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Los diablos azules

Por qué ha estado escondida tanta belleza

Portada de 'Vindictas', editada por la UNAM y Páginas de Espuma.

Vindictas

Varias autoras

Edición de Socorro Venegas y Juan Casamayor

Páginas de Espuma

Madrid

2020

Literatura: palabra femenina que se asocia a lo que escriben los hombres, a ser posible blancos, sin tener en cuenta que la mayoría de los lectores son mujeres, que en el mundo editorial, en las bibliotecas, entre las agentes literarias, la mayoría, de nuevo, son mujeres, y sin tener en cuenta, por supuesto, la cantidad de mujeres que escriben. Todos y todas hemos sido educados en un canon literario patriarcal, apenas hemos leído escritoras o al menos no en la misma cantidad, y haberlas haylas, como las meigas. Parece que, además, la literatura escrita por mujeres está en el subnivel, no se le da tanta importancia porque no alcanza la categoría de un canon literario establecido hace mucho, porque no parece tan sesuda. He oído a varias de las escritoras más reconocidas del país comentar que a ellas no las leen los hombres, quizá piensan que solo contamos historias ñoñas de amor. Sé que esto está cambiando y a esta ola de cambio se une el proyecto Vindictas, del que nos llega ahora una muestra de la mano de la Universidad Autónoma de México, UNAM, y de la Editorial Páginas de Espuma, en un trabajo hecho por Socorro Venegas desde México y Juan Casamayor desde España.

Son veinte cuentos de veinte autoras de países latinoamericanos y del siglo XX. Voy a poner los nombres, porque a partir de ahora hay que conocerlas, no nos podemos permitir el lujo de haber ignorado tan magníficas cuentistas: Marta Benet, de Chile; Hilma Contreras, de la República Dominicana; Silda Cordoliani, de Venezuela; Susy Delgado, de Paraguay; Mimí Díaz Lozano, Honduras; Pilar Dughi, del Perú; Mercedes Durán, El Salvador; María Luisa Elío, España-México; la boliviana María Virginia Estensoro, la portorriqueña Rosario Ferré; Mercedes Gordillo, de Nicaragua; Gilda Holst, ecuatoriana; la argentina María Luisa de Luján Campos; Marvel Luz Moreno, de Colombia; Bertalicia Peralta de Panamá, María Luisa Puga, de México; Ivonne Recinos de Guatemala, Armonía Somers, de Uruguay, Mirta Yañez de Cuba, Magda Zavala de Costa Rica.

Confieso mi ignorancia. Y me arrepiento de ella, sobre todo tras leer el libro y sus cuentos. Unos me han gustado más que otros, pero en todos ellos he encontrado un punto de vista, un enfoque, una forma de escribir historias, una presencia del cuerpo, de los humores, la sangre, los partos, los amores, el sexo, la infidelidad en la mujer, la sensualidad, el grito, el aullido, la vida, la muerte, que me ha prendado. Conocía a algunas de nombre, María Luisa Puga, Mirta Yáñez o Magda Zavala. Había leído a María Luisa Elío, acaso porque su herida, abierta y sangrante, es la del exilio, y a ella me acerqué hace tiempo.

Todas ellas me han permitido viajar a través de un Inmóvil sol secreto entre Ella y la noche; he asistido a la Llama de la selva, a una Reunión en Barlovento, a la Muerte por alacrán; y me he acercado a la Locura de Maria Luisa Elío y a Una perfecta desconocida. Vino luego en mí La espera en el Sur, me puse en la piel y reviví ese momento, cuando nos llega, como a todas las mujeres, La sangre florecida, de la que los hombres no hablan. Me he dejado llevar por situaciones, como Cuando las mujeres quieren a los hombres; he convivido con las Chicas que, desde una yogurtería, marcan un estilo diferente de ser mujer, como La que amó a un toro marino, o la Desaparecida, la que vuelve a hablarnos de la Soledad de la sangre bajo el Guayacán de marzo, siendo todas ellas Cómplices de extraños juegos, de Piedra, y así hasta el final del libro, hasta el Occiso.

