta a cambio de pingües réditos políticos; un aire impostado e inaprensible de oportunista falsario; de autómata hierático e inexpresivo; de frío calculador; de ambicioso y meritorio aspirante del futuro; de chico avispado y dispuesto; de negociador implacable; de artero explotador de las debilidades de sus oponentes; de prestidigitador de circo; de acusica Pepito Grillo de la conciencia política de otros… un aire… una pose… una actitud de no querer mojarse abiertamente si existe algún riesgo en sus compromisos, que no lo hace creíble.
La debilidad política de Ciutadans tras el resultado del 20-D es aparente. Su líder, Albert Rivera engendrado -como alternativa a un PP hundido en el “pozo negro” de la corrupción- en la matriz del poder económico con el beneplácito de los poderes mediáticos del discurso neoliberal dominante, es la “boya” en apariencia moderada y centrista patrocinada por aquellos para servir de anclaje tanto al PP en su paranoica deriva hacia la extrema derecha, como al PSOE, acusado falazmente de radical en su intento de recuperar su discurso social demócrata perdido ante la aparición del discurso de Podemos.
La fragmentación del Parlamento ha determinado que los pactos sean imprescindibles en la formación de cualquier posible gobierno. En el encaje de este “endemoniado” rompecabezas político que es la actual coyuntura española, las piezas pequeñas están resultando determinantes para conformar alternativas dada la imposibilidad de encaje de las grandes.
Rivera sigue aspirando en el fondo y así lo afirmó tras su reunión con Rajoy –no sé si como medida de presión táctica en su estrategia- al tripartito PP-PSOE-Ciutadans. Un tripartito nada recomendable e imposible para el PSOE por la alta toxicidad política del PP de Rajoy desacreditado por la corrupción y por el seguidismo acrítico de políticas marcadas desde las instituciones europeas y que fracasadas, ¡culpa de Zapatero claro!, nos han dejado a las puertas de la nueva y brutal 2ª parte de la crisis que se avecina si nadie a nivel europeo –no creo que nadie haga nada– lo remedie.
Se permite el petulante y oportunista Rivera -4º clasificado en la carrera electoral y fuera del podio- marcar líneas rojas a diestro y siniestro, pero sobre todo, al PSOE, al utilizar el argumento siempre socorrido y candente del monopolio conceptual de la soberanía nacional para negarse a pactos, ¿se niega también al diálogo?, con partidos que defienden en sus programas posibilitar la adopción de medidas legales que permitan el re encaje dentro de una Constitución reformada por consenso, de sentimientos identitarios y nacionales diferentes de los del rancio, rígido y excluyente nacionalismo españolista de siempre y de los de siempre.
En lo que concierne a la defensa de un pacto anticorrupción y en las circunstancias actuales: ¿quién se atreve con la que sigue cayendo a defender lo contrario? si hasta Rajoy, falazmente -quebrado el PP y con el rosario de declaraciones de ánimo, admiración, apoyo y amor con los delincuentes de su partido responsables de la misma, ¡vivan las hemerotecas!- también lo defiende ahora.
Que Rivera ahora trate a última hora de colarnos a todos en aras del tripartito que defiende y fuera del cuál pinta poco, el propósito de enmienda del PP en asuntos como la flexibilidad y retraso en el cumplimiento del déficit y en la disminución de los recortes que durante años Rajoy aplicó con saña desoyendo cualificadas opiniones disidentes machacadas a base de decretos ley, dejan en evidencia por una parte: la dependencia de Ciutadans respecto del PP y del poder económico, que desde la sombra mueven los hilos políticos y por otra, la ambigüedad siempre calculada de su estrategia.
No se puede estar –creyéndose el paradigma de la independencia y equilibrio políticos– negociando simultáneamente a dos bandas intentando por un lado un pacto de “progreso” con Pedro Sánchez del que insolente y jactancioso excluye a Podemos -haciendo alarde de su radical y equivocado en mi opinión españolismo similar al del PP- y a su vez, seguir adosado en lo fundamental ideológicamente al mismo y reclamando la inclusión de éste en un delirante tripartito al que se niega mayoritariamente la sufriente mayoría social del país que lo ha dejado meridianamente claro en las urnas.
Su obcecación en mantener su destino ligado sutilmente al del PP –sin el que no es nada- combinado con su ladino coqueteo progresista con el que trata de embaucar al PSOE y la satanización del para ellos apestado Podemos, viene impuesta por los que lo diseñaron con retales como un pequeño Frankenstein ideológico y político en su intento de lavar la “cara sucia” de un PP indecente usando la “cara bonita” y limpia de Ciutadans-Rivera.
El objetivo final, promover discretamente los cambios y matizaciones mínimas para una vez puesta en cuarentena la corrupción, el sistema neoliberal que se hunde, ¿cuándo lo reconocerán sus responsables?, siga manejando y defendiendo los obscuros intereses económicos de la minoría de siempre.
Rivera ha tenido la oportunidad de hacer creíble su discurso renovador y de regeneración de derecha “razonable” en la medida en que al contrario de lo que hace, hubiese marcado distancias claras y contundentes con el PP - desacreditado ética y políticamente- en vez de intentar a su rebujo ideológico recuperarlo para su tripartito imposible.
Albert Rivera condiciona un acuerdo con el PSOE a una reforma exprés de la Constitución
Ver más
En el fondo, Ciutadans es la versión blanda y oportunista de un neoliberalismo económico que tácticamente, busca alternativas creíbles a un partido, el PP, hoy por hoy invendible y políticamente en horas bajas por la corrupción que lo mina y corroe.
Una suerte de prótesis ideológica alternativa al PP liderada por Rivera, que asegure a sus patrocinadores seguir influyendo políticamente y la posibilidad de un recambio (marca blanca) para el futuro, hasta que la monumental escandalera se calme, se olvide, y las turbias y agitadas aguas residuales de sus políticas, vuelvan en apariencia: cristalinas, mansas e inodoras –por cuánto tiempo- otra vez… a su cauce.
Amador Ramos Martos es socio de infoLibre