'La desfachatez machista' de Reverte, Sostres o Burgos: "Les llaman señoros y se enfadan, es alucinante"

María Martín Barranco

Leer el prospecto y en cualquier caso agitar antes de usar. Si es usted mujer (en especial feminista), algunos pasajes de este libro pueden provocarle reflujo, ardores de estómago o náuseas, e incluso se han descrito reacciones alérgicas y episodios agudos de euforia. Si es usted señoro, podría sufrir cambio de humor, confusión, alteraciones en el ritmo cardíaco (en caso de tener corazón) y, en afecciones muy graves, arrebatos incontrolados de furia patriarcal.

Se aconseja, asimismo, leer con detenimiento, a poder ser en varias tomas cada ocho horas para una mejor asimilación, un más fructífero resultado del tratamiento y evitar un fatal atragantamiento. No en vano, sería una terapia demasiado agresiva y con un punto terriblemente cruel sentarse a leer uno detrás de otro centenares de artículos sobre lo que entienden por feminismo hombres como Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías, Francisco Umbral, Antonio Burgos, Fernando Sánchez Dragó, Salvador Sostres, Mario Vargas Llosa, Juan Soto Ivars, Arcadi Espada o Alberto Olmos, entre muchos otros.

Eso fue lo que hizo María Martín Barranco (Motril, 1969) licenciada en Derecho, fundadora de la Escuela Virtual de Empoderamiento Feminista (EVEFem) y ahora autora de La desfachatez machista (Catarata, 2023), un nuevo título que llega después de otros como Ni por favor ni por favora (2019) y Mujer tenías que ser (2020). Y habíamos dicho centenares, pero en realidad son miles de artículos los que ella ha recopilado, analizado y seleccionado para desmontar el pensamiento misógino y antifeminista de conocidos opinadores en lengua castellana. De ahí el irónico subtítulo de esta nueva entrega: Hombres que nos explican el verdadero feminismo.

Se trata de un libro resultado de una investigación bastante más grande a partir de más de 10.000 artículos publicados entre 2000 y 2023. "Empecé a reunir ese material para utilizarlo en mis clases, en mis conferencias, y hubo un momento en que empecé a detectar patrones", explica a infoLibre la autora, especialista en intervención social con enfoque de género y en lenguaje inclusivo, además de asesora con larga experiencia en igualdad en entidades públicas y privadas: "De esta manera hago un repaso al tratamiento que esos hombres hacen de las mujeres, del feminismo y de las mujeres feministas muy en particular. ¿Qué dicen los hombres que hacen articulismo en periódicos de todos los espectros políticos en este país sobre las mujeres, el feminismo y las feministas? El resultado no me ha sorprendido, pero habrá a quien sí".

Martín Barranco aclara que no quiere tanto "desmontar el discurso, porque esa información está a disposición de todo el mundo", como "mostrar lo ridículo que es cuando se ve todo junto, porque es cuando te das cuenta de que hay una desfachatez real, no es solamente un adjetivo que yo pongo de forma aleatoria". "Ese atrevimiento, esa desinformación permanente sin ningún interés por contrastar sus propias creencias. Quería demostrar cómo dicen opiniones que no se ofrecen como si fueran opiniones, sino como si fuera la verdad absoluta. Son faltones, muy irrespetuosos, muy cutres y también muy repetitivos", resume la autora a modo de conclusión, quien agrega que "cada uno habla como si se estuviera inventando el insulto o diera su supuesto argumento por primera vez". "Tienen la autoestima a un nivel increíblemente altísimo", apostilla.

Como muestra, una reflexión aleatoria de Pérez-Reverte publicada en 2007 en El Semanal: "Apenas quedan mujeres como las de antes (...) Y me refiero a mujeres de esas que pisaban fuerte y hacían temblar el suelo a su paso. Mujeres de bandera. Lo comento con Javier Marías saliendo del hotel Palace, donde en el vestíbulo vemos a una torda espectacular. 'Aunque ordinaria', opina Javier. 'Creo que no lo sabe', apunto yo (...) y se nos cruza una rubia de buena cara y mejor figura, vestida de negro y con zapatos de tacón, que camina arqueando las piernas, toc, toc, con tan poca gracia que es como para, piadosamente —¿acaso no se mata a los caballos?—, abatirla de un escopetazo".

La desfachatez machista se convierte de esta forma en una galería del machismo presente en los medios de comunicación y redes sociales. Con presencia también de otros nombres de diferentes ámbitos más allá de la prensa como Luis Rubiales —"el compendio de todas las machiruladas del libro"—, Ángel Martín, Juanma Castaño, Toni Cantó, Carmen Mola —tres hombres, recordemos, con seudónimo de mujer hablando de feminismo—, Pablo Iglesias o "Pedro Sánchez y sus amigos incómodos con el feminismo". Entre todos confeccionan un compendio de actitudes que quedan aquí escritas "como en un post-it mental" para poder identificarlas: "El problema es que cuando no es un discurso de odio muy explícito no lo podemos reconocer. Porque es verdad que ciertos articulistas de los que aparecen en el libro son tan sumamente agresivos que la gente responde a esa agresividad, pero también hay otros aparentemente suaves".

