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Teatro

El Frinje más cañí

El Frinje más cañí

El Fringe ya no se pronuncia Frinch. El hermano madrileño del festival teatral de Edimburgo, uno de los más relevantes del mundo en nuevas artes escénicas, se ha rebautizado como Frinje. Con jota. Una letra “castiza, juanramoniana” en palabras de Marion Bertiu, coprogramadora de la cita junto a José Manuel Mora, que trata de diferenciar la apuesta española de su nave nodriza escocesa. En su cuarta edición, el Frinje cambia de nombre para dar cuenta de la transformación que se viene gestando en el proyecto, en el Matadero desde el pasado 3 hasta el 25 de julio. 

“Nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo que se alejaba del Fringe, algo propio”, explica Bertiu por teléfono, en mitad del jaleo de la segunda semana del encuentro. El de Edimburgo, un referente internacional desde 1947, celebra 45.000 representaciones de 2.300 obras durante un mes. Cifras a años luz de las de su versión madrileña, que en 2014 contó con 51 propuestas de artes escénicas. No podían aspirar a los niveles del cartel escocés, así que han preferido renunciar a hacerlo: “Hemos reducido la exhibición. Queríamos aumentar el mínimo que se les daba a las compañías, concentrar más al público... Hacer una programación más cuidada”. Este año son 36 las piezas de teatro y danza, más 11 conciertos y 6 creaciones audiovisuales.

El cambio tiene que ver también con la nueva dirección de los teatros municipales, de los que depende el festival. Aunque el Fringe nació con el respaldo de Natalio Grueso, que dejó la gerencia en junio de 2014, su sucesor, Juan Carlos Pérez de la Fuente, ha renovado el apoyo al proyecto. El presupuesto ha pasado de los 170.000 euros de 2014 a 210.000 en 2015, la cifra más alta desde su nacimiento. Con ella, han doblado el pago a las compañías (el 90% de taquilla con entre 1.200 y 1.500 euros de mínimo) y, sobre todo, han reforzado los talleres a los que se quiere dar “la misma importancia que a la exhibición”.

Entre los 15 laboratorios creativos está el organizado por el dramaturgo Alberto Conejero (La piedra oscura) y el director Salva Bolta. La mujer del monstruo se formó como un taller de escritura previo al comienzo del festival en el que 16 alumnos exploraban la figura de mujeres o amantes de cinco criminales de guerra y dictadores europeos del siglo XX. Nadia Stalin, Margheritta Sarfatti (Benito Mussolini), Carmen Polo (Francisco Franco), Magda Goebbels y Elena Ceaucescu dan otra visión de esos traumas históricos “sin juzgar, solo escuchando, para llegar a preguntas nuevas”, explica Bolta. Cinco de los monólogos compuestos, más una pieza coral, serán interpretados el 14 y 15 de julio por actrices como Ana Wagener o Natalie Pinot. Otros cursos serán impartidos por figuras internacionales como el autor polaco Jan Klata o el maestro ruso Veniamin Filshtinsky.

Armarios de celuloide

Armarios de celuloide

La mujer del monstruo se enmarca dentro de la sección Otros enfoques, que aúna espectáculos que arrojan una mirada distinta al pasado. Es una novedad de la edición de 2015: se sustituyen las clasificaciones por género (teatro, danza, performance) por agrupaciones temáticas o intereses. Lo explica Betriu: “Es un semáforo de lo que está llegando, una forma de buscar un punto en común”. ¿Y qué señala? “Un interés por la política, la sociedad, la economía...” en el fondo, reflejada en la sección La actualidad a escena, y un trabajo en torno al cuerpo y la colectividad, enmarcado en Cuerpos en movimiento y Creación en grupo.

Shoot / Get treasure / Repeat, dirigida por el emergente Carlos Tuñón sobre un texto de Mark Ravenhill, aúna fondo y forma. El texto profundiza en las consecuencias de los atentados del 11S, 11M y 7J y, en palabras del director, “la radicalidad, la fina frontera que nos separa de nuestros enemigos y que suele estar en los extremos”. La obra fue escrita para el Fringe de Edimburgo en 2008 por este exponente de la descarnada corriente del in-yer-face theatre, que aboga por una representación escénica de la violencia y los tabúes sociales. La compañía NUDUS se apropia de 14 piezas del texto (el original tiene 17) representándolas simultáneamente y en espacios singulares, de un callejón a unos camerinos. “Apoya la idea del bombardeo informativo, tienes que elegir qué ver y, según lo que escuches, tus conclusiones sobre los hechos serán distintas”, explica Tuñón.

La compañía madrileña (hay 15 proyectos locales por seis internacionales) ultima los detalles técnicos después del estreno del miércoles. Aspiran a que su trabajo no quede en los cuatro días de representación en el festival (hasta el próximo domingo), y el Frinje tiene el mismo objetivo. Betriu asegura que están en conversaciones con el Teatro Español para que incluya algunos espectáculos en la programación de temporada, como hizo con Los nadadores nocturnos, de José Manuel Mora y Carlota Ferrer, en 2014. Pero tienen otro proyecto a medio plazo: seleccionar tres obras que viajen a Buenos Aires y Montevideo para representar al festival en el extranjero. Con la jota cañí del Frinje por bandera.

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