Los libros

Mal favor al socialismo (y a Rubalcaba)

Portada de Rubalcaba, de Antonio Caño.

Rubalcaba. Un político de verdad

Antonio Caño

Plaza&Janés

Barcelona

2020

No hay nada sorprendente en que Pedro Sánchez, el actual presidente del Gobierno español, haya rechazado —o siquiera contestado— la propuesta de colaborar con el periodista Antonio Caño para explorar los días y las noches de Alfredo Pérez Rubalcaba. Las bofetadas que recibe Sánchez en este libro son de muchos tipos, discretas, directas, de mano abierta sin contemplaciones, solo insinuadas o incluso por conducto indirecto (recibe incluso Meritxell Batet cuando el autor fantasea que Rucalcaba hubiese sido un presidente del Congreso de los Diputados capaz de generar un “debate medianamente provechoso. ¿Qué otro podría haber cumplido una labor así con mejores atributos?”).

El libro es un espectacular pim pam pum contra el actual socialismo, en exacta coherencia con la línea editorial que Caño mantuvo a lo largo de los cuatro años en que dirigió El País, entre 2014 y 2018. En su Comité editorial contó por entonces con Rubalcaba cada martes, a propuesta de su jefe de Opinión, José Ignacio Torreblanca. Por lo que cuenta Caño, de hecho, Rubalcaba contribuyó a atenuar el tono áspero, acre e insultante que el diario mantuvo desde el primer momento con Pedro Sánchez y sus aspiraciones a dirigir el socialismo español. Cabe imaginar que aquello de que Sánchez era “un insensato sin escrúpulos” dispuesto a destruir al PSOE y a España entera, incluso a Rubalcaba le pareció un pelín fuera de madre. Era el momento de la elección del nuevo secretario general después de la defenestración y el diario había puesto toda, toda su fuerza en la defensa de la candidata Susana Díaz, con una histórica y devastadora fotografía en la que todos los popes del partido (excepto Joaquín Almunia) salían del búnker para posar en portada en favor de Susana Díaz, que lógicamente perdió.

Empiezo de esta manera porque este libro es una carta de amor rendido, sumiso y entregado a Rubalcaba y es, a la vez, un castigo continuado e indisimulado contra el actual Partido Socialista y su Gobierno Frankenstein (el invento fue del mismo Rubalcaba). El amor es reciente, sin embargo, porque Caño conoció personalmente a Rubalcaba el mismo 2014, pero desde entonces la afinidad se hizo tan alta que ha llegado a motivar la redacción de estas más de 500 páginas sobre el personaje. ¿Merecía una biografía básicamente política (con muy poca información de tipo personal, y alguna omisión flagrante que, al menos, debía haberse descartado o discutido) este personaje que llegó a la política en 1979 de la mano de José María Maravall? La merece, sin ninguna duda, pero este volumen destierra la posibilidad de disponer en los próximos años de un libro creíble, equilibrado, crítico y a la vez ponderado de un personaje capital de la historia política del país. Y muchos más libros de este estilo hagiográfico pueden acabar sepultando del todo el crédito (legítimo) de la Transición de hace 40 años.

Es muy desconcertante que crea Caño que existió un PSOE donde el debate de ideas era “vivo y fértil” porque las críticas al partido empezaron como mínimo en los años ochenta, precisamente por la ausencia de debate de ideas y hasta la proscripción de las corrientes de opinión bajo el mando militar de Alfonso Guerra (que aquí, obviamente, sale siempre bien parado, como el discreto hombre de orden, consenso y diálogo que siempre ha sido). Caño parece creer honradamente que el socialismo actual nace de una “operación de márketing y propaganda” y lo ha hundido en “una enorme suma de mediocridad”.

Conviene tener presente este trasfondo porque es el que explica la exaltación íntimamente conmovida que una y otra vez encuentra el lector, sin espacio para la crítica racional, la discusión o la ponderación equilibrada de las decisisones y los méritos de Rubalcaba, que los hay, y muchos, y algunos importantes. Pero el libro desacredita al personaje precisamente porque todo es admirable siempre y cien por cien: la vocación de servicio público, la renuncia al protagonismo, la humildad, la generosidad y la inteligencia, todo, todo son virtudes sin sombra alguna en un político que vivió en la maquinaria del Estado 40 años, desde altos cargos y con una influencia poderosa, consistente y prolongada. Pensar de verdad que en “un político de verdad” no hay sombras, trampas, maniobras y fontanería fina o apañada parece más bien un grave error de planteamiento del libro mismo (o una sumisión al personaje por parte del autor que en nada ayuda a hacer brillar su protagonismo en varias etapas del presente).

Entre las mejores virtudes del libro está la aportación de algunas noticias inéditas y, en particular, un documento relevante sobre las vías de solución del choque de poderes políticos entre Cataluña y España, justo cuando todo apenas empezaba, hacia 2013. El documento es una especie de borrador preliminar de la que acabaría siendo Declaración de Granada y revela con contundencia la certeza de muchos dirigientes e intelectuales de que era necesario abordar una reforma constitucional controlada para afrontar problemas pendientes desde muchos años atrás (de hecho, desde la legislatura de Zapatero). La formulación de los proyectos es cabal, razonada y viable, y se la dio a conocer en secreto a Mariano Rajoy como base un posible acuerdo general, sin que Rajoy –cometiendo un granvísimo error, uno más— se decidiese a hacer nada con ello. Se había activado ya la movilización generacional que empezaba a mandar a la prehistoria la afortunada Transición porque vivía en carne propia una crisis brutal sin paliativos.

Aunque Caño no posee el don de síntesis, hay también un puñado de noticias de interés sobre la gestión de Rubalcaba para llevar a buen puerto la abdicación de Juan Carlos I y, por descontado, la complicadísima operación de acabar con la actividad armada de ETA. Pero, por decirlo así, esos son méritos muy reconocidos y ampliamente compartidos por el potencial lector, y no dejan de ser episodios recientes. Como lo es también la estrambótica, equivocada y amarga batalla por el liderazgo del partido socialista establecida entre Rubalcaba y Carme Chacón, a quien Caño cobija una y otra vez bajo el poder de hombres que fueron los auténticos fabricantes de la criatura: desde el que entonces era su marido, Miguel Barroso, hasta Zapatero o el mismo Rubalcaba, de quien se subraya que la hizo, él mismo, como política, sin que se explique de forma clara el por qué de una acritud tan descarnada en su enfrentamiento por la Secretaría General.

Lo que queda claro es que en ningún caso podría haberlo dirigido ella, aunque le fue de un pelo, porque pertenecía a otro partido (que no era el PSOE sino el PSC y, me parece, era catalana). Yo creo que ahí el PSOE perdió el paso de su tiempo histórico y la derrota de Carme Chacón por los 22 votos muñidos por Alfonso Guerra en la demarcación andaluza (como se explica aquí sin eufemismos) está en en el origen del actual partido socialista. Tiene toda la pinta de que la derrota de Chacón puso las bases para que una segunda operación renovadora cuajase por fin, como pasó, después de algunos papeles grotescos interpretados por la vieja y equivocada guardia, y al frente de todos el mismo Felipe González. A veces, leyendo el libro, el lector queda caviloso e indeciso sobre quién es Frankenstein en este libro, aunque sin duda sabe que de Frankestein este Gobierno no tiene nada de nada.

La vida era un instante

La vida era un instante

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Jordi Gracia es ensayista y profesor de Literatura Española en la Universidad de Barcelona. Su último libro es Javier Pradera o el poder de la izquierda (Anagrama, 2019).

La versión catalana de este artículo apareció en el número 29 de Política&prosa.

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