Cultura

Aurora Luque: "La Antigüedad nos deja una lección clarísima, siempre existe la amenaza del retroceso"

La poeta y filóloga clásica Aurora Luque.

Para Aurora Luque (Almería, 1962), la recuperación de las autoras grecorromanas es un propósito que se desarrolla casi "en términos familiares, genealógicos". "Hay que respetar a las abuelas igual que respetamos a los abuelos", defiende la poeta, traductora y filóloga clásica. Es conocido su trabajo con la obra de Safo, ese misterio siempre incompleto, pero en su nuevo libro va un paso más allá. Grecorromanas, parte de la colección En voz de mujer de la editorial Austral, reúne en un solo volumen a un extenso corpus de escritoras de la Antigüedad clásica.

O al menos lo que de ellas pudo salvarse: Luque, a cargo de la edición y la traducción, señala no solo las dificultades de conservación que sufrieron también sus compañeros hombres, sino el olvido al que se les sometió por ser mujeres y ese larguísimo periodo de oscuridad que supuso para ellas la imposición de la cultura judeocristiana. "Cada autora revela un relato de ambición y resistencia", escribe, "rodeado de un envoltorio de hostilidades patriarcales que tergiversa o dificulta la supervivencia de su discurso". Esas hostilidades se salieron en muchas ocasiones con la suya. Pero no siempre. Cleobulina, Mirtis, Corina, Praxila, Aristodama, Melino... Nombres desconocidos para la mayoría que suenan hoy a parientes lejanas. Ellas son las supervivientes. 

Pregunta. ¿Por qué cuando pensamos en la literatura grecorromana nunca pensamos en autoras?

Respuesta. Creo que la respuesta es fácil. Conocemos casi únicamente a Safo, y la conocemos porque la respetaron sus propios contemporáneos, poetas y filósofos a su vez muy venerados, como Platón y después Horacio. ¿Qué pasó con el resto de las autoras, que las hay, muchas, muy buenas y muy variadas? Nos separan de ellas dos milenios de cultura en los que estuvo privilegiado el pensamiento cristiano, donde no se ve a la mujer como un ser libre, sino como un ser destinado a la procreación y al silencio. Con esos dos milenios de literatura contra las mujeres, no podemos esperar que las noticias que nos llegaran de la Antigüedad puedan ser completas y verídicas, sino que han llegado esquinadas y tergiversadas. La vía de conocimiento está envenenada, por eso no las conocemos.

P. ¿Por qué se han conservado aquellas autoras que sí han llegado hasta nuestros días?

R. Porque siempre hay gente lectora, que ama la escritura y la poesía, también varones, y porque las propias mujeres se saben pertenecedoras a una tradición que inaugura Safo. Hay una vía de conservación muy interesante, que es la de las inscripciones, como el poema que Fabia Aconia Paulina dedica a su marido muerto, que yo he visto con mis propios ojos en los Museos Capitolinos. Pero yo la he conocido a mi edad y tras años de dedicación a la poesía escrita por mujeres, porque aunque estas inscripciones están recogidas en las colecciones, no se consideran dentro de una tradición literaria y educativa. Todo esto es algo escondido que no ha interesado sacar a la luz hasta hace menos de una década. 

P. En el libro recorre cómo las distintas escuelas de pensamiento filosófico afectan a la concepción de la mujer y su derecho a la palabra. ¿Cómo evoluciona la educación de las mujeres en la Antigüedad?

R. La educación en la Antigüedad nos extrañaría si pudiéramos observarla por una ventana. No estaba controlada por el Estado, era algo más fluido e inestable, y los profesores eran habitualmente esclavos de guerra, gente formada que se convertía en profesores en la casa de los patricios, en el caso romano. Eso hizo más difícil que la educación llegara a las mujeres. Pero lo cierto es que había en las clases altas grandes lectoras, y a menudo estaba permitida su presencia en las escuelas filosóficas, como Hiparquia con los cínicos o el Jardín de Epicuro, donde también participaron mujeres. Es verdad que el pensamiento estoico las confinó en los hogares, y sí es cierto que la ideología del imperio las invitaba a convertirse en matronas y en madres más que en mujeres libres.

P. Sin embargo, había también poetas viajeras. 

R. En las épocas arcaica y clásica en Grecia, la poesía era una modalidad de discurso oral, asociada a la música y al canto, y se compartía en festivales de poesía, religiosos o deportivos, por lo que era accesible al oído. No estaba oculta en aulas o en monasterios, en universidades que cerraran sus puertas o negaran su entrada a las mujeres. Hay un caso curioso, el de Aristodama, una poeta épica del siglo III. No se conserva nada de su obra pero sí una inscripción con un decreto que la nombra ciudadana honorífica de la ciudad de Tesalia, que le da derechos de protección en los viajes, un premio de una corona de laurel, 100 dracmas... Eso quiere decir que las poetas eran ambulantes —porque ella era de Esmirna, en la actual Turquía, que estaba hasta el otro lado del mar— y que se las tenía en alta estima. Plutarco, cuando cita a las poetas, las cita con total normalidad, a Telesila, a Praxila... Había una posibilidad creadora para las mujeres que luego se cerró. 

