Volver al mundo en Navidad

Rosa Ángeles Fernández

A veces pasa que una se sale del mundo una temporada, sin ser demasiado consciente de esa acción que bascula entre deliberada y necesaria, y cuando quiere volver resulta que ese mismo mundo se le muestra huraño y rencoroso, quizás por no haberle atendido como él considera que se merece. Un mundo este que no debería ofrecerse tan orgulloso, con una realidad tan proclive a la vanidad y el narcisismo.

Vamos a ir poco a poco con este reencuentro, que ya parece inevitable, pues durante el retiro y como consecuencia de la perspectiva que otorga la distancia, me he dado cuenta de los estallidos que propulsan sus andares y las injusticias que lo envuelven. Pretendo mantener conversaciones para que no dé crédito a todas las malas lenguas que rocían su espacio sin dar tregua, lidiando una ofensiva que no deseo que me caiga encima de nuevo, como ya ha ocurrido otras veces.

Tengo que convencer al mundo de que recupere sus fuerzas para conocerse mejor, de que reajuste todos sus sentidos para equilibrar su destino, de que se implique en esa armonía entre lo diverso

Soy consciente de que el mundo también tiene sus propios ritmos circadianos, es un tema que ya tocamos en otra ocasión y me dio la razón; en lo que no llegamos a estar de acuerdo era en quién modulaba sus necesidades fisiológicas, así que aparcamos esa sincronización para otra ocasión. Me salí del mundo esta vez exactamente porque no conseguía que el arte lo consolara, y eso no lo podía soportar, no podía con su exceso de materialismo.

Así que en esta especie de exilio del mundo me he refugiado en las palabras, y me han dado muchas satisfacciones, incluso con la consciencia de su variedad y diferencia. Vuelvo al mundo en Navidad (ya puede sonarles esto), y por momentos creo que me encuentro preparada para el cara a cara, y sin embargo en otros me siento vacilante y desajustada, y no sé de qué me extraño si yo siempre fluctúo entre esas aguas inciertas.

Tengo que convencer al mundo de que recupere sus fuerzas para conocerse mejor, de que reajuste todos sus sentidos para equilibrar su destino, de que se implique en esa armonía entre lo diverso, de que no se ocluya y se reafirme en que no hay nada mejor que él. Y todo esto lo pienso ya completamente despierta y dispuesta a ignorar el ruido que proviene de fuera, y con el mundo llamando a la puerta. ¿Qué harás con el destierro de la verdad?,  pregunto.

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Rosa Ángeles Fernández es socia de infoLibre.

Rosa Ángeles Fernández

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