Esto último es lo que "da calambre" a las feministas y al feminismo, "ese poco a poco que se hace habitual". Por eso, recalca, es "muy importante" darse cuenta de que "la misoginia está muy interiorizada y es muy fácil detectar el insulto directo, pero no es tan fácil detectar ese machismo sutil" que se desliza, por ejemplo, según plantea la autora, en "preguntarse por qué las mujeres ganamos tantos premios y no preguntarse por qué los hombres han ganado siempre tantos premios". "No se lo preguntan porque consideran que ellos se lo merecen y nosotras estamos por cuota. Aunque no lo digan, el imaginario es ese", denuncia, pasando a enumerar una retahíla de calificativos lanzados contra ellas por los hombres como "talibanas de género, feministas de pacotilla, feminismo drástico, feminismo trasnochado, trama de histéricas o apisonadoras sin escrúpulos". "Empiezas a juntar todo eso y te dices 'después les llaman señoros y encima se enfadan, es alucinante', cuando ellos nos dicen cada cosa que se te va la cabeza", lamenta con sorna. 

Con una buena dosis de humor, pero siempre con rigor y basándose en su experiencia a lo largo de los lustros, hace Martín Barranco un dibujo del señoro como concepto, señalando "el victimismo como rasgo definitorio principal". "Eso de pensar que todo se hace en su contra porque se consideran en el centro del universo", remarca, añadiendo que también es un rasgo común mencionar todo el rato a "amigos que no entienden nada, como le pasa a Pérez-Reverte". "También considerar de alguna manera que nuestros derechos se les quitan a ellos, que eso también es muy curioso, cómo consideran que cada vez que tenemos un derecho ellos ceden parte de algo suyo, sin entender que el derecho es un todo al que todo el mundo tiene derecho", plantea.

Pero no queda aquí este perfil, pues otra característica fundamental de los señoros es que "tienen opiniones para todo y una autoestima a prueba de bomba", por lo que piensan que "siempre saben todo de todo, siempre tienen la razón y siempre te explican lo que piensan aunque no se lo preguntes". "Un señoro que no va dando su opinión solo es un señoro a medias", sentencia jocosa, para luego apostillar que también sienten que "las peores cosas que pasan son culpa de las mujeres", si bien en ocasiones conceden que no es porque sean "malas", sino simplemente porque son "torpes". "Vargas Llosa decía que íbamos a destruir la literatura. Destruimos todo lo que tocamos, en general", acota.

Y aún prosigue: "Lo que ocurre es que muchas veces de lo que nos culpan es de sus problemas. Ellos no saben cómo estar en el mundo, ya no saben cómo comportarse, ya no pueden hablar porque somos unas censoras, ya no pueden moverse libremente, no pueden opinar lo que quieren, no pueden tocarnos el culo cuando les apetece, no nos pueden piropear, tienen miedo de subirse en el ascensor con nosotras, de ir por la calle y que les denuncien. Les hemos empujado a un mundo de miedo y de incomprensión, que parece mentira con lo listos que son que no sepan salir de ahí, pero ahí se han quedado en ese bucle permanente de cómo comportarse, qué decir. Parece que las feministas no solamente tenemos que hacer nuestra propia liberación, sino que aparte tenemos que sacarles de dudas a las que han llegado absolutamente por nuestra culpa, según piensan".

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Otra de las conclusiones que han llamado la atención de la autora al ganar perspectiva hacia todos estos articulistas es la existencia de una "doble visión entre el verdadero y el falso feminismo", así como "la buena la falsa feminista". Y resulta que, "por estas casualidades de la vida, el buen feminismo es el que a ellos les gusta y las buenas feministas son las que les dan la razón, mientras que el mal feminismo y las malas feministas son las que hacen lo que les da la gana y no lo que dice un señoro". 

Para la autora, esto es "muy llamativo" a lo largo de los años, como lo es la cantidad de veces que aparece la expresión "feminismo exacerbado". Pero aún hay más, pues también se ha dado cuenta de que cuando las feministas hablan de maltratadores, los señoros siempre responden la obviedad de que "no son todos los hombres", mientras que cuando ellos se refieren a las feministas usan mucho la palabra "siempre". "Las feministas siempre hacen, siempre dicen, siempre nos acusan... eso se repite y ya te preguntas '¿hay un manual? ¿Dónde está el manual? ¿Hay un manual de señoros que me he perdido porque no tengo acceso a el?' Es muy curioso", apunta.

Para terminar, concede que se nota cierta evolución a mejor "si lo ves en conjunto", principalmente porque por ejemplo "antes no había voces masculinas que contrarrestaran este discurso atroz". "Antes no había hombres que se tomaran el feminismo en serio, que le tuvieran respeto, que se informaran y supieran. Ahora los hay, aunque no siempre están ahí manifestándose, pero existen, y esa es una evolución a mejor. Pero entre quienes conforman el grueso del articulismo, sea de izquierdas o sea de derechas e incluso en algunos que se autodenominan aliados... se siguen repitiendo algunas ideas de una forma quizás un poco más sutil, pero que concuerdan muy bien con lo que está ya en el imaginario colectivo, con lo cual no van a recibir una oposición enorme porque entran dentro de la manera de ver el mundo que tenemos. Ese machismo está tan interiorizado y nos parece tan normal que no lo detectamos, y ese se sigue afianzando día a día", concluye.

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