P. ¿Qué concepto se tenía de las mujeres que escribían y leían, más allá de las autoras de culto? ¿Eran figuras marginales o se creía necesario que las damas de clase alta tuvieran cierta formación?

R. Sí que podría verse un cierto parecido con los salones franceses del XVII y del XVIII: no se veía mal que en las clases altas las mujeres estuvieran instruidas, pero siempre dentro de las familias, sin invitarlas a llevar una vida propia ni a dedicarse exclusivamente a una vida artística. Eso no ha estado bien visto hasta hace cinco minutos, históricamente. Es verdad también que los poetas satíricos romanos, como Juvenal o Marcial, eran muy crueles con las mujeres que escribían. Es como Quevedo, que se burla de las cultas latiniparlas, y bastaba con que fueran leídas para que las considerara feas y ridículas. Ese desprecio en Grecia no se ve, y ahí está el caso de Aristodama.

P. Ella era, justamente, una poeta épica, uno de los géneros cultivados tradicionalmente por los hombres. Pero ¿se interesaron las creadoras por temáticas o géneros propios? ¿Tienen una concepción propia de la literatura?

R. Cultivan géneros diferentes en la medida en que el modo de vida de hombres y mujeres es diferente. Safo, por ejemplo, era aristócrata en una isla donde todavía no prevalecía el modo de vida ateniense de la mujer silenciosa. En Lesbos, la sociedad era más abierta y más libre, y ahí cultiva Safo incluso poesía yámbica, una poesía abierta a la colectividad, o poesía hímnica, erótica... Y es cierto que los poemas de Safo discuten la tradición épica, se oponen a la idea de la guerra como lo más bello, y defienden que lo más bello es lo que una ama. A menor rigidez social, más amplio es el rango de géneros que cultivan las mujeres. Es muy interesante la poesía coral de Corina o de Mirtis, que sí que se cantaba en público, o un poema de Melino, que es un himno político al poder de Roma. No podemos decir que se dediquen solo a lo amoroso y a lo cotidiano. La variedad de intereses hubiera sido más amplia, sin duda, de haber existido una igualdad social. Pero sí que hay curiosidad por cultivar géneros distintos.

P. Safo se considera la precursora de las demás autoras clásicas, y es también la más respetada por la tradición literaria. Pero fue muy criticada, y su obra llegó a ser incluso perseguida por la jerarquía católica por sus cantos amorosos a otras mujeres. ¿Cómo ha influido la imagen que de ella se tiene en la concepción de las autoras grecorromanas?

La "inteligencia del deseo" y la "ética serena"

La "inteligencia del deseo" y la "ética serena"

R. El caso de Safo es ejemplar por la incomodidad que ha provocado a lo largo de los siglos: Safo no es solo la primera mujer escritora, sino que para otros autores resulta insoportable aceptar lo buena que era. La llaman prostituta, ninfómana, desviada, lesbiana, fea, menuda... Porque el sistema patriarcal no podía aceptarla como normal si era escritora, y se generan todos esos mecanismos para oscurecer su figura, para rebajarla si no literariamente, sí en su vida privada. La invención de su suicidio por amor es claramente educativa: esto es lo que les pasa a las mujeres que escriben, que son tan desgraciadas que se suicidan. A pesar de todo, sigue viva, y ha sido un referente para la mujeres escritoras, porque es una autoridad a la que acogerse durante siglos, y un modelo para las lesbianas, porque su poesía, que habla del deseo físico por otras mujeres, les ha servido como escudo protector. 

P. La historia de las autoras grecorromanas es la historia de una cierta libertad, aun parcial, que luego se pierde completamente. ¿Qué lección deja a las escritoras y a las lectoras de hoy?

P. La lección que deja la Antigüedad es clarísima y contundente: siempre existe la amenaza del retroceso. Hay que tomar nota y decirlo en todos los foros posibles. Hoy en día se cuestiona de una manera atrozmente retrógrada cualquier logro conseguido por las mujeres. Y en el momento en que ese pensamiento reaccionario llegue a las instituciones y se apodere de administraciones culturales y educativas, está en peligro todo lo logrado. Ahora que estamos empezando, que tenemos cinco minutitos en la historia, surge la reacción de quien se siente amenazado, y esta ultraderecha que niega el feminismo nos condenará a volver a zonas de oscuridad vergonzosas. Me temo, además, que están aprovechando la terrible calamidad de la pandemia para rascar votos de la situación de desconsuelo y pavor, para instalarse. Parece mentira que lo estemos viviendo otra vez, pero es así, y hay que estar alerta.

Más sobre este tema
stats