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Cultura

'Amenazon'

Una de las cajas de Amazon en un centro de distribución de la empresa

Empecemos por el final: el conflicto se ha resuelto. O eso parece. El pasado miércoles por la noche, Sally Burdon, presidenta de la International League of Antiquarian Booksellers (ILAB), mantuvo una conversación telefónica con Arkadi Vitrouk, director ejecutivo de Abebooks, al cabo de la cual la empresa causante del estropicio dio marcha atrás.

¿Qué estropicio?

Abebooks (en España, Iberlibro), una empresa de origen canadiense posteriormente adquirida por Amazon, es una plataforma de la que se sirven las librerías anticuarias de todo el mundo para vender sus productos.

"El 18 de octubre, colegas de Chequia, Eslovaquia, Rusia, Corea del Sur y Hungría reciben por carta o por mail diciéndoles que por razones técnicas y de restructuración del negocio… en fin, en un lenguaje muy típico de las grandes multinacionales, a partir del 30 de noviembre de este año sus cuentas dejan de estar operativas. Literalmente, desaparecen. Al parecer, se debe a un problema con la plataforma de pagos, porque ellos la han externalizado y que tienen ciertos problemas en esos países".

Quien así lo explica es Gonzalo Fernández Pontes, presidente de la Asociación Ibérica de Librerías Anticuarias (AILA) y miembro de comité director de ILAB, organismo que presidió hasta hace poco.

Hablé con el dos veces, la primera, cuando el conflicto estaba en su apogeo después de que Jan y Ondrej Schick, propietarios de Antikvariát Valentinská en Praga, denunciaran que la medida impuesta les iba a obligar a despedir a sus cinco empleados.

La indignación, cuenta Fernández Pontes, corrió como la pólvora entre los casi 1.900 libreros y las 23 asociaciones nacionales que integran la asociación internacional. No era sólo el cambio de criterio: es que ni se dignaban a negociar los plazos ni ofrecían plan b.

¡A la huelga!

En esas, un asociado británico, Simon Beattie, decidió, y así se lo comunicó a sus compañeros, hacer uso de una posibilidad que Abebooks ofrece pensando sobre todo en el descenso de actividad en determinados periodos del año y puso su cuenta en modo vacaciones. "Lo que provocó mi acción inicial, y mi esperanza de que otros libreros pudieran seguir, fue simplemente la gran injusticia de todo", declaró a The Guardian.

"A partir de ahí ha habido una ola de solidaridad de libreros de los cinco continentes, entre los que nos encontramos muchos españoles, como medida de presión", me dijo Fernández Pontes. En ese momento, insisto, el miércoles pasado, se habían retirado de la plataforma unos tres millones de libros: "Estamos hablando de muchos cientos de millones de euros en valor".

La reacción de Abebooks (plataforma con la que nos hemos puesto en contacto, pero de la que no hemos obtenido respuesta) fue acceder a una reunión en la que, como decíamos más arriba, se alcanzó una tregua. Pero la desconfianza no ha desaparecido.

"La medida se puede calificar como abusiva, arbitraria, y sobre todo con un margen de actuación cero", critica el presidente de AILA, que se pregunta a dónde les puede llevar todo esto. "Hoy son esos colegas, pero mañana podemos ser los demás", aventura, en virtud de las "políticas muy agresivas con proveedores" de Amazon que han "permeado a su filial".

Hay que pensar, además, "que el 99% de las librerías anticuarias de todo el mundo somos empresas familiares, somos autónomos. Aparte de que nuestros ingresos dependen hoy de las ventas online en un tanto por ciento muy elevado".

Cierto, hay otras plataformas internacionales como ViaLibri, desarrollada exclusivamente por libreros y que no cobra comisiones. "Desde luego, esto va a ser un punto de inflexión, vamos a tener que tomar medidas para potenciar más ViaLibri, asumiendo unos costes que conllevaría, para dar cabida a todos los libreros e intentar poco a poco dar una alternativa a Abebooks". 