La delicadeza de esta literatura, la fuerza que emanan sus historias tiene que llevarnos a que pensemos dónde y por qué ha estado escondida tanta belleza. Como el idioma de ida y vuelta, igual a los cantes andaluces, palabras que enriquecen nuestro idioma, en desuso por estos lares:

“Volvió la dulcedumbre a esparcírsele por la cara. Levantó los párpados y aparecieron los ojos como las uvas, azulencos. Una mirada precauciosa que se fijó en la mujer…”. Marta Brunet

 

María Luisa Elío tenía una herida abierta, la del exilio, la huida de España a México, donde llegó siendo una niña:

“Lo triste es, sin embargo lo alegre no.Lo triste deja una huella, una marca, una cicatriz, lo alegre pasa como el aire, sin dejar señal alguna. Cuando recuerdo algo alegre casi se vuelve triste por la nostalgia, ya pasó. Pero si es algo triste lo que recuerdo, ahí está y vuelve a aparecer el mismo dolor. Quizá, solo quizá, con los años, muchos, muchos años, se logre mitigar ese dolor, pero se mitiga solo porque va dejando de ser”.María Luisa Elío

 

Es una gran antología de grandes cuentos y grandes autoras, pero ha habido una ante la que me descubro: Rosario Ferré, la escritora más importante de Puerto Rico, a la que no conocía (mea culpa). Me lancé a buscar un libro suyo, publicado en España por La Navaja Suiza, la misma editorial que hace poco publicó la novela de Javier Sáez de IbarraVida económica de Tomi Sánchez. Es un libro de cuentos, el de Rosario Ferré, titulado Papeles de Pandora, donde está incluido el aquí antologado, "Cuando las mujeres quieren a los hombres", una barroca historia de amor que subyuga desde el principio y que se basa en un diálogo a un hombre muerto:

“Nosotras, tu querida y tu mujer, siempre hemos sabido que debajo de cada dama de sociedad se oculta una prostituta. Se les nota en la manera lenta que tienen de cruzar una pierna sobre la otra, rozándose los muslos con la seda de la entrepierna… Se les nota en la manera en que van saltando de hombre en hombre sobre las patas de sus pestañas, ocultando enjambres de luces verdes y azules en el fondo de sus vaginas. Porque nosotras siempre hemos sabido que cada prostituta es una dama en potencia, anegada en la nostalgia de una casa blanca como una paloma que nunca tendrá…”.

 

Las biografías que vienen al final del libro se pueden leer de seguido, yendo de una a otra, mostrándonos a escritoras valiosas, que fueron embajadoras, doctoradas por la Sorbona, galeristas… y lo más importante: grandes escritoras.

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Las ilustraciones que acompañan al libro son también, en sí mismas, una historia relacionada con el contenido. En la guarda anterior, continuando con la portadilla o primera página del libro, el dibujo muestra una mujer que recibe luz solar, escribe iluminada por ella, camina después con la luz y el texto, ella sola, la luz va disminuyendo y se convierte en una vela: ilumina, pero menos; luego se la ve bajando unas escaleras hacia un sótano, donde un fantasma oscuro se la apaga, ante la cara de tristeza de ella. En la guarda posterior, ella está sentada en la oscuridad, con la vela apagada, pero una mujer abre la puerta (símil con el dibujo de la portada), enciende su vela con la suya y se las ve caminar ya juntas, recorriendo un sendero donde se van encontrando con más mujeres, cada una con su vela, ya sonrientes, hasta llegar a una colina donde se ven las múltiples luces que todas ellas han llevado. Esta historia que tiene un recorrido va luego salteada entre cuento y cuento hasta el final. Toda una simbología muy apropiada para la intención de un libro que ha venido para quedarse a largo plazo, para que sirva de puerta a otros libros de otras tantas escritoras.

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Carmen Peire es escritora. Su último libro esCuestión de Tiempo (Menoscuarto, 2017).

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