Literatura

Carlos Castán: “Me gusta envolver una narración literaria con reflexiones”

El escritor Carlos Castán.

Paso a paso, en una carrera literaria lenta, pero segura, Carlos Castán se ha convertido en uno de los escritores de cuentos y relatos breves más prestigiosos de España. Desde que publicara en 1997 Frío de vivir, este autor nacido en Barcelona en 1960 y residente desde hace años en Aragón, ha disfrutado del respaldo de unos lectores fieles, ha obtenido buenas críticas y ha visto sus obras traducidas a varias lenguas.Frío de vivir Ahora ha dado el paso a la novela y acaba de publicar La mala luz (Destino), una historia con una trama policiaca La mala luz bajo la que fluye una narración existencial e intimista, cruzada de romanticismo, pasión y personajes a la intemperie.

“Creo que toda historia”, comenta Castán, “está envuelta en pensamientos y, por tanto, me gusta envolver mis narraciones con reflexiones. No me interesa la acción por la acción en un relato o una novela. Me considero un escritor que se sirve de las historias para crear una literatura intimista. En La mala luz el hilo conductor pasa por la investigación de un crimen, pero utilizo la indagación policial para que el protagonista se vaya descubriendo a sí mismo, para que repase su vida, para que se plantee preguntas existenciales. Soy partidario de que la literatura, además de contar historias, intente arrojar luz sobre la condición humana”.

En cualquier caso, al margen del género que cultive, algunos temas definen la literatura de Carlos Castán como el deseo de ser otro, la nostalgia de mirar hacia atrás en busca de la identidad o el papel clave que la infancia juega en todos nosotros. Profesor de Filosofía en un instituto público de Zaragoza, el escritor admite que quizá su formación le haya llevado a escribir textos que plantean más preguntas que respuestas. “Quizá yo me haga preguntas que otros no se hacen”, comentan, “y sigo aquella recomendación de Ortega y Gasset de mantener la capacidad de asombro, de ver todo desde otro plano, de detenerse a pensar en uno mismo”.

Algunos amigos le reprochan que sea lento a la hora de escribir, que resulte demasiado melancólico, pero Carlos Castán se alinea con esos escritores que se niegan a publicar con mucha frecuencia, que rechazan “poner cada año un huevo”, como sentencia el maestro Juan Goytisolo. “Por eso”, aclara Castán, “mi primera novela ha llegado cuando tenía que llegar”.

Esta incursión en la novela, tras casi dos décadas de carrera literaria, no significa que Castán se vaya a apartar del relato breve. Es más, el escritor defiende que hasta ahora los cuentos se adaptaban a las historias que pretendía narrar y que seguirá escribiendo relatos breves. “Cada historia”, señala, “requiere su propio tono, su propia voz y también requiere su propia extensión. La mala luz respondía a una historia más compleja mientras mis relatos apuntan más a una única intención.La mala luz En el caso de La mala luz necesitaba más digresión, más monólogo interior y todo ello pedía la extensión de una novela”.

La novela de Castán está salpicada de referencias a autores a los que admira como Paul Celan o Marguerite Duras. De hecho una frase de Celan (“Estábamos muertos y podíamos respirar”) figura como el lema de la novela y aparece como cita en la primera página. “Siempre me preocupó”, explica, “la pervivencia del pasado, las huellas que deja, los rastros en nuestras vidas de la infancia, de nuestros recuerdos…”

Aunque a veces pueda añorar dedicarse por completo a la literatura y abandonar la docencia, Carlos Castán no se considera un narrador de oficio, un escritor de raza que necesite escribir constantemente. “Tengo mi ritmo y reconozco que soy lento, pero no me gusta publicar por publicar. Cada narración llega a su debido tiempo. Ahora bien escribo todos los días y me encanta tomar notas mientras paseo por Zaragoza". Tiene muy presente Carlos Castán aquella reflexión de Anton Chejov, otro de sus autores preferidos, que sostenía que la validez literaria de una obra depende, sobre todo, de que el texto obedezca a una necesidad imperiosa del escritor por contarla. Así ha llegado La mala luz, la primera novela de un consagrado del cuento y el relato breve.

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