Fernández Pontes denuncia algo que muchos consumidores hemos sufrido en nuestro trato diario con estos gigantes, que "obtener información veraz de una multinacional es muy difícil, ellos los circunloquios y las frases hechas los dominan perfectamente". Su constatación es que, si bien han parado el golpe, hay un problema "de fiabilidad. No son fiables".

¿Mala fe, error, torpeza? Fernández Pontones cree que ha sido una especie de test, "uno de esos globos sonda que van tirando, como en la política". Quizá para testar la propia fuerza de la organización. "Pero, el caso es que han visto la reacción. Hemos creado un arma poderosa de cara al futuro porque si nos van a subir las cuotas dentro de seis meses arbitrariamente, como hacen estas organizaciones, o cualquier otra barrabasada, vamos a decirlo así entre comillas, creo que tenemos una herramienta muy factible para luchar contra ellos: vaciar de contenido la web, con lo cual su empresa deja de tener sentido. El material es nuestro".

No te duermas, niño, que viene el coco

Decir que Amazon se ha convertido en el coco del sector editorial no es sino proclamar una evidencia mil veces repetida. Un coco que no viene: está aquí. Nadie puede discutir la relevancia que la empresa ha alcanzado en este sector, ni que para muchos (escritores, editores, libreros) es un elemento fundamental de su actividad.

Además, ¿quién se atreve a marcar las fronteras? No sólo con el gigante estadounidense, sino con todas las fórmulas nuevas que algunos consideran una amenaza y otros, una oportunidad.

A estas alturas, el vaivén es constante. Estamos más que acostumbrados a leer la peripecia de autores que, en formato digital o en papel, conquistaron al público desde los nuevos espacios (Mikel Santiago, el caso peculiar de Marcos Chicot… y tantos más, desde hace tiempo) y también a saber del camino inverso emprendido por quienes (mediante micromecenazgo, como Ángeles Caso, o no, tal que Lucía Etxebarría), tras ser rechazados por sus editoriales tradicionales, han optado por la autoedición.

Este último es el caso de la penúltima polémica francesa: un libro autoeditado en la plataforma CreateSpace de Amazon se coló entre los 17 finalistas del prestigioso Premio Renaudot. Bande de Français, de Marko Koskas, no superó el segundo corte, y eso calmó los ánimos libreros. Pero, su mera presencia en la primera selección bastó para encender las alarmas:

"Este título, difundido en exclusiva por Amazon, no está, por ello, distribuido en ninguna de las 3.500 librerías francesas", denunció el Syndicat de la Librairie Française en un comunicado en el que se presentaba como defensor de los derechos... del escritor.

"¿Cómo privar a un autor de la primera red de venta de libros de Francia cuando el objetivo de un premio literario es promover los títulos seleccionados entre el público? Pedir este libro es técnica y comercialmente casi imposible para los libreros". 

El SLF subrayaba que "Amazon no es un competidor como otros" porque no quiere sólo "imponerse como un actor importante en el mercado del libro: quiere convertirse en el mercado eliminando a sus competidores, organizando una competencia desleal, escapando a los impuestos, esquivando el precio único del libro y reemplazando simultáneamente a editores, distribuidores y libreros".

El final en suspenso

El final en suspenso

Recordemos a este respecto que Amazon es, también en el mundo librero, más que un editor y una tienda online: hace tres años abrió su primera  librería… física, si me permiten la precisión.

Lo curioso es que Koskas no se autoeditó por gusto, sino porque, a pesar de ser tener varios libros publicados, no encontró sello para esta obra. "Los libreros deberían enfadarse con los editores que se negaron a publicarme, y no conmigo" declaró a la agencia AFP desde Israel, donde vive desde hace años. Y añadió que las pretensiones de los libreros eran "un chantaje y un diktat escandalosos". 

En fin… continuará.

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